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LA OLLETA DEL CAFE

Fracaso en el pacto cafetero oscurece el horizonte de la economía colombiana.

6 de abril de 1987

Desde un comienzo se sabía que la lucha iba a ser de titanes. Por eso, cuando los delegados de las 75 naciones que componen la Organización Internacional del Café llegaron a Londres a finales de febrero, había en el aire la sensación de que los esfuerzos para devolverle al mercado del grano su estabilidad, iban a ser infructuosos. Y así fue. Después de diez días de continuas trasnochadas tratando de ponerse de acuerdo sobre la reimplantación del sistema de cuotas cafeteras, la reunión de la OIC se disolvió sin éxito. Tal como había venido operando desde comienzos de 1986, el mercado del café continuó bajo un esquema de libertad de mercado.
La consecuencia obvia fue el desplome de los precios. El martes pasado, la cotización internacional del grano tuvo su caída más grande desde julio de 1977, al perder cerca de 16 centavos de dólar por libra en un solo día y cerrar, en el mercado de futuros, apenas por encima del nivel del dólar por libra. Aunque el café colombiano cerró con un precio más alto, la caída fue similar y produjo honda preocupación en el país debido a los problemas que puede crearle a la economía un menor ingreso proveniente de las exportaciones del grano.

GRINGO VS. CARIOCA
El fracaso de las conversaciones en Londres dio al traste con la aspiración de aquellos que desean ver un mercado cafetero con precios estables. Desde noviembre de 1985, cuando debido al anuncio de sequias en el Brasil la cotización del grano se disparó, los precios del café han estado montados en una montaña rusa. Tanto subir y bajar debía haber terminado a comienzos de este año cuando había indicaciones claras de que el mercado cafetero estaba adecuadamente abastecido. Si las cosas hubieran funcionado como estaba previsto, los miembros de la OIC se habrían reunido y habrían acordado volver al sistema de cuotas. Según este, cada uno de los 50 países consumidores que integra el pacto cafetero se habria comprometido a exportar un número dado de sacos, limitando así la oferta de café y logrando de paso una estabilidad en los precios.
Sin embargo, las conversaciones no resultaron. El gran problema en esta oportunidad consistió en que Brasil y los Estados Unidos -el primer productor y el primer consumidor, respectivamente- se enfrascaron en interminables argumentos sobre la distribución del "ponqué" cafetero, sin llegar a ponerse de acuerdo. En opinión del negociador norteamericano, John Rosenbaum, las conversaciones comenzadas el 23 de febrero fracasaron porque "una mayoría de los productores", liderados por Brasil se negó a negociar la distribución de las cuotas, teniendo en cuenta los criterios de exportación previa y reservas de café. Por su parte, Jorio Dauster, presidente del Instituto Brasileño del Café, sostuvo que estaba dispuesto a negociar pero sin presiones.
El hecho fue que Brasil defendió su cuota de exportación tradicional, cercana al 30% de las exportaciones totales de la OIC. Según el país suramericano, se debía readoptar la distribución de la cuota global de 58 millones de sacos que existía cuando el acuerdo fue suspendido. Aunque normalmente los Estados Unidos habían aceptado la posición brasileña, esta vez Rosenbaum, en asocio de los delegados de Gran Bretaña y Holanda, dijo que no. Como era de suponer Brasil se opuso al grupo de consumidores, ya que de aceptar la propuesta de Rosenbaum habría perdido participación de mercado. Diferentes alternativas fueron contempladas y en ninguno de los casos se llegó a un consenso.
A pesar de que Colombia aumentaba su participación notoriamente bajo el esquema propuesto por los norteamericanos, el país sacrificó buena parte de sus intereses y se dedico, por encima de todo, a actuar de mediador en el conflicto. No obstante, las posiciones fueron irreconciliables (alentadas además por una evidente tirantez en las relaciones entre Dauster y Rosenbaum) y el lunes 2 la reunión se disolvió sin lograr un acuerdo.
Tal como están las cosas, el mercado cafetero continúa en libertad. Por ahora, las esperanzas de acuerdo radican en una reunión del consejo ejecutivo de la OIC, la cual tendrá lugar en Londres el 29 de marzo. Si en ese entonces tampoco hay consenso, las discusiones volverán a comenzar hasta septiembre.

EL SUSTO COLOMBIANO
El fracaso de las negociaciones cafeteras en Londres creó conmoción en Colombia. A las pocas horas del anuncio, más de un observador ya estaba pronosticando el hundimiento de la economía nacional como consecuencia del desplome de los precios en el mercado neoyorquino. De hecho, el problema de los precios le va a salir caro al país. En 1986, bajo el espectro de la bonanza, las exportacines cafeteras alcanzaron una suma cercana a los 3 mil millones de dólares. Ahora, esa suma se va a reducir a menos de la mitad y los cálculos que se hacen afirman que por cada centavo de dolar que cae la libra en el mercado internacional, el país pierde algo así como 10 millones de dólares.
Todo eso no sería tan grave si los menores ingresos del café se compensaran por otro lado. Sin embargo, a pesar de que otras exportaciones van a aumentar, eso no va a ser suficiente. Pero aún, los especialistas insisten en que Colombia necesita entrada de dólares si desea atender el servicio y el pago de su deuda externa. Si el país no obtiene un superávit comercial apreciable o no consigue nuevos créditos internacionales, aun los más optimistas reconocen que para 1988 se estará a las puertas de una crisis cambiaria.
No obstante, el gobierno confía en tener suerte. Por una parte. hay esperanzas de conseguir nuevos créditos y por otra se afirma que el golpe de los precios se puede amortiguar. Tal como le dijera el ministro de Hacienda, César Gaviria, a SEMANA: "Colombia tiene una política económica que no se va a desbaratar por esto".
En opinión de Gaviria, el país puede resistir mejor la crisis de los precios del café gracias a que puede vender más. A diferencia de buena parte de los productores de café, Colombia cuenta con existencias cercanas a los 10.3 millones de sacos con las cuales, además de la producción normal, cercana a los 12 millones de sacos puede hacer sentir su presencia en el mercado. Bajo esas circunstancias el país podría llegar a vender más de 12 millones de sacos en el año, teniendo en cuenta las limitaciones que tiene en los puertos. En comparación, las exportaciones de Colombia en 1986 fueron de 11.5 millones de sacos, en 1985 de 9.6 millones y en 1984 de 10 millones. Así mismo, si el acuerdo en Londres se hubiera alcanzado, las exportaciones del país habrían llegado, a lo sumo, a 10.5 millones de sacos.
Esa circunstancia ha llevado a algunas personas a alegrarse por el fracaso de la OIC. Por una parte, se afirma que Colombia va a tener una buena oportunidad para disminuir el nivel de sus existencias, considerado como costoso y excesivo. Por otra, hay gente que insiste en que se cuenta con una oportunidad de oro para promocionar el café colombiano en mercados que tradicionalmente han consumido café brasileño.
La época dura, en cambio, se le va a presentar a los pequeños productores, en especial a los centroamericanos. No obstante, todo depende de lo que suceda con los precios. A pesar de que hay probabilidades de que el precio baje del dólar por libra, las cifras en el mercado de futuros hacen pensar en una timida recuperación a mediados del año. A partir de ese momento todo dependerá de lo que súceda con la cosecha brasileña. Si esta es grande, como se anticipa, la depresión de los precios puede ser total.
Esa coyuntura debe determinar el futuro del pacto cafetero. En Colombia, tradicionalmente se ha aceptado la idea de que el país no puede sobrevivir sin la OIC. La polémica comenzó desde 1932 cuando Mariano Ospina Pérez y Alfonso López Pumarejo difirieron sobre la conveniencia del pacto y desde ese entonces se ha revivido ocasionalmente. Ahora, personajes cafeteros como Fernando Londoño y Londoño están de plácemes por la libertad en que se encuentra el mercado. En opinión del patriarca manizalita, "nos hemos embarcado cómodamente en los pactos, donde no hay que trabajar". Según Londoño, el futuro es promisorio si con una agresiva política de mercadeo internacional se logra que el consumidor prefiera la calidad del café colombiano y lo busque expresamente.
Esa opinión no es compartida por los defensores del acuerdo cafetero. Según Néstor Osorio, delegado de Colombia ante la OIC, "el pacto ha sido el instrumento más adecuado para la defensa de los precios internacionales, teniendo en cuenta que en el mundo lo normal es que sobre café y no que falte".
Esa polémica tendrá su prueba de fuego en los próximos meses, cuando se vea cómo le va a Colombia en un mercado libre con precios a la baja. El riesgo es alto. En cuestión de días los negociadores colombianos tendrán que probar que son tan eficientes en la jungla del mercado libre, como lo han sido hasta ahora en el tranquilo y frío mundo de la Organización Internacional del Café.