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LA HORA DEL ADIOS

Con una inversión de dos millones de dólares la Bolsa de Bogotá se despidió de la rueda de viva voz y le dio paso a las transacciones electrónicas.

4 de noviembre de 1996

Faltaba un minuto para las 12 del día del viernes 27 de septiembre cuando Gabriel Ferrero cantó en plena Bolsa la venta de 5.000 acciones del Banco de Bogotá a 6.200 pesos. Lo único que pudo hacer fue pedir un whisky. No era para menos. Al fin y al cabo estaba dejando atrás las historias de 67 años de rueda en la Bolsa de Bogotá y dándole paso a la era de las transacciones electrónicas.
Gabriel Ferrero llegó por primera vez a la Bolsa en 1945, y hoy en día es el único de los comisionistas de la vieja guardia autorizado para cerrar una operación. Por eso, ninguno como él era tan apropiado para dar el grito con el que se le diría adiós a la viva voz. Y ninguna acción podía ser mejor para él que la del Banco de Bogotá, pues uno de sus más latentes recuerdos es cómo a principios de los 80 vendió a 70 pesos la misma acción, también un viernes, y el martes ya estaba a 90 y dos meses después llegó a 5.000. "Había tres grupos económicos que querían adueñarse del control del banco, entonces comenzaron a comprar a lo que fuera. Son momentos en los que uno quisiera escondérsele al cliente. Es el alza más rápida y sorprendente de las que recuerdo", dice Ferrero.
Esa fue una de las anécdotas que llegó a la mente de los comisionistas el viernes 27 cuando, después del canto de Ferrero, él y sus colegas de la época siguieron a un almuerzo que tuvo más de nostalgia que de modernidad. Asistieron los corredores antiguos, y también los de ahora, los que han sido presidentes de la Bolsa y el superintendente de Valores. La reunión sirvió para recordar viejas épocas, para volver a escuchar apodos como 'Musiquita', 'Pololo', 'Tachuela', 'Pomarroso', 'Chupeta' o 'Buchón'. Faltó poco para que viajaran todos juntos hasta 1929, cuando se hizo la primera rueda en la Bolsa de Bogotá. Pero aunque no pudieron, a muchos les alcanzó la memoria para viajar hacia unos años después, cuando las ruedas se hacían en el edificio de la calle 14 No. 8-79. "Al principio, a los puestos en la rueda iban los dueños de las firmas. En la Bolsa no había teléfono. Los clientes tenían que ir hasta allá y se paraban detrás de una baranda, desde donde lo llamaban a uno", recuerda Gabriel Ferrero. Pero además de las visitas, Alfonso Martínez Sáenz, 'Musiquita', quien arrancó como corredor en 1947, evoca los días en que "los clientes se comunicaban con nosotros por telegrama. Había un funcionario de Marconi en la Bolsa, y al final del mes nos pasaba la cuenta".
En ese entonces hablar de un día en que se movieran 100.000 pesos en la Bolsa era motivo de fiesta. Y es que la rueda parecía muchas veces un club social, pues cualquier cosa servía para celebrar. Pero además de la jocosidad, la rueda también era el lugar donde ocurrían cosas verdaderamente históricas. Alfonso Martínez recuerda cómo en 1957 "la Bolsa ayudó a tumbar a Gustavo Rojas Pinilla. El 5 de mayo me encontré con Guillermo León Valencia y Alberto Lleras en la visita de pésame a la familia de Ernesto Aparicio. Lleras me dijo que habría un paro cívico. Yo llamé al presidente de la Bolsa, Fernando Plata, para contarle. Fue así como al día siguiente decidimos unirnos al paro a las 11 de la mañana, y no lo levantamos sino hasta el 10 de mayo, cuando cayó Rojas Pinilla".
Esas cosas, sin embargo, quedaron atrás. Lo mismo pasó con las empanadas de las 11:30 de la mañana y con las famosas 'primiparadas', que iban desde llamar a un comisionista nuevo diciéndole que era de parte del gerente de una empresa para proponerle un negocio, para que después de dos horas anunciando su oferta supiera la verdad, hasta cortarle la corbata o quitarle los zapatos para botarlos al techo cuando cerraba su primer negocio.
Pero, a pesar de la nostalgia, las cosas tenían que evolucionar. Como dice Mauricio Botero, de Corredores Asociados, "es cierto que se pierde el contacto personal, la parte cálida y la camaradería, pero entrar en la era de las transacciones electrónicas era un paso importante y urgente que le da transparencia y claridad al mercado".
Eso fue lo que pensó el presidente de la Bolsa de Bogotá, Carlos Caballero, cuando hace dos años le dijeron al posesionarse que su misión era innovar el sistema de transacciones. Viajó a las bolsas de Madrid y Santiago de Chile, y se decidió por el método de esta última, que requería una inversión de dos millones de dólares. "Es un computador tolerante a las fallas, que en Chile nunca se ha caído", dice. Pensó en si era mejor hacer un sistema mixto que combina unas horas de viva voz con otras electrónicas, como el de Chile, México, Madrid, o sólo electrónico como el del sistema Nasdaq, y fue éste el que prefirió. "El de Bogotá es un mercado poco profundo, que no alcanza para mezclar. Y además el tráfico de la ciudad es inmanejable y la Bolsa está lejos de los comisionistas". Así, de la rueda sólo quedan los recuerdos, aunque su salón en la Bolsa seguirá sirviendo para los martillos, las privatizaciones y los remates. Esa será la oportunidad para que quienes vivieron los días de la rueda vuelvan, por lo menos, a comer empanadas.