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La otra cara

Los países en desarrollo son los perdedores en la competencia global por talentos, pero los cerebros fugados pueden ser clave para sus economías nacionales.

15 de octubre de 2001

Estados Unidos absorbió 650.000 profesionales de países en vías de desarrollo durante los años 90. Cincuenta por ciento con título universitario y 25 por ciento con estudios de posgrado. Y a pesar de los atentados terroristas del 11 de septiembre 8 de cada 10 alumnos de los doctorados internacionales piensan quedarse una vez finalizados sus estudios según un informe de la firma McKinsey. Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, en conjunto, han atraído la tercera parte de los profesionales de las economías emergentes y la tendencia parece incrementarse. Estados Unidos ha duplicado la cuota anual de visas para trabajo temporal que se otorgan a profesionales. Japón pronostica que tendrá que importar al menos 30.000 trabajadores del rubro de alta tecnología para los próximos cinco años. Europa aspira reclutar este año miles de ejecutivos en China, India, Malasia y cientos más en América Latina. Este fenómeno repercute negativamente sobre países como Colombia, que sufren en carne propia los efectos de la competencia mundial de talentos pues pierden en este proceso a muchos de sus ciudadanos más capacitados y educados. Estos se marchan buscando una mejor calidad de vida o mayor salario. También huyen de guerras como la colombiana o de recesiones económicas como la argentina. “Pensar que esta tendencia pueda ser revertida en un futuro próximo no es realista”, señala McKinsey en su último estudio sobre migraciones. “Aunque los mercados emergentes han ofrecido generalmente incentivos regulatorios y fiscales para traer a los emigrados de regreso a casa fracasaron ampliamente, pues persiste la falta de oportunidades para realizar una carrera comparable”. Pese a esto los consultores de McKinsey ofrecen una luz de esperanza a Colombia y al resto de economías emergentes: de su condición de perdedoras declaradas pueden convertirse en ganadoras. Sólo deben cambiar la perspectiva. “Las capacidades técnicas y económicas, relaciones comerciales y capital financiero de los emigrados pueden ser atraídos para contribuir al desarrollo de estas naciones mediante inversiones externas directas, fondos de inversión, inversiones financieras e intercambios comerciales o educativos”, señalan Jamitra Devan y Parth Tewari, responsables del estudio. Una vieja practica Económicamente la migración permite ganancias financieras. Por ejemplo, los viejos giros postales. Se estima que en 2001 el dinero enviado a casa por los inmigrantes latinos llegará a 27.000 millones de dólares según la firma Romero Express. En Colombia el Ministerio de Hacienda calcula que el volumen de las transferencias realizadas por nacionales que viven fuera del país suma 1.000 millones de dólares anuales, que benefician directa o indirectamente a unos dos y medio a tres millones de personas. Otros cálculos aseguran que estos giros son el doble. De ser así, los ingresos por concepto de remesas familiares equivaldrían a dos veces lo que se percibe por las ventas de café y a cuatro veces las exportaciones de flores. Normalmente estas remesas se vuelcan directamente al consumo de las familias, “pero podrían fortalecer las inversiones y el crecimiento de largo plazo” En 1999, por ejemplo, 70 por ciento de los 50.000 millones de dólares de inversión directa extranjera en China provino de sus nacionales en el exterior. Los indios no residentes depositaron 5.500 millones de dólares en el Banco Estatal de India, aportando capital que se puede invertir. Pero la ayuda puede ir mucho más allá e incluir capital intelectual y know how de negocios. Es así como una buena parte de los 20 millones de indios que viven en el extranjero (que producen 160.000 millones de dólares anuales) y de los 50 millones de chinos que residen en el exterior (que generan 700.000 millones de dólares) han puesto en marcha negocios en sus países de origen. Pero como este tipo de iniciativas no florecerán sólo por pura espontaneidad los consultores de McKinsey recomiendan a las naciones emergentes desarrollar planes metódicos con base en tres pilares fundamentales: redes de emigrados, infraestructura de comunicaciones e incentivos. Redes y comunicaciones “Una red construida en torno a una actividad profesional específica, orientada a generar inversiones y negocios con el país de origen, puede tener un impacto mayor que el mismo giro de remesas en dólares”, aseguran Devan y Tewari. Este tipo de entidades gozan por lo general de las ventajas de los clusters económicos, al mismo tiempo que permiten hacer mayores y mejores inversiones en conjunto. Los empresarios de una nación pueden intercambiar información con los talentos exportados de manera inmediata y económica. La Red Surafricana de Talentos en el Extranjero, por ejemplo, creó a través de Internet una base de datos con la ubicación y especialidad de las personas que residen en el exterior. Esto les permite a las compañías surafricanas atraer a los talentos perdidos, a los recientes emigrados encontrar una red y a los más veteranos en el extranjero responder a las necesidades de su país de origen. En la actualidad existen algunas redes en funcionamiento, como la Red Colombiana de Investigadores e Ingenieros en el Extranjero y la Asociación India de Profesionales en Silicon Valley. En Tailandia el proyecto RBD (Reverse Brain Drain Project, o reversión de la fuga de talentos) ofrece a los expatriados que quieren invertir en su país información detallada sobre incentivos y una lista de empresas locales que buscan asociarse con extranjeras. Con un presupuesto de 49 millones de dólares anuales brinda alicientes fiscales a las investigaciones en colaboración entre locales y expatriados siempre que beneficien a la industria tailandesa. Un mundo de oportunidades Según el análisis de McKinsey los países emergentes también pueden brindar incentivos a los negocios nacionales que utilicen conocimiento y talento expatriado y así incentivar la inversión. Un crédito fiscal al talento, similar al aplicado en inversiones, podría beneficiar a aquellas empresas que empleen trabajadores emigrados por corto o largo plazo. Las cancillerías también tendrían que cumplir una misión como facilitadoras de la circulación de los talentos perdidos: establecer tratados bilaterales con las naciones receptoras de los cerebros locales para facilitar los viajes de los emigrados, crear alianzas e intercambios educacionales y de negocios. Así mismo el éxodo presenta otras oportunidades relacionadas con aspectos comerciales y culturales que requieren establecer una más estrecha conexión entre los connacionales y aquellos radicados en el exterior. En Colombia, por ejemplo, el sector privado ha comenzado a avizorar esta realidad y ya se sabe de la instalación de sucursales de empresas nacionales en el exterior. Pero no sólo la dimensión empresarial resulta susceptible de profundizar. También la influencia política se puede explotar. La participación de la comunidad colombiana en algunas zonas de Estados Unidos ha ayudado, por ejemplo, a reforzar las gestiones políticas del Estado colombiano. Varias organizaciones colombianas han hecho lobby en Washington para que se apruebe el Estatus Temporal de Protección (TPS), que otorga un permiso de 18 meses para vivir y trabajar a ciudadanos de naciones con crisis internas. El fenómeno del exilio tiene así una contraparte positiva para el país. Un lado de la moneda que si se sabe aprovechar constituye una fuente infinita de oportunidades. Documento:
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