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La economía de 2004

El país creció y mejoró el empleo. Sin embargo, un déficit fiscal que puede agravarse y un excesivo endeudamiento externo enturbian las perspectivas económicas del país.

Salomón Kalmanovitz*
19 de diciembre de 2004

Un crecimiento moderado en medio de una bonanza internacional, la revaluación del peso, una inflación baja y un déficit fiscal potencialmente inmanejable fueron los hechos fundamentales de la economía colombiana en 2004. Continuaron mostrándose los efectos positivos de la recuperación de la seguridad, como han sido la repatriación de capitales, mejores niveles de inversión y un aumento de la construcción (30 por ciento al tercer trimestre de 2004), que sin embargo comienza a desfallecer en las nuevas licencias al no estar siendo potenciada por el crédito hipotecario.

En los últimos cinco años se han mantenido bajas tasas de interés, pero como el crédito ha sido escaso, no ha contribuido a estimular la economía. Solo en los últimos dos años, el crédito de consumo y el comercial se han recuperado. La economía ha exportado más de lo que importa durante estos últimos años, la inversión se ha reanimado de tal modo que el crecimiento ha sido moderado, rondando el 4 por ciento de 2003 en adelante.

El crecimiento económico

El crecimiento económico en 2004 comenzó muy

bien y se aceleró durante el segundo trimestre del año (4,3 por ciento). Los resultados del tercer trimestre (2,4 por ciento) fueron regulares y sugieren que la economía avanzará entre 3,6 y 3,8 por ciento este año. Los sectores más afectados fueron obras civiles, con una caída del 28 por ciento, algo difícil de creer en medio de tanto TransMilenio; la minería se vio afectada por el agotamiento progresivo de Cusiana y caídas en la producción de oro; la agricultura perdió impulso por la reducción en la producción de café, a pesar de la recuperación de su precio internacional, que contribuirá a reactivar la demanda en la región cafetera. Industria y comercio continuaron creciendo bien, con 4,8 por ciento y 4,05 por ciento, respectivamente; las exportaciones tuvieron expansiones muy fuertes en el año, al igual que las importaciones, todo lo cual sugiere que el dato del Dane deberá ser reexaminado al alza.

Aún si se diera una corrección estadística, el resultado no es grandioso si se tiene en cuenta que hace mucho tiempo no se daban condiciones internacionales tan favorables al crecimiento de América Latina: mejoramiento en los términos de intercambio, bajas tasas de interés, flujo positivo de capitales y fuertes recuperaciones de las economías que salieron de crisis recientes, como Argentina y Venezuela. Con esta última mantenemos fuertes vínculos comerciales y de inversión. La Cepal hace un pronóstico de crecimiento del 4,4 por ciento para América del Sur, superada por Chile, Perú y Ecuador, que crecerán alrededor del 5 por ciento.

Los pesares de la construcción

La construcción pasa por un buen momento, financiada por unos ahorros que se han complementado con poco crédito. La crisis de 1999 condujo a que los usuarios le tomaran temor a endeudarse, mientras que el empoderamiento que le dio la Corte Constitucional a los deudores permitió unas tasas de mora de una cuarta parte de la cartera hasta hace pocos meses, así que los banqueros sólo prestan sobre un exceso de garantías. Los magistrados fueron deficientes reguladores financieros, lo que dificultó reparar el sistema de crédito hipotecario, que ya con la inflación baja podría volver a las tasas de interés fijas que permitirían tasas de interés más bajas que las actuales. Al no estar impulsada por el crédito y contar con un bajo nivel de subsidios de vivienda, la construcción se concentra en los estratos 5 y 6 y un poco en el 4; su empuje es mucho más débil del que pudo tener cuando el sistema Upac estaba vigente.

Las licencias de construcción en 2004 están 30 por ciento por debajo del auge que tuvieron en 1995 y están creciendo más lentamente. La cartera hipotecaria se continúa contrayendo y el crecimiento de los desembolsos a los compradores de vivienda está a un nivel de sólo una sexta parte del alcanzado en la cúspide del auge de 1998. La debilidad del sistema hipotecario de financiación puede ser una de las explicaciones de por qué la economía colombiana ha perdido capacidad de crecimiento.

El consumo de los hogares

Los hogares han podido aumentar su consumo a raíz de las mejoras en el empleo y las reducciones del subempleo y del desempleo. El desempleo urbano se ha reducido en 3,6 por ciento y el desempleo total, en 2,3 por ciento entre 2002 y octubre de 2004. La medición del desempleo pasa por preguntar si la persona está buscando trabajo y si no lo está, se dedica a estudiar o a tareas en el hogar, sale de la fuerza de trabajo; de esta manera, la tasa de desempleo pudo reducirse porque hay una caída de la fuerza de trabajo activa. Es posible, sin embargo, calcular el número de nuevos empleos que ha generado la economía en los últimos años, lo que se hace en la gráfica.

Lo que revelan las cifras es que la economía ha venido produciendo nuevos empleos formales de manera paulatina hasta llegar a un tope en abril de 2003, 1,4 millones, para después descender en febrero de 2004, incluso perdiendo algunos empleos en abril y junio, pero volviendo a ganar entre 500.000 y 300.000 empleos en los tres últimos conteos (ver gráfica). Los subempleados han reducido sus montos y ese es un argumento a favor de la mejora en la calidad de los trabajos que han sido creados pues muchas personas pudieron abandonar esos empleos precarios por otros más estables. Lo aparente es una pérdida de dinamismo en la creación de empleo durante 2004 (cinco meses malos y cuatro regulares).

El salario mínimo real, que cada año aumenta alrededor de 2 por ciento, y más aún las remesas que reciben las familias contribuyen a aumentar los consumos. Es aparente que la reducción en el valor real de las remesas, por la fuerte devaluación del dólar libre y la más lenta creación de nuevos empleos, esté incidiendo en mantener el consumo de los hogares de menores ingresos al crecer lentamente alrededor del 3,5 por ciento en 2004. Lo que sugieren los datos sobre consumo de los hogares es que hay una fuerte expansión de los bienes duraderos (como electrodomésticos o vehículos), más característicos de los estratos de mayores ingresos, y un crecimiento moderado de los otros tipos de bienes no durables (alimentos, bebidas), semidurables (calzado, ropa) y de servicios (educación, salud o telefonía).

Las cuentas fiscales

Los logros de la política fiscal son haber logrado reducir el déficit total del sector público no financiero y estabilizar la deuda pública (gráfica 8). Sin embargo, el primer logro tuvo que ver con los aumentos de los precios del petróleo, que arrojaron un mayor superávit de Ecopetrol y con una leve reducción del déficit del gobierno central del 0,5 por ciento del PIB en 2003, que para el año siguiente todavía sobrepasa el 6 por ciento de éste. El segundo se hizo posible por la reducción de la deuda debida a la revaluación del peso puesto que el PIB en dólares aumentó, lo cual fue compuesto con el crecimiento del mismo en torno al 4 por ciento durante 2003 y 2004.

Aunque no hubo un ajuste severo del gasto público, tampoco se dio una expansión inusitada pues el crecimiento observado ha sido similar al del PIB. El problema de fondo es que el gobierno no aprovechó estos momentos favorables para recortar su gasto y prepagar la deuda externa, de tal modo que circunstancias opuestas pueden poner en riesgo la estabilidad macroeconómica del país. El problema de fondo es el déficit del gobierno central que, como se observa, se vuelve a deteriorar en 2004 alcanzando 6,1 por ciento del PIB, el que se enjuga con el superávit de las empresas del Estado (Ecopetrol) y con la reducción en el servicio de la deuda externa que pudo equivaler a 945.000 millones de pesos (0,5 por ciento del PIB). Para 2005 se proyecta que el déficit del Gobierno Nacional Central llegue a 7 por ciento del PIB.

Hay graves problemas de financiamiento fiscal de 2005 puesto que el presupuesto contempla ventas de activos por 1,1 billones de pesos, a la vez que el presidente Álvaro Uribe anunció que no vendería Bancafé ni Granahorrar y que más bien los dedicaría a financiar pequeñas y medianas empresas. Se contemplaba la propuesta al Congreso de legislar nuevos tributos por 1,7 billones de pesos que se derrumbó, primera vez en muchos años que el Congreso rehúsa discutir una reforma tributaria. En el pasado el gobierno ha logrado hacer aprobar tributos progresivos temporales (el impuesto al patrimonio, la sobretasa al de renta y el impuesto a las transacciones financieras que expiran el año entrante o en 2006) y regresivos en forma permanente, como los de IVA, que recaen sobre los ingresos de todos los estratos sin tener en cuenta la capacidad de pago de cada cual. Al mismo tiempo, el gobierno no ha considerado reformas de fondo en el sistema tributario que lo tornen más transparente, que retiren exenciones a sectores privilegiados y que pongan a tributar a ciudadanos ricos que no lo hacen ni a nivel nacional ni local, cuando se trata de un esfuerzo de guerra cuya naturaleza no parece ser transitoria, y que tiene que asumir toda la sociedad colombiana para derrotar a la insurgencia.

Los planes de financiamiento externo del gobierno son también bastante ambiciosos para 2005 pues prevén 1.500 millones de dólares de recursos frescos que poco contribuirán a devaluar el peso colombiano. Para 2006 los desequilibrios se ven agravados por la carga pensional, que ya en 2004 ha demandado platas del presupuesto de la Nación y que a la fecha no ha logrado pasar el cuarto debate de reforma constitucional que requiere para reducir un tanto las cargas. Congresistas y magistrados son los beneficiados de los regímenes especiales de pensiones y han logrado bloquear o trasladar hacia las futuras generaciones los recortes necesarios para hacer viable el sistema.

Así como el alto precio del petróleo ocultó el decaimiento de la producción de Cusiana y le permitió un respiro fiscal al gobierno, la normalización de su precio puede incidir en que el déficit total del sector público no financiero se evidencie más claramente. Durante el último mes el precio del crudo ha caído de niveles de 55 dólares el barril a 40 dólares, acercando más tal eventualidad al futuro inmediato. De contera, el menor ingreso de divisas por este rubro puede debilitar el peso, lo cual se reflejaría en un nivel de deuda sobre PIB de mayor riesgo para los acreedores del país, haría más pesado el servicio de la deuda vigente y encarecería el nuevo financiamiento del déficit fiscal. La caída de los ingresos externos devaluaría el peso, ahora sí en serio, despeñando presiones inflacionarias que han sido contenidas en parte por las condiciones excepcionales descritas atrás.

La perspectiva sobre el valor del peso es incierta, en la medida en que el desequilibrio fiscal está contenido por circunstancias que pueden revertirse en un mediano plazo. Esto nos lleva a concluir que otra razón para que el crecimiento de Colombia no sea más rápido reposa en la economía política de su gasto público: primero, que el ingreso tributario del país es destinado en buena parte (5 por ciento del PIB) a recuperar la seguridad y no a la inversión pública; segundo, que buena parte del gasto se destina a actividades en las que los políticos pueden captar una renta y no a las que el desarrollo económico exige; tercero, y no menos importante, que su excesivo financiamiento externo expone el país a grave riesgo macroeconómico y eso frena, en fin de cuentas, la inversión de los grandes jugadores.

* Economista, miembro de la Junta Directiva del Banco de la República.
Las opiniones aquí expresadas son del autor y no comprometen al Banco de la República