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"LA INFORMALIDAD NO ES UN BUEN SENDERO"

HERNANDO DE SOTO

9 de marzo de 1987

Hacia tiempo que el panorama de las ideas sobre el desarrollo no se alteraba en América Latina. Por más de veinte años los estudiosos discutieron los mismos diagnósticos y las mismas soluciones para sacar al continente del subdesarrollo. Sin embargo, esa situación cambió a partir del segundo semestre del año pasado, debido a la publicación en el Perú de un libro llamado "El otro sendero" el cual ha alborotado el avispero de las ideas a lo largo y ancho del continente. Su autor, Hernando de Soto, un economista arequipeño que dirige el Instituto Libertad y Democracia en Lima, se encuentra durante esta semana en el país con el fin de presentar su obra y atender una serie de seminarios organizados en diferentes ciudades colombianas.
Horas antes de viajar, De Soto habló largamente con SEMANA desde su oficina en Lima. Apartes de esa entrevista:
SEMANA: A pesar del revuelo que ha causado "El otro sendero", se dice que este sólo se aplica a la realidad peruana. ¿Usted qué opina?
HERNANDO DE SOTO: Se puede decir que el libro tiene dos pattes. Una primera que habla sobre una serie de estudios empíricos en el Perú, y una segunda que es generalizable y que habla sobre lo que significa toda esta informalidad en términos de nuestro gobierno y en términos de la forma en la cual nos administramos a nivel público y privado. Pero la primera parte no deja de ser útil a pesar de hablar sobre el Perú. Voy a dar un ejemplo: una de las primeras cosas que vamos a ver cuando comiencen los debates en Colombia es que la definición tradicional de informalidad es distinta. Antes de nuestros estudios se aceptaba lo que decían las entidades internacionales, según las cuales las informales son unidades productivas de menos de diez empleados. La primera cosa que se descubre con lo nuestro es que eso no tiene mucho sentido, porque puede haber empresas ilegales sumamente grandes y muchas empresas legales pequeñas. Y al caer todo bajo la red de la informalidad, solo se está estudiando la situación de la pequeña empresa. Es un poco como estudiar a los enanos categorizándolos sin ver más allá.
S.: ¿Qué se hace, entonces?
H.D.S.: Lo que nosotros hacemos es definir todo lo informal como lo que es ilegal. Pero esencialmente entendido como los medios ilegales para conseguir fines legales. Entonces lo que clasificamos como informalidad es diferente a lo que se entiende en Colombia. Definimos informalidad como ilegalidad y nos preguntarnos porqué en nuestros países la gente, sobre todo la de origen humilde, tiene que trabajar ilegalmente, mientras que otros, con más medios, lo hacen legalmente. Por lo tanto, decimos que la gran discriminación en nuestro medio es de orden legal, y lo probamos con estadísticas.
S.: ¿Cuáles son los resultados?
H.D.S.: Con ese criterio los resultados son diferentes. Por ejemplo, la OIT cuando estuvo en el Perú no tomó en consideración la vivienda, porque para construirla se requiere más gente de la que contempla la definición tradicional de informalidad. Pero si vamos a nuestra definición, se tiene que más de la mitad de las viviendas del Perú se construyen ilegalmente. Si se empieza a aplicar ese criterio a otras actividades, se obtienen resultados sorprendentes. En el comercio se encuentra que aproximadamente el 60% de los establecimientos de venta, estén o no en la calle, son ilegales y que seis de cada siete mercados también lo son, cosa que nadie sabía antes que se dijera que informalidad significa ilegalidad y no sencillamente un negocio pequeño y que, por lo tanto, el problema radica en la manera en que se escribió el derecho.
S.: ¿Qué implicaciones tiene eso?
H.D.S.: Al poner en tela de juicio la definición corriente de informalidad, podemos acusarla de ser insuficiente para comprender la tragedia de los informales y la razón por la cual nuestros países siguen siendo tan pobres. Porque una vez que uno le da al derecho una evaluación cualitativa, no solamente explica la marginalidad sino también porqué nuestros sectores formales siguen siendo más pobres que los de las naciones desarrolladas y porqué nuestros países que, eran más ricos que los asiáticos a finales de la Segunda Guerra Mundial, ahora están muy atrás. Frente a eso, a uno le surge la duda de cómo explicar que el peruano o el colombiano sean más pobres que otros habitantes del mundo. La primera respuesta que se recibe es la racista o cultural y entonces se dice que somos indolentes, perezosos, desordenados y violentos. Sin embargo, cuando un peruano o un colombiano se establecen en Europa o Estados Unidos, esos problemas no surgen. Entonces habría que preguntarse si la consecuencia del marco legal sobre la gente humilde es el subdesarrollo. Porque si no se lo explica con base en el análisis legal o institucional, sólo queda la respuesta de tipo cultural que dice que somos inferiores. Y esa es la respuesta que no aceptamos en nuestra investigación. Logramos descubrir que, a pesar de lo que todo el mundo creía, el derecho para la gente pobre, sin contactos, es sumamente difícil.
Por lo tanto, yo no me me atrevería a decir que nuestro libro sólo se aplica en el Perú porque una de las razones del éxito radica en que nadie allá se imaginaba que eso pudiera ser así.
S.: Sus críticos sostienen que usted no aporta nada nuevo porque la informalidad ya se conocía...
H.D.S.: Si el libro aporta algo nuevo, definitivamente no es que la informalidad existe. Hay en el Perú grabados que tienen 300 ó 400 años que muestran ventas callejeras o artesanos. La informalidad es tan vieja como América Latina o como Europa y en ese sentido el libro no descubre nada. Lo que creo que es nuevo en el libro es decir cuál es el significado político de esto y cuáles pueden ser las fuentes principales del subdesarrollo que anteriormente no se habían visto con este grado de importancia. En ese sentido yo creo que el libro es nuevo o, mejor, los estudios que le dieron lugar, porque yo no los he visto en otro lugar.
S.: Hay gente que opina que a pesar de que cambien las normas legales, los informales van a continuar porque ellos no tienen mayores problemas...
H.D.S.: Yo diría que los informales sufren enormes problemas por estar como están. El primero es la falta de crédito. A pesar de la ayuda del gobierno y de las fundaciones privadas, resulta que el 60% de la población del Perú, que es informal y que genera el 40% del Producto Interno, recibe solamente el 0.2% del crédito formal. Pero no solamente eso, porque ser informal significa que uno no tiene cómo combinar recursos. La raíz misma de la empresa consiste en que yo puedo combinar recursos en forma eficiente y eso origina la figura de la sociedad, tal como sucede en el mundo formal. Esta capacidad de combinar que dan los contratos, el hecho de poder acudir a los tribunales en caso de disputas, el mismo hecha de garantizar un crédito, son cosas que los informales no tienen porque están fuera del derecho. No pueden distribuir las acciones de un negocio, no pueden dividir sus riesgos, ni distribuir ni limitar sus responsabilidades, ni tener acceso a seguros. Lo anterior quiere decir que los informales por estar fuera del derecho, están circunscritos a un ámbito de micro realizaciones que todo el mundo cree que es una característica social o ética de nuestros países y es nada más que el resultado de la falta de un buen derecho. La razón por la cual tantos latinoamericanos proceden a hacer microempresas no tiene que ver con la herencia española mezclada con la del indio americano, sino es el hecho de que no tienen acceso a los instrumentos legales, por medio de los cuales pueden realizar economías de escala y pueden prosperar. Por lo tanto, los informales tienen cantidades de problemas y como nadie se los resuelve, no les queda otro camino que la pobreza y, cuando se quejan, tienen que acudir a soluciones políticas bastante radicales, porque nadie se ha dado cuenta de que lo que le falta tanto a los peruanos como a los colombianos es un buen sistema de derecho.
S.: Ese diagnóstico tiene implicaciones sobre el desarrollo económico...
H.D.S.: Es otra cosa urgente que hay que hacer. Hay que concebir una nueva estrategia de desarrollo. Quizás nuestros problemas no sean tanto de falta de capital o de un estado que se entrometa más en los asuntos de la producción, sino de examinar de una vez por todas qué efectos tienen las instituciones legales en nuestro subdesarrollo. Nosotros lo que decimos es que los resultados ya obtenidos en el Perú, piden a gritos que se reformule la estrategia de desarrollo y es por eso que en las últimas páginas del libro nos permitimos indicar por qué camino hay que transitar para hacerlo.
Cuando hablamos del otro sendero no estamos hablando de la informalidad, porque esta no es un buen sendero sino un mal sendero. La informalidad es desarrollarse fuera del sistema legal y eso nunca es una buena cosa.
Lo que es bueno de la informalidad es que prueba que en nuestros pueblos sí hay energía y sentido para producir, pero lo que implica el otro sendero es que hay que encontrar otra estrategia de desarrollo diferente a las intentadas hasta ahora.
S.: El cambio legal le puede molestar a las personas que se crean beneficiadas ahora...
H.D.S.: Cuando comience el debate, la mayoría de los sectores se va a dar cuenta de que a nadie le conviene el sistema legal existente. Inclusive los formales podrían ser mucho más prósperos si el sistema legal fuera distinto. Por otra parte, la experiencia del Perú indica que con el tiempo los informales se van a dar cuenta de que el problema es el derecho, la legalidad, la autoridad. Es de esperar, entonces, que en un futuro van a presionar a los partidos políticos a que se reforme el orden legal para que ellos puedan prosperar. Y en el caso concreto del Perú para uno es obvio que si no se hace algo, las clases populares se van a radicalizar mucho más, ya sea acudiendo a la violencia en la desesperación total, o votando cada vez más por los partidos de corte marxista leninista. Por lo tanto, las clases que creen que se benefician del estado de derecho actual, van a tener que sumar todos esos factores antes de tomar la decisión sobre si desean preservar el estado actual de las cosas. Yo creo que se va a llegar a la conclusión que el estado legal actual a nadie le conviene y que las pocas personas que tienen intereses creados en el sistema van a tener que ceder frente a las mayorías que quieren cambiarlo.