LA RETORCIDA

Tras diez años de despilfarro y ostentación, los países arabes comienzan a temer por su futuro.

7 de marzo de 1983

Todo parece predecir que los elegantes almacenes de Oxford Street en Londres dejarán de ser pequeñas colonias de los países del Golfo Pérsico; tampoco habrá congestiones de Rolls Royce en todas las autopistas de los diminutos emiratos. El todopoderoso petróleo ve peligrar su reinado, al menos por un tiempo.
En 1973 cuando las alzas en el combustible provocaron una violenta recesión económica en Occidente, nadie hubiera podido predecir que diez años después los poderosos dueños de la principal fuente de energía estarían haciendo esfuerzos desesperados para no permitir la caída en el precio del bien que, en la mayoría de los casos, constituye el único producto de su economía.
Las negociaciones realizadas en el emirato de Bahrain se han constituido hasta el momento en un estruendoso fracaso. Arabia Saudita, que ha reducido en más de un 50% su producción de petróleo, hizo, durante la reunión, llamados a los otros productores para que disminuyeran la oferta de crudo, única posibilidad de mantener el precio vigente --34 dólares-- o, por lo menos, evitar la caída vertical que muchos temen.
Libia e Irán no parecen tener la menor intención de hacerle caso al llamado de los sauditas. La economía de Libia es débil ya que sus ingresos petroleros fueron básicamente invertidos en reforzar su poderío militar. Por esto, a Khadaffi le es imposible disminuir su producción. El caso de Irán es bastante similar: la guerra santa del Ayatollah cuesta millones y millones de dólares y Khomeini está dispuesto a violar --tal como lo ha venido haciendo-- todas las cuotas de la OPEP para poder continuar con su santa cruzada. El tercer país que se vio involucrado en las acusaciones sauditas por incumplimiento de cuotas fue Venezuela, que actualmente tampoco tiene posibilidades de mostrarse muy solidario ya que carga a cuestas una considerable deuda externa, y si detiene su producción, las cuotas de amortización de la deuda no van a detenerse.
Sumado a lo anterior, está el caso mexicano, uno de los mayores productores mundiales, cuya desastrosa situación económica ha sido noticia de primera plana durante los últimos tres meses. México no es miembro de la OPEP, pero en el momento en que comience a efectuar bruscas reducciones en el precio de su petróleo, los países de la OPEP se verán obligados a seguirle el camino, pese a que el petróleo mexicano es de diferente calidad al de los países del Medio Oriente.
Lo sorprendente fue que el golpe fatal no lo dio la débil economia mexicana. Lo dio Rusia, al bajar el precio del barril de US$ 31.50 a US$ 29.35. El crudo soviético no es de la mejor calidad, pero la rebaja en su precio es importante ya que controlan el 15% del mercado mundial.
La rapiña por los mercados ya comenzó: en Nueva York se rumoró que Arabia Saudita, hastiada por el incumplimiento de los demás miembros de la OPEP, está negociando la venta de 27.000 barriles diarios a un precio de US$ 29.50 la unidad. Esto para Brasil significa un ahorro de 500 millones de dólares respecto a las importaciones de hidrocarburos del año anterior.
Todo parece predecir que la batalla entre productores apenas comienza. Los países occidentales no productores del crudo son los felices espectadores de primer fila. Felices porque entre más dura sea la batalla mayor será su beneficio. Felices porque hicieron lo que se consideraba un imposible: disminuyeron radlcalmente durante la década el consumo del crudo.--