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LA CLAVE DEL EXITO

Disminuir la inflación y recuperar el crecimiento económico, principales retos de la administración Gaviria.

10 de septiembre de 1990

Dicen los que saben que el carnmino del infierno está empedrado de buenas intenciones. Y por lo visto, no sólo el del infierno. También los pasillos del Ministerio de Hacienda se han llenado de buenos augurios.

Aunque el optimismo siempre viene de la mano del nuevo gobierno, pocas veces como ahora se ha hablado de darle un vuelco a este país, por lo menos en lo que a economía se refiere.

El "revolcón" anunciado por César Gaviria en su discurso de posesión, tiene que ver con todo. Es tan ambicioso que, de cumplirse, el país será otro el de agosto de 1994. Pero lo más llamativo es que la mayoría de los observadores considera que todas las metas son alcanzables. SEMANA dialogó con varios voceros de los principales gremios de la producción, quienes están de acuerdo con que la economía tiene futuro.

Claro que eso no quiere decir que todas las cosas estén bien. Aunque en comparación con el Perú, por más odioso que suene, la economía colombiana parece de una solidez infinita, la verdad es que el desempeño reciente de la misma ha sido mediocre. La inflación sigue avanzando y son pocos los que dudan que se superará la meta de 24% anual que se había fijado la administración Barco. En lo que tiene que ver con la producción, ésta va a ser ligeramente superior a lo que se creía, pero todavía va a bordear un regular 3.5% de crecimiento durante este año.

Las cifras anteriores dejan en claro que Colombia está lejos de ser el Japón de Suramérica. Por esa razón, el nuevo ministro de Hacienda, Rudolf Hommes, tiene todo friamente calculado. Dentro de los incendios que necesitan apagarse ahora, el más voraz es el de la inflación. Tal como Hommes le dijo a SEMANA "la meta es disminuirla a menos del 20% el año entrante". Para conseguir eso, se necesita la combinación adecuada de suerte y buena politíca económica. A pesar de que el manejo antiinflacionario de la administración Barco se ajustó a los cánones de la ortodoxia, la verdad es que éste pecó de falta de imaginación. El instrumento que siempre se utilizó fue el control monetario, lo cual le acarreó problemas al sector productivo y elevó fuertemente las tasas de interés.

En consecuencia, se espera que Hommes se ingenie los mecanismos para meter en cintura al costo de vida. Estos incluirán un manejo de las expectativas de los empresarios, una política salarial prudente y una revisión del gasto público.

Y ese no es el único reto. El actual ministro de Hacienda también dice que hay que "promover la inversión, inducir el crecimiento económico y seguir aumentando las exportaciones". Aunque esas metas podrían parecer un poco retóricas, la verdad es que en la consecución de éstas se encuentra la clave del éxito en materia económica. Tales objetivos implican el estudio de temas como la reforma al Estatuto Cambiario, la implementación de la apertura, la reforma laboral y los planes de desarrollo de la infraestructura existente.

En último término, el fin es sustituir las fuentes del crecimiento económico. Para un país que durante años no hizo sino mirar hacia adentro, el cambio no va a ser fácil. Un ejemplo de las contradicciones existentes lo da el Fondo de Promoción de Exportaciones, Proexpo, cuyas finanzas se nutren de un impuesto... a las exportaciones.

Pero ahora el comercio exterior va a ser clave. Tal como lo dijo el 7 de agosto el presidente César Gaviria, ahora se busca "exportar más, importar más, producir más, hacer más rica nuestra economía, y así generar más empleo". Todo este trabajo de internacionalización de la economía deberá ser armónico con lo que haga el ministro de Desarrollo, Ernesto Samper Pizano, quien ya dijo sí al cambio.

Dentro de esa línea de pensamiento, varios de los gremios de la producción consideran que no hay utopías en el pensamiento económico del nuevo gobiemo. Juan Alfredo Pinto de Acopi considera que las metas son fáciles de cumplir. Los retos del gobierno Gaviria, según los pequeños industriales, deben incluir una inflación de menos del 20%, desempleo estable en un solo dígito, logro de 10.000 millones de dólares en exportaciones al final del cuatrienio, construir 500 mil soluciones de vivienda, generar 600 mil empleos, democratizar la propiedad, lograr una modernización e intemacionalización del aparato productivo "integral, organizada, concertada, democrática y de doble vía", conseguir la reforma laboral, y, resolver la crisis del sector energético.

Algo similar opina Sabas Pretelt de la Vega, presidente de Fenalco. El dirigente del gremio de los comerciantes considera que "el primer paso es preparar al país para internacionalizar la economía, lo que implica la modernización del comercio exterior". Pero como en esto cada cual tira para su lado, el presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia, Carlos Gustavo Cano, cree que la estrategia económica del presidente Gaviria debe llamarse "polílica agroeconómica para la paz". Eso, según él, enfocaría las soluciones hacia el campo y la vida rural "escenario en donde con mayor crudeza se descompone la nación".

Hasta ahí todo el mundo está de acuerdo. El problema, sin embargo, radica en la letra menuda de las medidas que tome el gobierno para alcanzar los objetivos descritos. El caso más angustioso es el de la apertura. Aunque esta va a ser gradual, es indudable que las etapas que vienen van a ser fuente de protestas, cuando las fábricas más ineficientes se vean amenazadas por la competencia externa. En ese momento, el gobierno tendrá que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no ceder a las presiones que van a pedir el establecimiento de casos especiales. Más aún, la administración Gaviria debe estar dispuesta a asumir el costo político de las quiebras eventuales que se presenten.

Al mismo tiempo, el Estado debe poner mucho de su parte. En el caso del comercio exterior, hay consenso en que una buena administración de aduanas es clave. Sin embargo, aunque ya hay algunos planes piloto de modernización, la verdad es que el sistema sigue siendo tan lento y corrupto como de costumbre. Por esa razón los productores nacionales sostienen que todo el sueño de la apenura se puede volver pesadilla si en un momento dado se continúa con los vicios del contrabando técnico y la inmoralidad.

A lo anterior se le agrega el problema de la infraestructura. Para nadie es un secreto que ni las carreteras, ni los puertos y mucho menos los ferrocarriles, sirven. No obstante, una cosa es decirlo y otra es resolverlo. La construcción de un buen sistema de vías implicaría un sacrificio enorme que no es seguro que el país esté dispuesto a asumir sobre todo cuando hay fallas protuberantes en áreas que también necesitar dinero, como la educación, la salud o la seguridad nacional.

Como si eso fuera poco, también hay que lavarle el cerebro al sector privado. Por una parte, los empresarios se han acostumbrado a un sistema proteccionista donde la competencia es mínima y los abusos abundan. Como consecuencia de eso, la productividad es francamente mala, al igual que la calidad de los bienes manufacturados. Todo ese escenario tiene que ser renovado con la llegada de la apertura. Pero el reto no se queda ahí. También es necesario que la inversión aumente de manera sustancial. Esta ha sido muy baja, pero no precisamente por falta de plata. Las cifras de los organismos internacionales indican que los colombianos han sacado al exterior cerca de 10.000 millones de dólares, no provenientes del narcotráfico.

Para romper ese círculo vicioso es indudable que hay que cambiar la percepción del país como un mal riesgo económico. Sin negar la pésima imagen que da el clima de violencia e inseguridad, los analistas insisten en que no hay como una economía estable para atraer a los inversionistas. Dentro de esa lógica se ubican los retos de Hommes. Si se soluciona el interrogante de la inflación se habrá eliminado buena parte del componente de inestabilidad que se le achaca a un país del tercer mundo. Una vez resuelto ese problema el paso siguiente es crear las condiciones para que la inversión y el crecimiento aumenten.

Semejante lógica, es cierto, parece muy sencilla sobre el papel. Sin embargo, la experiencia demuestra que en la práctica la implementación de esa estrategia es mucho más difícil. Para Acopi todo lo que está por hacerse está claro, pero lo que está confuso es de dónde se va a sacar la plata. "La gran duda es hacer todas estas cosas en un país violento y de baja formación de capitales", advierte Juan Alfredo Pinto. En cambio Fenalco sólo expresa temor sobre un sólo programa: el seguro contra el desempleo. "Me parece lo más utópico dentro de lo ofrecido, pero de todas maneras habrá que estudiarlo", dice Sabas Pretelt de la Vega.

El vocero de los dueños del campo prosigue en lo suyo. "Si se van a crear nuevos canales de expresión colectiva, en el campo económico debe hacerse lo propio. Un sistema de expresión colectivo sin significado económico caería en el vacío. La clave está en generar empleo masivo en el campo y en repatriar el espíritu empresarial", sostiene Carlos Gustavo Cano.

Quizás por todas estas razones, el nuevo ministro de Hacienda no promete milagros, aunque sí esperanza. Tampoco está en el plano de discutir o llevar la contraria. Por ahora sigue fiel a la filosofía expresada hace unos cuatro años cuando advinió que "si uno quiere estar en desacuerdo con la gente...se pone una corbata diferente o no se opone". Sus conceptos sobre lo que necesita la economía colombiana no resisten ambiguedades: "se debe abandonar ese falso dilema entre el crecimiento basado en la expansión del mercado interno o en el externo. Hay que hacer crecer los dos mercados. Para alcanzar la expansión del mercado interno, o sea para mejorar el ingreso por habitante y su distribución, es indispensable dinamizar la economía primero; y esto significa exportar mucho más, puesto que no va muy lejos de la capacidad de expansión autónoma basada en el mercado interno, aun si se toman medidas muy extremas para mejorar la distribución del ingreso, que tendrían efectos muy adversos sobre la acumulación de capital y no serían factibles dentro del marco político que existe".

Ante un tema tan espinoso como es el económico, nadie quiere dar la última palabra. El mismo presidente Gaviria es cauteloso y se muestra dispuesto a frenar cuando las condiciones del camino no sean las más propicias. "Hay que adelantar un proceso gradual, cuidadoso. Hay que medir sus consecuencias e ir analizando cuál es el comportamiento de la economía y de los sectores productivos antes de proceder a dar el paso siguiente. No podemos estar montados en un programa irreversible o en un proceso que perentoriamente tenga que salir adelante de cualquier manera. Tenemos que ir mostrando la bondad del proceso en tanto que él se vaya desarrollando y, simultáneamente, desde luego, atender los problemas de infraestructura para internacionalizar nuestra economía". Y como la esperanza es lo último que se pierde, los anhelos del nuevo gobierno son los anhelos de un país al cual su presidente le aseguró el pasado 7 de agosto que también en materia económica, el futuro está comenzando.