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LA BANCA DESBANCADA

¿Qué tan lejos está el país de una nueva crisis financiera?

6 de julio de 1987

Como todo aniversario que se respete, el de la crisis financiera camenzó a celebrarse la semana pasada en el país con todas las de la ley. En lo que acabó siendo una irónica coincidencia, el martes 2 de junio la prensa publicó un comunicado del Fondo de Garantías en el cual anunciaba un plan de rescate para el Banco del Comercio, la quinta entidad privada más grande del país, en su género. Agobiado por cuantiosisimas pérdidas que en el primer trimestre del año ascendieron a 1.417 millones de pesos, el Banco acabó siendo salvado de la quiebra por el gobierno, el cual, dependiendo de que sus accionistas capitalicen a la institución, decidirá si el Banco del Comercio acabará engrosando la lista de entidades nacionalizadas que comenzó con el Banco del Estado en 1982.

Semejante situación sirvió para recordarle a mucha gente que, sesenta meses después del comienzo oficial de la crisis financiera, la salud de muchas instituciones sigue muy complicada. Como toda enfermedad grave, la del sector financiero está demostrando que la recuperación del paciente toma mucho más tiempo del planeado, sin que todavía esté a la vista el día en que se le dé de alta.
Si algunos males específicos se han calmado, hay otros nuevos que han aparecido. En 1982 la dolencia tenía que ver con la confianza pública; en 1986 el quebranto es inminentemente patrimonial.

Claro que ahora se sabe que la vida del paciente está asegurada. Desde que a finales de 1985 el Congreso aprobara la ley que creó el Fondo de Garantías de Instituciones Financieras, quedó despejada la posibilidad de una quiebra masiva del sector financiero. Ahora, cuando se descubre que una entidad está en problemas, el Fondo aporta sus recursos y la recapitaliza con el supuesto objetivo de fortalecería y vendérsela después a los particulares. Así han sido rescatadas entidades como el Banco de Colombia, el de los Trabajadores y ahora el del Comercio. Aun en el caso en que se permite la liquidación--tal como ocurrió con la Unión Financiera--el Fondo acaba aportando el dinero para que este le sea devuelto a los ahorradores.

Ese mecanismo es el que le ha devuelto paulatinamente la confianza a los colombianos en su sistema financiero. Con la existencia del Fondo se sabe que en último termino el Estado pondrá los pesos que sean necesarios para mantener una o más instituciones a flote.

Dicha estrategia no deja de tener enemigos. Si antes cuando se intervenía un banco los directamente afectados eran los ahorradores, ahora son todos los colombianos. Peor aún, un administrador inescrupuloso puede llevar por un mal camino a una determinada entidad a sabiendas de que sus faltas acabarán siendo encubiertas con dineros del gobierno.

LOS OTROS MALES
Pero si--independientemente de su justificación--el Estado ha asegurado al sector financiero colombiano contra una quiebra en cadena, hay otros males que persisten. El primero es el de la gran cantidad de entidades.
Hay 27 bancos, 25 corporaciones financieras, 10 corporaciones de ahorro y vivienda y 31 compañías de financiamiento comercial, cifras que parecen exageradas para un país como Colombia. Tales números hacen recordar aquella canción que dice que "no hay cama pa' tanta gente".

Pero aparte de muchas entidades, hay muchos problemas. Como consecuencia de la recesión que azotó al país durante la primera mitad de la década, fueron muchos los deudores que sencillamente se colgaron.
Mientras que en 1980 las deudas de difícil cobro equivalían al 7.8% de la cartera total de los bancos, en 1986 ese porcentaje llegó al 25.9%. De la misma manera, las deudas de dudoso recaudo (o sea aquellas con más de un año de vencidas) que equivalían al 26.3% del capital y reserva legal de los bancos al comienzo de la década, pasaron a constituir el 222.2% de este durante el año pasado.
Como si todo lo anterior fuera poco, los bancos se encuentran sometidos a duras regulaciones. De cada peso que reciben en una cuenta corriente, 44 centavos deben quedar congelados en el Banco de la República donde, con excepción de algunos apartes, no rentan nada. Adicionalmente, hay inversiones forzosas que agravan todavía más el hecho de que los activos de los bancos no produzcan lo que corresponde.

Esas son algunas de las razones por las cuales el sector financiero en Colombia no es, de manera alguna, un gran negocio. La rentabilidad sobre el capital y reservas de los bancos que operan en el país era del 30.4% en 1980; en 1986, esta fue del--2.4%.
Con la notable excepción de un puñado de entidades privadas, los resultados de las demás instituciones son francamente desalentadores.

Ese hecho acaba explicando el círculo vicioso del sector financiero colombiano. Debido a que invertir en un banco ya no es un buen negocio, el capital de estos es minúsculo para las necesidades del país. En 1980 este ascendia al equivalente de 461 millones de dólares, en 1985 bajó a 216 millones y en 1986 subió hasta 320 millones de dólares, cifra que desde ya implica que si el país quiere crecer tiene que resolver este cuello de botella del sector financiero.
Frente a tales números, no es raro el que buena parte de las entidades dedicadas a captar y colocar dineros del público haya quedado en manos del Estado. Directa o indirectamente, el gobierno controla diez bancos que poseen más del 80% de los activos del sector. La privatización es por el momento una incógnita y, como es de suponer, tiene sus enemigos, quienes piensan que no es justo que el Estado entre al negocio cuando es malo y se salga cuando se vuelve bueno.

Semejante situación es la que se vive hoy cuando se conmemoran los cinco años de la crisis financiera.
Aunque desde ese entonces ha salido mucho administrador inescrupuloso y las financieras piratas se han terminado, las cifras demuestran que el sector sigue de capa caída. Aunque por ahora se confía en que aquellas imágenes de la crisis de 1982 no se vuelvan a repetir debido a que ahora el Estado colombiano está detrás, ese parte de tranquilidad se ve desdibujado cuando se observa que el sistema sigue supremamente frágil y puede constituirse en un lastre dentro de la estrategia de crecimiento económico. Es por eso que no le falta razón a quienes piden atención hacia el sector financiero porque, si no, es muy probable que el decimo aniversario de la crisis sea todavía más triste que el quinto. --