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La vaca que ríe

La certificación de parte del territorio nacional como libre de aftosa no podía llegar en un mejor momento.

9 de abril de 2001

Durante decadas pareció un sueño inalcanzable pero pronto se hará realidad. En medio de las dificultades del país y de la inseguridad de los campos se ha superado una barrera histórica para el negocio de la ganadería: la fiebre aftosa. Ahora los colombianos podrán tocar las puertas de los mercados internacionales y ofrecer un producto sano justo en momentos en que los consumidores están atemorizados por la enfermedad de las vacas locas y los recientes brotes de aftosa en el Reino Unido.

Colombia siempre ha estado marginada del comercio mundial por cuenta de esta fiebre que —a diferencia de las vacas locas— no afecta la salud humana pero sí diezma el ganado, lo debilita y adelgaza. Por eso, salvo algunas exportaciones marginales a otros países ‘aftosos’, la ganadería colombiana —que actualmente produce cerca de 740.000 toneladas de carne al año— se ha limitado a abastecer el mercado interno.

Los esfuerzos para derrotar la aftosa empezaron hace mucho tiempo pero desde hace tres años una serie de cambios en la legislación y una eficiente cooperación entre los sectores privado y público le dieron gran impulso al proceso. Con recursos del Fondo Nacional del Ganado, inversiones cercanas a los 100.000 millones de pesos y una tropa de 4.000 vacunadores los resultados están a la vista. Se da por descontado que en mayo próximo una vasta zona del norte del país —que abarca el 43 por ciento del inventario nacional de ganado— se certificará como libre de aftosa.

“Esto nos llena de orgullo y de satisfacción, dice Jorge Visbal Martelo, presidente de Fedegán. Tuvimos la fortuna de llegar en un momento dorado y eso hay que aplaudirlo”, añade. El mundo da vueltas y mientras en Inglaterra brota la fiebre en otros países brotan las oportunidades.

Lo que ha ocurrido en Europa es una calamidad. En las últimas semanas se han extremado las medidas para evitar la propagación tanto de la enfermedad de las vacas locas como de la aftosa. Todo animal sospechoso de provenir de la isla británica ha sido sacrificado. Incluso se han suspendido partidos de rugby y torneos de equitación y los gobiernos han recomendado a sus ciudadanos no salir al campo. También se han cerrado las exportaciones de animales y carne.

Entre tanto otros países se alistan para ocupar el espacio vacío que van a dejar los productores europeos en los mercados internacionales. El ministro de Comercio Exterior de Australia habló sin tapujos de esta posibilidad. También Argentina, acudiendo a figuras como Gabriela Sabatini y Gabriel Batistuta, planea hacer una ambiciosa campaña publicitaria a nivel mundial para resaltar el carácter sano de sus legendarias carnes.

Colombia no se quiere quedar atrás. Hace tres años, previendo la certificación, Fedegán construyó varios frigoríficos —condición indispensable para exportar al mundo civilizado—. Pero esta infraestructura todavía no es suficiente. Para debutar en forma en el comercio mundial de carne y leche aún falta mucho camino por recorrer.

Por ejemplo, hace falta ampliar la red de almacenamiento y transporte en frío y mejorar la raza de los animales. Más aún, para poder exportar sin dejar de atender el mercado interno hay que hacer importantes inversiones para ampliar la producción. Por eso es probable que los mayores efectos de la certificación no se vean en el corto plazo.

Pero así como la erradicación de la aftosa fue un esfuerzo colectivo y de largo plazo —algo inusual en Colombia— el desarrollo de la ganadería de exportación también puede serlo y a la vuelta de unos años el país encontraría una importante fuente de divisas y empleo en el campo.