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La cultura da plata

Las industrias culturales, además de fomentar la creatividad y el sentido de identidad de los pueblos, contribuyen al fortalecimiento de la economía.

12 de junio de 2000

Economía y cultura rara vez van de la mano y casi nunca comparten un escenario común para analizar y debatir qué las une y qué las separa. Sin embargo las cifras y las evidencias dan a entender que, en vez de ir por caminos separados, ambas actividades tienen mucho que compartir y aprender la una de la otra.

Entre el 16 y el 18 de mayo en la Biblioteca Luis Angel Arango, de Bogotá, expertos de Colombia y del exterior participarán en un seminario sobre economía y cultura al que le han dado el nombre de ‘La tercera cara de la moneda’. Ellos tratarán de responder varias preguntas. ¿Puede el bien colectivo de la cultura abrirse un camino sin concesiones hacia la propiedad privada de la industria? ¿Es posible, recomendable o deseable un acuerdo entre ambos intereses? ¿En qué y cómo pueden contribuir el Estado y la libre empresa?

Entre los participantes se destacan Sheila Copps, ministra de Cultura de Canadá; Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique; Eduardo Bautista, de la Sociedad General de Autores de España; los economistas José Antonio Ocampo, Salomón Kalmanovitz, Armando Montenegro y Luis Carlos Valenzuela; Ramiro Osorio, ex ministro de Cultura de Colombia; José Fernando Isaza, presidente de la Compañía Colombiana Automotriz, y el arquitecto Rogelio Salmona.

Uno de los documentos que se van a presentar en el seminario es un estudio sobre el impacto económico del sector cultural en los países de la Comunidad Andina, realizado por el Convenio Andrés Bello y presentado ante la asamblea anual de gobernadores del BID en Nueva Orleáns el pasado mes de marzo.

Este documento revela resultados que ponen a temblar el paradigma de que la cultura es un sector marginal de la economía. “En 1998, año estrella del Ministerio de Cultura, la cultura le reportó a Colombia 1.407 millones de dólares. Ese mismo año el Estado le dio al Ministerio 32 millones de dólares. Esto quiere decir que la cultura, a través de los ciudadanos que utilizaron bienes culturales, le dio al Estado 38 dólares por habitante y que éste les devolvió apenas 80 centavos”, sostiene Fernando Vicario, coordinador del área de cultura del Convenio Andrés Bello.

El informe revela que las industrias culturales, incluyendo la producción de algunos de los principales insumos, le aportan al país 4,03 por ciento del Producto Interno Bruto, una cifra similar al porcentaje del PIB que generan la explotación de minas y canteras y muy por encima de otras actividades, como la producción de café pergamino (2,75 por ciento) y restaurantes y hoteles (2,31 por ciento).

Un tema que hace aún más relevante el alcance de estas cifras es el impacto negativo de la piratería, que en Colombia le quita ingresos muy significativos a los sectores de los libros (14 millones de dólares al año), la música (12 millones) y el video (25 millones). En España, cuando no había control a la piratería de libros, cada año se recaudaban 80 millones de dólares. Ahora se recaudan 285 millones de dólares. Este cáncer, que en Colombia casi que no se combate, impide que el aporte de la cultura al PIB sea aún mayor.

Vicario calcula que, de establecerse políticas culturales claras e incentivos, esta cifra podría subir 2 puntos en los próximos 10 años. “Se escucha a menudo decir que la cultura debe ser libre, no tener incentivos fiscales. Pero el auge de Hollywood se debió precisamente a la protección y a los estímulos que recibió del gobierno norteamericano. En Hollywood no pagaron impuestos durante 17 años porque el gobierno definió una política clara que era venderle al mundo la imagen de Estados Unidos a través del cine”.

El informe señala que el sector cultural exportó en 1998 146 millones de dólares, de los cuales 102 millones fueron en libros, 30 millones en artesanías y 14 millones en discos compactos. La cifra global no incluye un sector muy representativo, el de la exportación de telenovelas y otros programas de televisión, del cual no tienen información.

Para Vicario el diseño de políticas estatales coherentes para estimular la cultura también traería otro tipo de beneficios. “Una de las características de la cultura es que ocupa más que todo a los jóvenes, unos de los más golpeados por el desempleo”. Según el estudio, un millón de dólares en la industria automotriz genera 40 empleos mientras que ese mismo millón genera 140 en la industria del cine. “La cultura es un medio idóneo para transferir tecnología y a través de la cultura se genera un flujo de capitales muy rápido, muy ágil. Un productor de cine lo primero que hace es reinvertir sus ganancias en una nueva película”, agrega Vicario.

El señala que la única manera de convencer a los gobiernos acerca de la importancia de la cultura es a través de las cifras. Pero, agrega, el alcance de una política cultural coherente va mucho más allá.

Como señala el documento, las industrias culturales generan procesos de transformación social y de cambios culturales que llevan a la modernización y el conocimiento de nuevas tecnologías.

El documento agrega que “el comercio internacional en el futuro estará basado en la circulación de las ideas más que en la circulación de productos. De allí la importancia que ha adquirido la protección de la propiedad intelectual y, como parte de ella, la protección y promoción de las industrias asociadas al derecho de autor”.

Según Vicario, no se trata únicamente de ‘economizar’ la cultura sino también de culturizar la economía, y concluye: “Los modelos económicos que se aplican en América Latina lo único que hacen es generar inequidad y por lo tanto provocan separación. Es necesario crear nuevos modelos económicos que tengan en cuenta estos intangibles. Las políticas culturales deben ir mucho más allá de promover eventos o espectáculos. Deben enseñarnos a vivir juntos y a respetar las diferencias”.