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La casa en orden

El alcalde electo de Bogotá, Luis Eduardo Garzón, hereda una ciudad con finanzas sanas. Su reto es mantenerlas y no correr la misma suerte de la Nación.

3 de noviembre de 2003

Suele decirse que el Alcalde de Bogotá ocupa la segunda posición más importante del país, después del Presidente de la República. Pero el contraste entre las angustias fiscales del gobierno de Alvaro Uribe y la buena salud financiera de la administración distrital sugiere que, en este caso, tal vez sea mejor quedarse con el

segundo puesto. Mientras el Presidente se rebusca la forma de conseguir más plata para cubrir el déficit, el actual secretario de Hacienda del Distrito, Israel Fainboim, anuncia que los excedentes de Bogotá crecerán este año y que la ciudad recaudará la cifra récord de dos billones de pesos en impuestos.

En los últimos años Bogotá ha sido una especie de "república independiente" en materia fiscal. "En la última década el Distrito ha mantenido una política financiera responsable, tanto en el manejo fiscal como en su estructura de financiación", concluyó a comienzos de octubre la calificadora de riesgos Duff & Phelps al explicar porqué mantuvo la nota crediticia más alta -triple A- a la deuda que emite en pesos el gobierno de la capital.

Cuando Garzón se posesione en enero próximo comenzará a manejar un presupuesto superior a 10 billones de pesos pero, a diferencia de la Nación, casi la mitad de estos recursos se podrán destinar a la inversión. Mientras los impuestos que recibe la Nación no alcanzan para pagar sus gastos de funcionamiento a Bogotá le sobrarán este año, después de pagar nómina y gastos generales, 1,2 billones de pesos. Del total de gastos de la administración central del Distrito, 67 por ciento se podrá dedicar a la inversión pública.

La evolución de los ingresos del Distrito muestran que Antanas Mockus se 'dio la pela' aumentando el recaudo de impuestos. Durante los últimos tres años los bogotanos pagaron al Distrito 393.000 millones de pesos más en impuestos, lo que significa un incremento de 25 por ciento. Según Fainboim, este ha sido el período en el que más crecieron los ingresos tributarios de la ciudad, un resultado que se explica en buena medida por el aumento en las tarifas del impuesto de industria y comercio que aprobó el Concejo y por la mayor sobretasa a la gasolina.

Adicionalmente, el recaudo del impuesto predial aumentó por la actualización del valor de más de medio millón de lotes e inmuebles durante los últimos dos años. Los precios de los automóviles, para efectos del pago del impuesto de vehículos, también aumentaron y lo harán más en 2004. De esta forma, dice Fainboim, el nuevo Alcalde contará de entrada con recursos permanentes adicionales por casi 350.000 millones de pesos. "Así es muy fácil decir hoy que no necesitamos más impuestos", agrega el saliente secretario de Hacienda.

Y es que Lucho Garzón se comprometió durante la campaña a no subir impuestos y a combatir la evasión que, según él, hace que la ciudad pierda 23 por ciento del impuesto predial y 35 por ciento del impuesto de industria y comercio. En esto último está, por lo demás, de acuerdo con la administración saliente, que avanzó bastante en ese frente.

Con más impuestos y recortes en los gastos de funcionamiento Bogotá ha logrado invertir a octubre de este año, 4,4 billones de pesos, es decir, más de la mitad del presupuesto de inversión de toda la Nación en 2003. ¿A dónde se ha ido la plata? En promedio, 87 por ciento del total de la inversión entre 1999 y 2003 se realizó en sectores de educación, servicios, transporte y espacio público, salud y bienestar social.

La promesa de Lucho Garzón de invertir más recursos en "lo social" se enfrentará entonces al reto de conseguir la plata para hacerlo. Aunque las finanzas de Bogotá están bien, no queda mucho de dónde echar mano para aumentar las coberturas en educación y salud.

Hoy en día Bogotá debe 630 millones de dólares, 4 por ciento del PIB de la capital, cuando a nivel nacional esta proporción se acerca a 50 por ciento. La ciudad tiene, ciertamente, capacidad de endeudamiento. Pero si Garzón abusa de ella podría heredarle un dolor de cabeza a su sucesor. Por eso su otro reto es mantener la buena imagen que tiene la ciudad con sus acreedores. De eso depende que pueda continuar el programa que inició Mockus para emitir bonos de deuda hasta por 600.000 millones de pesos con el fin de sustituir parte de las obligaciones que están en dólares.

Otro desafío de Lucho Garzón, que también enfrentó Mockus (sin mucho éxito), es el de las relaciones con el Concejo. Aunque esta corporación le aprobó algunos proyectos clave a la administración saliente, como el aumento en las tarifas del impuesto de industria y comercio, le devolvió en ocho oportunidades el proyecto para cobrar el servicio de alumbrado público y le negó aumentos en el cupo de endeudamiento. Garzón, sin embargo, no se ha mostrado partidario del proyecto del alumbrado.

El nuevo Alcalde encontrará la casa en orden. Los últimos tres años fueron, para Bogotá y la mayoría de municipios del país, un período de ajuste (ver recuadro). En el horizonte, no obstante, quedan algunos nubarrones y el más grande es la posibilidad de que, ante las graves dificultades fiscales que enfrenta la Nación, el gobierno central siga compitiendo con las regiones por la plata de los contribuyentes. El ajuste, entonces, debe continuar y para no descuadrar las cuentas del Distrito es preciso seguir con la política de gastar sólo los recursos que se tienen y no repetir la historia de la Nación, que durante mucho tiempo gastó más de lo que tenía. Por eso se endeudó tanto y está como está.