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LA MUERTE DEL NEGRO

Parece un contrasentido revaluar en pleno proceso de apertura, pero el Gobierno lo hizo. SEMANA revela el porqué.

29 de julio de 1991

ALGO HABIA QUE HACER. EL BANCO DE LA República se estaba inundando de dólares y estaba perdiendo definitivamente el control de la oferta monetaria.
A pesar de todos los esfuerzos para reducir su crecimiento, el dinero en circulación seguía mostrando tasas de expansión anuales superiores al 30 por ciento. Y las llamadas operaciones de mercado abierto (OMA), destinadas a colocar papeles entre el público para captar los excesos de liquidez de la economía, ya no daban más.
En menos de dos meses (mayo y junio) las reservas internacionales del Banco de la República se incrementaron en 530 millones de dólares, que al ser convertidos en pesos agregaron más de 300 mil millones al medio circulante. Y las OMA sólo alcanzaron para congelar 120 mil millones. La diferencia, 180 mil millones de pesos quivalentes al 10 por ciento de la oferta monetaria se quedaron en la calle y explican el porqué no se pudo mantener el crecimiento de los medios de pago en 22 por ciento, como lo quería el Gobierno.
Con esa tendencia, el dinero en circulación habría terminado el año con un aumento superior al 60 por ciento, o el Banco de la República habría tenido que colocar papeles por cerca de 700 mil millones de pesos adicionales, presionando todavía más las tasas de interés y asumiendo una pérdida gigantesca en la Cuenta Especial de Cambios, que es la que nutre de recursos al banco para el pago de los costos causados por las operaciones de mercado abierto (como estaban las cosas, el Gobierno calculaba en 60 mil millones de pesos el déficit de la Cuenta al finalizar el año).
En cualquiera de los dos casos, habría sido imposible eliminar las presiones inflacionarias que han impedido reducir el crecimiento de los precios en lo que va corrido de 1991. Es más, dichas presiones se habrían multiplicado.
Por eso, todo el mundo estaba de acuerdo en que había que hacer algo. El problema era ¿qué? Y ahí sí existían algunas diferencias.
Para todos los miembros del equipo económico estaba claro que el factor desestabilizador de la política económica era el incesante flujo de dólares que estaba recibiendo el Banco de la República. Y todos tenían en la mente una solución que, por su elevado costo político, no suele ser de buen recibo: la revaluación del peso. Por eso, y porque en Colombia