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LA AMENAZA AMARILLA

Brotes de roya en 4 municipios del Viejo Caldas


La semana pasada ocurrió lo que, desde tiempo atrás, se temía que iba a ocurrir: apareció la roya en los cafetales colombianos.

La mañana del martes 27 de septiembre, el mayordomo de la hacienda "Calamar", de propiedad del presidente del Comité cafetero de Caldas, Jaime Restrepo Mejía, se reunió con los recolectores de la cosecha, para repartirles lotes específicos de los cultivos cafeteros, con el fin de evitar trifulcas entre ellos. Sin embargo, antes de que lograra hacerlo, uno de los trabajadores de la finca lo condujo hasta unas matas de café que parecían más amarillas que las demás y le mostró que, al inverso de sus hojas había un polvillo de color amarillo que guardaba sospechoso parecido con las esporas de la roya. El mayordomo de la hacienda "Calamar" se dirigió de inmediato a Chinchiná, el pueblo más cercano, donde informó a uno de los técnicos del Comité Cafetero del departamento. Ambos regresaron a la plantación, donde el técnico pudo comprobar que, efectivamente, aquel polvillo amarillo era la temible roya. De vuelta a Chinchiná, con una información que explotaría como una bomba en todo el territorio nacional, el técnico, después de una agonizante espera de cuatro horas, pudo entrar en contacto con la Federación.

La circular 012
Cuando el doctor Alvaro Rodríguez Granda, director de Extensión de la Federacion de Cafeteros, la división que presenta asistencia técnica a las fincas, recibió la llamada telefónica de Chinchiná, no tuvo ninguna duda: el técnico sabía de qué estaba hablando. "Es roya", escuchó que le decía, "de la misma que he visto en Nicaragua y Ecuador, y no hay posibilidad de que esté equivocado". "Tranquilícese hombre", le dijo.

Rodríguez Granda, "lea de inmediato la circular 012 de mayo de 1980 y sígala con todo rigor. Mañana llegará la comisión técnica y todo estará bajo control". La circular 012 era, ni más ni menos, el código de emergencia que había preparado la Federación para aplicarlo el día en el que se descubriera un foco de roya en algún cafetal del país. En ella se advierte que lo más necesario es actuar con serenidad para no alarmarse ni alarmar a los cafeteros, y se indica que, en caso de que un técnico tenga la certeza de haber encontrado roya, deberá, mientras llega a la zona la comisión técnica del ICA y Fedecafé para evaluar la situación, abstenerse de sacar las hojas afectadas de la finca, e insistir en que al salir de ella todos los trabajadores cambien sus ropas, laven sus manos y limpien su calzado, para evitar su propagación. Asimismo, el técnico podrá ir ahorrando tiempo al precisar con el propietario de la finca qué personas lo han visitado en los últimos meses, dónde viven y cómo llegaron y salieron de la finca, para ubicar otros posibles focos de la enfermedad.

Recibido el fatal informe telefónico desde Chinchiná, los directivos de la Federación de Cafeteros se reunieron en un comité de emergencia la noche del martes 27, para examinar la situación y determinar la forma más conveniente de enfrentar la crisis. Se decidió de manera categórica no guardar el secreto. Si la noticia llegaba hasta la opinión pública por canales extraoficiales se regaría como pólvora y causaría pánico. Al Presidente Betancur se le comunicó la noticia de inmediato y los directivos lo tranquilizaron detallándole cuidadosamente la estrategia diseñada para hacerle frente al día cuando la roya entrara, irreversiblemente, en el territorio nacional.

25 años de preparación
En realidad, la Federación había hecho mucho. Desde que en 1970 llegó la roya a Bahía, Brasil, posiblemente en cargamentos de cacao embarcados en Africa (continente del que son originarios tanto el café como sus principales enfermedades), se había iniciado una firme campaña a través de todos los medios de comunicación. Por un lado, buscaba impulsar la tecnificación de los cultivos cafeteros colombianos y, por otro, educar a los caficultores sobre las características de la roya, para que supieran detectarla y solicitar oportunamente ayuda a los técnicos en lugar de que intentaran ocultar su aparición o tratar por sí mismos de controlar la enfermedad probablemente en forma inútil, ya que la efectividad del fungicida depende en cada caso del estado del hongo. Además, se había venido capacitando un equipo humano que en la actualidad consta de 600 técnicos agrícolas y 250 ingenieros agrónomos, con el objeto de que se movilizaran permanentemente por las zonas cafeteras, enseñando nuevas técnicas de cultivo e insistiendo sobre las precauciones, como la periódica revisión de las hojas de los cafetos por lo menos una vez al mes.

Adicionalmente, desde 1958 se estaba experimentando con injertos de muchas variedades de café en busca de una que, sin desmejorar en calidad, resultara inmune a la roya. De estos experimentos surgió la llamada "variedad Colombia" (ver recuadro), que hasta ahora ha demostrado ser resistente a las 30 modalidades de la enfermedad.

Al contrario de lo que muchos creen, la roya no es como la temible peste negra, que en el siglo XVII, cuando casi arrasa con una cuarta parte de la población mundial, carecía de antídoto y se contagiaba con una velocidad vertiginosa. La roya, que los colombianos venían utilizando hace años de una manera coloquial para designar las peores desgracias que podían caer sobre una persona, consiste biológicamente en un hongo que ataca únicamente las hojas de la planta del café y las desprende de su tallo.

Aunque no afecta la calidad del grano, sí determina que al cabo de cinco años la planta afectada pierde totalmente su productividad, teniendo en cuenta que las hojas son una especie de cocina en la que se preparan los alimentos para la producción de la semilla del café, y que por consiguiente la planta no producirá granos ni tampoco puede conservar sus hojas. Aunque las esporas de la roya se transportan a través del aire o adheridas a objetos o personas --así adheridas pueden conservarse vivas durante un término de cuatro meses-- cada espora tarda cerca de 60 días en autorreproducirse y crear una nueva generación, que puede ser de miles de esporas nuevas.

Con excepción de Colombia, hasta la semana pasada, de Panamá y Costa Rica, los mayores productores mundiales de café conviven desde hace varios años con la roya. Pero en países como Brasil este hecho ha determinado una veloz transformación tecnológica y por consiguiente un notable aumento de la productividad cafetera, ante el hecho evidente de que sólo con una moderna infraestructura agrícola puede hacerse tolerable la convivencia de los cultivos cafeteros con la enfermedad.

Gravedad relativa
El hecho de que el país estuviera con tanta anticipación preparado para hacerle frente, determina que la aparición de la roya en los cafetales colombianos sea de una gravedad relativa. A corto plazo, las consecuencias son pocas. La enfermedad no disminuye la calidad del grano, de manera que la cosecha de este año y probablemente del siguiente no sufrirá de forma alguna. El mercado mundial tampoco pareció reaccionar ante la noticia, de manera que es de esperarse que el precio del grano no sufra peligrosas alteraciones.

A largo plazo, sin embargo, las consecuencias son una incógnita. Lo primero que hay que entender es que la roya ha llegado para quedarse, porque no obstante todas las medidas que se tomen para combatirla será imposible erradicarla completamente del territorio nacional.

¿Cuál puede ser la velocidad de su extensión? Comparando con la experiencia vivida por otros países productores es posible concluir que tomando las medidas necesarias, y con un poco de suerte, la enfermedad puede circunscribirse a su foco de origen, como durante muchos años sucedió en Nicaragua, aunque en este país terminó finalmente violando este surco cuando el proceso revolucionario que sumió al país en una guerra civil la dispersó por todo el territorio. Pero también puede suceder lo de Brasil y Kenia, países en los que fue imposible impedir que la roya se diseminara en forma generalizada. Por lo pronto, los productores colombianos cuyas cosechas no muestren signos de contagio no tienen por qué tomar ninguna medida, salvo la de revisar periódicamente las hojas de las plantas y procurar que los trabajadores de las fincas se cambien de vestido al entrar a la plantación. Pero en las zonas en las que se detecte la roya, que al cierre de esta edición se reducen a Chinchiná, Santa Rosa de Cabal, Palestina y Manizales es necesario proceder de inmediato. Técnicos especializados que ya se encuentran trabajando deberán dictaminar si el contagio es apenas incipiente, caso en el que los cafetales podrán rocearse con un fungicida sistémico, que entra en la corriente de savia --al igual que una droga al torrente sanguíneo de un ser humano-- brindándole a las hojas la protección que requieren contra la enfermedad. También les será aplicable a los cafetales un fungicida protector, que de manera semejante a un repelente de moscos impide que el hongo de la roya penetre en las hojas. Ambos medicamentos están compuestos a base de cobre y se le venden al cafetero a precio de costo.

Por el contrario, si el dictamen de la comisión determina que el contagio es severo, sólo queda la posibilidad de aplicarle al follaje de la planta un producto secante que, sin perturbar el hongo y esparcirlo por el aire, lo obligue a morir con la hoja; luego se le aplica un producto desfoliante, y de ahí en adelante la planta podrá arrancarse, quemarse, o hacerle lo que se conoce con el nombre de "soca", que es cortar el tallo a una altura de 30 centímetros, para esperar a que retoñe nuevamente.

Todas estas medidas determinarán que en las zonas afectadas se incremente el costo de producción por hectárea de café en un margen de 15 mil a 20 mil pesos anuales. También es necesario entender que los cultivos tradicionales de café en el país deberán ir desapareciendo paulatinamente con el objeto de ser reemplazados por unos más tecnificados, capaces de asumir los nuevos costos que traerá la convivencia con la enfermedad.

En cuanto a la llamada "variedad Colombia", que fue exitosamente sembrada en las fronteras colombianas --con lo que se explica que el primer brote de roya no hubiera entrado a través de ellas sino directamente al centro del país--, será posible promover su cultivo en reemplazo de las cosechas afectadas, pero no de una manera masiva, pues se trata de una semilla de laboratorio cuyos costos impiden efectuar esta sustitución global.

Teniendo en cuenta el grado de preparación de Fedecafé no se justifica, entonces, reaccionar con fatalismo ante la noticia. Y menos aún si se tiene en cuenta que lo sorprendente no es que la roya haya llegado a Colombia, sino que hubiese tardado tanto en llegar.--

VARIEDAD COLOMBIA
En 1958 una comisión de Fedecafé fue enviada al Africa con el encargo de traer unas matas de canéfora o robusta, una variedad cafetera que, a diferencia de la arábiga que está sembrada en el continente americano, es inmune a la roya. Desde esa época la Federación comenzó a experimentar con injertos en busca de una nueva variedad de café con las cualidades y calidades de la arábiga, pero con la inmunidad de la canéfora. Se trata de un procedimiento muy dispendioso que se asemeja en su complejidad a la gestación "in vitro" de un ser humano; se envía a un país no productor de café y por consiguiente en el que experimentar con roya no reporte ningún peligro y se rocea la planta con el hongo. Si resiste el contagio habrá resultado exitoso el injerto, pero aún no puede cantarse victoria: cabe la posibilidad de que el producto carezca de calidad, por lo que hay que comenzar todo el proceso de nuevo. Colombia, después de 25 años de experimentación, va en la quinta generación de cruces, que han generado un tipo de café conocido como la "variedad Colombia", proveniente genéticamente de 80 árboles distintos. La federación está en capacidad de producir 40 mil kilos de esta semilla por cosecha -lo que implica aproximadamente 80 millones de plantas al año. Sin embargo en este momento cerca del 95 por ciento de las plantaciones de café en el país son de la variedad caturra, (debido a sus altos costos, la "variedad Colombia" sólo fue sembrada como medida de seguridad en las fronteras), la cosecha cafetera colombiana en prácticamente su ciento por ciento es vulnerable ante la plaga que acaba de burlar sus fronteras.