VISIÓN
Keynes contra Thanos
Las situaciones extremas exigen soluciones extraordinarias. Los últimos dos años muestran que fueron quebradas algunas de las certezas que teníamos sobre la manera como funcionaba el mundo. ¿Cuáles son las salidas por adoptar en estos momentos críticos? Por Juan Carlos Echeverry.
2019 y 2020 han quebrado algunas certezas que dábamos por hechas: 1) Estados Unidos desdijo de la globalización, que los anglosajones defendieron desde 1750; 2) Gran Bretaña rompió con Europa; 3) Países económicamente estables, como Hong Kong o Chile, son socialmente inestables; 4) Grupos de Estados Unidos, China, India y Europa dieron aceptabilidad política al racismo y la xenofobia; 5) Reaparecieron pandemias medievales; 6) La codicia de Rusia y Arabia Saudita hundieron el precio del petróleo y con él a naciones enteras; para terminar, 7) La incompetencia y el populismo deterioraron el liderazgo mundial.
Parece existir consenso: enfrentamos el peor choque desde la Gran Depresión. En esa ocasión nació el keynesianismo. Ahora enfrentamos lo que podría representarse como la llegada de “Thanos”, el malo de Avengers End Game, que exterminó un superhéroe tras otro, como el Covid-19 ha hecho con China, Italia, España y ahora Estados Unidos. Keynes contra Thanos escenifican el desafío de nuestros héroes (autoridades).
Los economistas no debemos enredarnos en tecnicismos. El problema no es de cuenta corriente, inflación o déficit fiscal. En semanas podemos tener a la gente en las calles, asaltando supermercados, robando casas y contagiándose más.
Preparémonos para lo peor, y evitemos que suceda: 1) No aplanar la curva y colapsar la salud. 2) No alimentar a cinco millones de familias. 3) Sacrificar decenas de miles de empresas. 4) Fracturar el suministro de alimentos y artículos esenciales. 5) Recesión y crisis financiera sin precedentes.
Las autoridades colombianas han iniciado el camino, pero aún no adoptan la respuesta masiva que demanda la situación. Menos que eso puede ser trágicamente insuficiente. Un principio esencial para el manejo de crisis es que ex-ante no se conoce la profundidad de los problemas, ni qué soluciones funcionan. Por eso hay que desplegar toda la munición, ensayar lo más rápido posible todas las ideas sensatas. El camino irá revelando lo que es eficaz y permitirá refinar las respuestas.
Somos ignorantes acerca de: ¿Cuánta gente está contaminada? ¿La tasa de fatalidades/contaminados? ¿A qué velocidad crece la epidemia? ¿Podremos “aplanar la curva”? ¿Cuántas provisiones y ahorros tienen los hogares más pobres y vulnerables? Sin facturar, ¿cuánto tiempo pueden las empresas pagar nómina, arriendo y deudas? ¿Cuántas empresas pueden quebrar? ¿Cuánto tiempo va a durar parada la economía mundial? ¿Se amistarán Rusia y Arabia Saudita? ¿Cómo sufrirán los ingresos petroleros? ¿Cuánto va a costar esto al Estado?
Una verdad de a puño: plata no puede faltar. Es el momento de usar los ahorros y las fuentes de contingencia. En particular: la FCL (línea de crédito flexible) del FMI, de US$11.000 millones para crisis de balanza de pagos. Si se requiere, emisión primaria para financiar al Gobierno.
Tan pronto como la cuarentena haya surtido su efecto hay que poner nuestra economía a funcionar, que no estaba mal en el estallido de la pandemia. La economía es un flujo circular; al producir genera los ingresos con los cuales las familias y otras empresas demandan esa producción. Sin reiniciar la economía nos acercaremos al dilema de morir de hambre antes que del virus.
Tendríamos que migrar de un “confinamiento horizontal”, en que todo el mundo está guardado; a uno vertical, con las personas infectadas, vulnerables y los más mayores en una cuarentena más larga. Entretanto, podemos poner medidores de temperatura a la entrada de todos los edificios, fábricas e instalaciones.
Corremos al menos dos riesgos adicionales: 1) si la gente vuelve a trabajar y se disparan los contagios y muertes, habrá clamor por volver a la cuarentena. 2) Venezuela puede volver la situación inmanejable.
Otras dos lecciones. Se glorifica a la tasa de cambio libre. Entre 2015 y 2020 el peso fluctuó entre $2.500 y $4100 por dólar, mientras el sol peruano lo hizo entre 3,20 y 3,55. La volatilidad cambiaria dificulta enormemente hacer cálculos económicos. El costo del capital aumenta, el futuro se descuenta más y la inversión disminuye. Perú tiene estabilidad cambiaria, controla la inflación y mantiene sus reservas internacionales. No importa solamente que el Banrep cumpla la meta de inflación con tasa de cambio libre; también importa qué tan fácil es crecer, exportar y emplear con semejantes fluctuaciones. Un empresario pensaba financiar en dólares un inmenso proyecto en Bogotá, cuyas tarifas son en pesos; hoy eso resulta descabellado.
Por último, para la epidemia parece superior el confucianismo asiático con control burocrático total, basado en cámaras, sensores de calor e inteligencia artificial sobre dónde estamos y con quién hablamos (Keynes + Mao). Pero una vez pase la epidemia quedaríamos a merced de Thanos, unos comunistas o estatistas que aniquilan lo mejor de la vida. Mejor el liberalismo vulnerable que el estatismo eficaz.