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LA ORBITA DE VIOLY

En la actualidad la colombiana Violy McCausland es la banqueramás importante de Wall Street.

2 de noviembre de 1998

Uno de los cuentos más famosos en los corrillos de Wall Street es el del banquero que necesita hablar urgentemente con un importante empresario a quien no conoce. El banquero se entera que en ese momento el industrial se encuentra de vacaciones en Aspen, Colorado, y ante la imposibilidad de contactarlo por vía telefónica toma el siguiente vuelo a Aspen, alquila un par de esquíes y logra finalmente alcanzarlo en una de las pistas. Acto seguido se le presenta y le propone un negocio. Aunque las historias de este tipo son con frecuencia producto de la imaginación, o al menos de la exageración, ésta en particular es verídica. Su protagonista es la colombiana Violy McCausland, uno de los personajes más audaces, controvertidos y exitosos del mundo de las altas finanzas en la Gran Manzana. Desde que arrancó su carrera en el ámbito financiero como analista de crédito en J.P. Morgan, en 1978, su ascenso ha sido vertiginoso. En los 15 años que estuvo en Morgan fue uno de los puntales del banco en los procesos de reestructuración de la deuda de los gobiernos y empresas latinoamericanas de principios de los años 80 y las grandes privatizaciones mexicanas de finales de esa década y principios de ésta. Luego pasó a ser socia en la firma de banca de inversión del hoy presidente del Banco Mundial James Wolfensohn, donde durante dos años realizó varias de las grandes alianzas corporativas entre empresas multinacionales y compañías latinoamericanas. Finalmente, en 1995, logró cumplir su sueño de fundar, en compañía de cuatro socios _dos de ellos mujeres_, una firma propia _Violy, Byorum & Partners_, la cual actualmente preside. Esta firma ha tenido un éxito arrollador. En sus escasos tres años de existencia Violy, Byorum & Partners ha cerrado fusiones y adquisiciones por más de 5.000 millones de dólares en América Latina, ubicándose en los 10 primeros lugares del ranking internacional en esta especialidad. Si se tiene en cuenta que la comisión en negocios de este tipo suele estar entre el 1 y el 2 por ciento del valor total de la transacción, se puede tener una idea de cuán rentable es la operación. Además, con todo y que su planta de profesionales ha aumentado de ocho banqueros a cerca de 40 _en total son 85 empleados, incluyendo las áreas de administración y soporte_, la compañía sigue siendo un verdadero David entre los Goliat de Wall Street. Sin embargo las cifras solo cuentan una parte de la historia. Algunos de los negocios cerrados por Violy y su equipo están entre los más creativos y complejos jamás llevados a cabo en la región. Por ejemplo, las adquisiciones de Cementos Diamante y Cementos Samper por parte de Cementos Mexicanos _uno de los clientes estrella de Violy_ se realizaron simultáneamente sin que ninguno de los vendedores se enterara de que el otro también estaba negociando con la empresa azteca. No obstante, la operación más audaz de Violy hasta la fecha fue sin lugar a dudas el cambio de bando de las compañías embotelladoras del Grupo Cisneros _otro de los clientes incondicionales de la firma_ en Venezuela. Cisneros era el embotellador internacional más antiguo de Pepsi y había logrado posicionar a esta marca como la número uno en el mercado venezolano _cosa que solo ocurre en un puñado de países alrededor del mundo_. Después de un arduo proceso Violy logró convencer a los Cisneros de que se aliaran con Coca-Cola _idea que hasta ese momento se había considerado tabú en la familia_. Para pasar de elaborar los productos de Pepsi a los de Coca-Cola _operación que tomó solo un fin de semana y en la cual estuvo muy involucrada la firma asesora_ se requirió una inversión de 30 millones de dólares y tres jumbos volando constantemente entre Atlanta y Caracas, trayendo botellas, tapas y otros implementos marcados con el logo de Coca-Cola.
Trabajo y más trabajo
Desde las oficinas de la firma, decoradas en colores vivos, con orquídeas, muebles ultramodernos y obras de artistas latinoamericanos, en el piso 44 de un rascacielos de la Quinta Avenida, Violy sostiene que las claves de su éxito son tres: "Trabajo, trabajo y trabajo". Y la verdad es que nunca para. "Violy siempre está pensando en sus clientes", dice Simón Araújo, un colombiano que trabaja en la firma. Su día laboral arranca normalmente cuando se despierta, a eso de las siete de la mañana, y comienza a hacer llamadas a la oficina y termina a las dos o tres de la madrugada del día siguiente. Como su horario es tan extendido y a veces altamente impredecible, tiene tres turnos de secretarias que trabajan 24 horas durante siete días a la semana. También está a su disposición el jet privado de Wolfensohn, el cual alquila por horas. Su obsesión con el trabajo y la diligencia es tal que la cenefa que bordea el techo de su oficina tiene frases como: "No hay cosas imposibles sino personas incapaces" y "La voluntad de triunfar no es nunca tan importante como la voluntad de prepararse para triunfar". Esta intensidad y competitividad generan una lealtad casi religiosa entre sus colaboradores. Sin embargo, según una fuente consultada por SEMANA que quiso permanecer anónima, también pueden producir reacciones negativas. En su opinión, Violy produce odios o amores, pero no sentimientos intermedios.
Los amigos de Violy
Con el mismo empeño que desarrolla sus negocios Violy ha logrado cultivar un círculo de relaciones impresionante. Además de trabajar para muchos de los principales magnates latinoamericanos y de tener una junta directiva con personalidades del más alto nivel, es cercana a ejecutivos norteamericanos de la talla de Jack Welch, presidente de la General Electric, y Maurice Greenberg, presidente de la aseguradora AIG. Por otra parte, tiene amigos en las altas esferas de la política norteamericana, como Vernon Jordan _el mejor amigo del presidente Clinton_ y en el mundo de las artes _tiene una estrecha relación con el violinista Isaac Stern y con Agnes Gund, directora del Museo de Arte Moderno de Nueva York_. Muchas de estas relaciones las utiliza en su negocio, abriéndoles puertas a sus clientes en Estados Unidos y consiguiendo que la comunidad empresarial norteamericana se interese por América Latina. Aunque aclara que no es una experta, las opiniones de Violy sobre temas económicos son tan particulares como su estilo y su carácter. A diferencia de banqueros más ortodoxos, Violy dice estar "de acuerdo con imponer algunos controles al capital especulativo como los que existen en Colombia" y considera que mantener una moneda fuerte no es la panacea. Aunque espera que Brasil no devalúe, comparte con la visión del economista Jeffrey Sachs de que si esto ocurre no será el fin del mundo. En el caso de Colombia dice que la banda cambiaria ha funcionado bien y que "si algo no está dañado no hay necesidad de arreglarlo". No obstante, dice estar de acuerdo con la reciente modificación de la banda. A pesar de que es una optimista empedernida es consciente de que el próximo año será un período de bajo crecimiento para toda la economía mundial. No obstante, opina que por estar tan estrechamente vinculadas al desempeño de la economía de Estados Unidos _"la más sólida del mundo"_ las economías latinoamericanas serán de las primeras en salir de la crisis. Para ella, la situación actual plantea una oportunidad excepcional para el gobierno y los empresarios colombianos de recobrar su liderazgo en la región. Según McCausland, "el ajuste hay que mirarlo con optimismo; si todos nos ajustamos _empresarios, trabajadores, gobierno, consumidor_ de forma tal que tengamos gastos que se equiparen con los ingresos, al final Colombia va a ser el primer país de Latinoamérica en regresar a niveles de crecimiento sostenido". Para estos necesario que el gobierno siga adelante con el proceso de reforma económica, avance en el tema de la paz y, por sobre todo, que haya un esfuerzo concertado de todos los sectores del país, liderados por el Presidente de la República, para vender a Colombia en el exterior. Del lado del sector privado opina que también se debe aprovechar la crisis para cambiar y estar acorde con las nuevas tendencias de la economía global. Específicamente Violy sostiene que los grupos colombianos deben enfocarse más. "Si usted mira las empresas más exitosas del mundo, hay bastante pocas que estén activas en 17 industrias", dice la ejecutiva. "Especializarse es aún más importante si se tiene en cuenta que se está compitiendo con empresas más grandes, con costos de capital más bajos, mayores niveles de inversión en investigación y desarrollo, acceso al mejor recurso humano alrededor del mundo y una verdadera cultura empresarial. Cuando hay recursos limitados es necesario utilizarlos eficazmente". Otro campo en el que piensa que las empresas colombianas tienen mucho que aprender es en el de alinear los intereses de los accionistas con aquellos de los ejecutivos y los trabajadores. "¿Usted sabe que la secretaria del presidente de la General Electric tiene cuatro millones de dólares en acciones de esa compañía? Qué mejor manera de fomentar una verdadera cultura empresarial y estimular a los empleados". Para Violy el desarrollo de una economía se reduce esencialmente a una verdad elemental, "si no hay capital no hay crecimiento". Según ella, "no es cuestión de ser capitalista, sino realista. El capital es fundamental y como generarlo internamente demora mucho tiempo es conveniente importarlo". Y a nadie le cabe la menor duda de que si hay alguien que lo puede ayudar a canalizar hacia Colombia y el resto de la región es ella.