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LA CRUZ DEL SUR

La economìa venezolana es el dolor de cabeza para Colombia, pero en Ecuador ya se encendieron las alarmas.

27 de noviembre de 1995

LA PROXIMIDAD CON EL ECUADOR NO HA implicado que los colombianos sigan con mucha atención lo que sucede en el vecino país. Las noticias de lo que alli acontece son más bien pocas. Tal vez en ese sentido este año ha sido excepcional por cuenta del conflicto armado que sostuvo con el Perú y por los escándalos políticos alrededor de su hoy fugado vicepresidente Alberto Dahik.
En términos económicos el interés ha sido mayor. Tras los acuerdos comerciales adoptados en el marco del Pacto Andino, los ecuatorianos se han convertido en unos de los mejores socios comerciales para los colombianos. Las exportaciones a ese país durante el primer semestre de este año sumaron más de 200 millones de dólares, un 51 por ciento más que en igual período de 1994 y Proexport estima que en 1995 se podrían alcanzar ventas cercanas a los 500 millones de dólares. Además Ecuador es el tercer comprador en importancia de exportaciones no tradicionales, pues sólo adquiere de Colombia productos manufacturados.
Pero no todo está bien en tierras del sur. A pesar de que en los últimos años ha bajado la inflación y ha aumentado el crecimiento promedio, aún hay problemas. La preocupación por el Ecuador se origina tanto en la fragilidad externa como en los problemas que comienza a enfrentar el sector financiero. Algunos observadores señalan que tarde o temprano comenzará en Quito una crisis en las entidades de crédito que, a su vez, originará una fuga de divisas y problemas cambiarios.
En Colombia el primero en lanzar las señales de alerta sobre lo que puede suceder en el vecino país fue el presidente de Anif, Javier Fernández Riva. Reconoce que aún no se ha deteriorado la situación, pero advierte que el próximo año, cuando se lleven a cabo las elecciones presidenciales: "La devaluación del sucre será inminente. La apreciación que ha registrado hasta la fecha no es el reflejo de una recuperación económica del país, sino producto de la especulación con las tasas de interés", afirma
Según Fernández, el problema radica en que la política contra la inflación, que a comienzos de la década superó el 60 por ciento anual y que este año debe acabar en 22 por ciento, se apoyó en la revaluación real del sucre. La llegada de divisas se vio alimentada por altas tasas de interés, que hoy oscilan entre el 30 y el 40 por ciento real (por encima de la inflación). Aunque las reservas internacionales del país se han mantenido estables en cercanías de los 1.600 millones de dólares, existe el temor de una fuga de capitales.
Todo esto se conjuga con un deterioro creciente en la calidad de la cartera del sector financiero, después de un rápido aumento en el volumen de préstamos durante 1994. Para Fidel Jaramillo, director de Multiplica, una firma de consultoría en Quito, "las deudas malas van a pasar del 4 al 10 por ciento del total de la cartera este año".

AGUANTANDO EL CHAPARRON
Con semejantes presiones encima, hay quienes temen una devaluación mayor del sucre, que podría iniciar un círculo vicioso. Y los inversionistas, al prever la situación inevitable, se retirarían y provocarían una fuga de capitales. Entonces el sistema financiero se vendría al piso, y el sucre también. Guardadas las proporciones, algunos piensan que podría suceder un proceso similar al que vivió México a finales del año pasado, con las consecuencias conocidas.
Pero lo que sí hay que reconocerle al Ecuador es que como este año se ha convertido en un experto en el manejo de cataclismos, tal vez salga adelante de los retos que se le imponen para 1996. Fidel Jaramillo afirma que "la gran ventaja es que el equipo económico es sólido. La prueba es que pocos países habrían podido salir así de bien librados si se hubieran tenido que enfrentar a los desafíos que le han tocado a Ecuador en 1995".
No le falta razón. El primer encuentro con la fea lo vivió el país por cuenta del conflicto armado con el Perú en enero pasado. La noticia del enfrentamiento desencadenó retiros masivos del sistema financiero y una alta demanda de dólares. La reacción de la Junta Monetaria fue el aumento de las tasas de interés y la venta de un buen volumen de divisas para evitar que el precio del sucre sobrepasara los topes proyectados.
La guerra con el Perú le abrió al Ecuador un gran hueco fiscal de alrededor de los 380 millones de dólares de acuerdo con cifras de la Cepal. Las medidas para superar el déficit fueron de orden impositivo, como la aplicación del gravamen del 2 por ciento sobre los vehículos motorizados o el aporte de dos días de sueldo. Otra parte del déficit se tapó con el recorte de los programas gubernamentales. Esta decisión, de paso, ocasionó que las proyecciones de crecimiento bajaran, pues se preveía que el incremento del Producto Interno Bruto fuera del orden del 3,5 por ciento, y ahora Multiplica espera que apenas llegue al 2,5 por ciento. En todo caso, las duras medidas sirvieron para que el déficit se mantuviera en 1,0 por ciento del PIB.
El sector productivo, que había perdido su vigor por la guerra, pensó que una vez que ésta hubiera concluido las cosas irían mejor. Pero con lo que no contaba era con que un racionamiento eléctrico le fuera a oscurecer sus perspectivas. La región de Paute, donde está ubicada la hidroeléctrica que abastece al 70 por ciento del país, sufrió una de las peores sequías de la historia. Ante esta situación, en agosto se programaron cortes por más oche horas diarias en ciudades como Quito y Guayaquil.
Tal vez sea en este frente en el cual el equipo económico estatal arroja el peor resultado en cuanto a resolución de crisis, pues las soluciones definitivas aún no se vislumbran. La puesta en marcha de la central térmica de Esmeraldas había permitido reducir los períodos de corte, pero por una falla repentina salió de funcionamiento. La Empresa Eléctrica de Quito prevé que, ante esta nueva situación, el racionamiento será de nueve horas y se extenderá hasta marzo del próximo año, y no hasta diciembre como las autoridades habían estimado.
Si las pérdidas por el racionamiento están estimadas en unos 500 millones de dólares, las de la crisis política aún no han sido calculadas. La fuga del ex vicepresidente Alberto Dahik no ha sido leída sólo como la pérdida del artífice de la política económica sino como un eslabón más de la crisis institucional que vive Ecuador: desde cuando se inició la telenovela de Dahik los diferentes órganos del poder no han hecho nada más que atacarse entre sí. El Congreso no sólo destituyó al ministro de economía, Mauricio Pinto -el segundo durante la administración del Sixto Durán- sino que también tumbó al presidente de la Corte Suprema de Justicia, Miguel Macías; por su parte, el máximo organismo judicial le dictó orden de captura al vicepresidente Dahik, al ex canciller Diego Paredes y, como para completar, el presidente Durán Ballén anunció que propondría una enmienda constitucional para que el Ejecutivo pueda disolver el Parlamento.

DOS COSAS CLARAS
De esta enredada maraña de sucesos dos cosas han quedado claras para los observadores internacionales: la gran inestabilidad política en que está sumido el Ecuador y el poco poder real que tiene el presidente Durán Ballén. A pesar de lo malas que se puedan ver las cosas, la confusión no se ha traducido en términos económicos. Tras la fuga de Dahik a Costa Rica, la Bolsa de Valores de Quito tuvo una caída moderada y el precio del sucre no superó su techo, aunque se mantiene en el borde de la banda cambiaria en 2.685 sucres por dólar. De nuevo la fórmula salvadora fue el incremento de las tasas de interés y la venta de divisas.
Ese comportamiento de los indicadores despejó las inquietudes que muchos analistas habían expresado sobre una posible salida del vicepresidente. Dahik, como arquitecto de las reformas económicas, era considerado como indispensable para la estabilidad financiera del país. Con las acciones emprendidas hasta la fecha, la política económica ecuatoriana ha demostrado su capacidad de resistir los temporales. Lo que queda por establecerse es si ésta es el fruto de unas medidas serias, sólidas y coherentes, o simplemente la salida adoptada por el gobierno de turno para evitar que la situación le explote en las manos. Por ahora resta esperar los últimos meses de la administración Durán Ballén y cuál será, en términos económicos, el futuro del próximo mandatario que será elegido en mayo.
En el intermedio, a Colombia sólo le queda confiar en que Ecuador tenga más suerte que Venezuela y que su tercer mercado más importante para las exportaciones no tradicionales salga de sus problemas. Y es que para los productores colombianos sería lamentable comprobar, por fuerza de los acontecimientos, que si en Caracas llueve, en Quito tampoco escampa.