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LAS VACAS FLACAS

A pesar del estancamiento crónico del sector agropecuario, la acción de los gobiernos cada vez se ocupa menos de él.

6 de diciembre de 1982

Aunque durante años se ha dicho que Colombia tiene vocación agrícola, el apoyo a ese sector, cuya producción ha venido en constante deterioro, no ha sido ni mucho menos la prioridad de los gobiernos en épocas recientes.
Ahora, cuando la situación ha llegado a tal extremo que el crecimiento en la producción es menor que el de la demanda, y al terminar el año menor en --0.8% que el de 1981, se acusa nuevamente al gobierno de turno de no ocuparse del problema. En un debate llevado a cabo la semana pasada en la Comisión Primera del Senado algunos de sus miembros se quejaron ante miembros del gobierno vinculados con el sector agrícola por falta de un programa de desarrollo para el sector. De ello, lo que más llamó la atención fue que la acusación fuera aceptada por el propio gerente de la Caja Agraria, Mariano Ospina Hernández, quien según versiones de prensa dijo que "un hecho real, que no puede ocultarse más, es que no existe un plan de desarrollo para el sector rural".
Se trata, el agrícola, de un problema con profundas repercusiones sociales por la importancia que tienen los alimentos en la dieta nutricional de la población y por los altos porcentajes de ingresos de las personas que deben destinarse a ellos.
Además, por tratarse de bienes necesarios cuyo consumo, en consecuencia, no puede suprimirse ó sustituirse, la baja producción obliga a la importación, exigiendo un gran esfuerzo en la consecución de divisas y estimulando, sin justificación situaciones deficitarias de la balanza de pagos. Esto, precisamente, ha ocurrido en Colombia durante los últimos años. Ha sido necesario comprar en el mercado internacional algunos productos que antes se cultivaban en el país ó que podrían sembrarse si se proveyeran los estímulos necesarios.
Según expertos consultados por SEMANA, de las importaciones agrícolas que realiza el país hay algunas que son inevitables y necesarias, pues no tienen posibilidad de alcanzar un auto-abastecimiento.
Su importación ha sido regular y constante. El trigo, por ejemplo, cuyo consumo interno alcanza las 450.000 toneladas anuales, tiene una producción que apenas alcanza las 700.000.
Hace algunos años, sin embargo, ésta llegaba a 150.000 toneladas, y se estima que la dotación de suelos, insumos y tecnología, permitiría abastecer el 50% del consumo. En cebada, igualmente, la producción se ha visto afectada por la roya y por la competencia de la actividad lechera que es más rentable y se lleva a cabo en las mismas tierras, por lo cual la importación se vuelve necesaria. Un tercer ejemplo, es el de los aceites, donde hay un déficit de 50%. Mayores incentivos para el cultivo de Palma Africana, de la cual se extraen aceites vegetales que han tenido un comportamiento satisfactorio en terminos de crecimiento, podrían llevar, según las actuales características productivas, el auto-abastecimiento.
Otros productos, en cambio, como sorgo, maíz, soya y leche, se importan sólo ocasionalmente, cuando la oferta interna no alcanza para satisfacer la demanda. En períodos recientes han sido especialmente cuantiosas las importaciones de sorgo y soya y las de maíz apenas lo han sido frenadas por el contrabando.
De otra parte, la estructura de costos que se derivan de las condiciones productivas y los altos precios en que ésta se refleja, además de la sobrevaloración del peso en términos reales frente al dólar fomentan permanentemente la importación de alimentos.
Otros elementos, que surgen de la actual coyuntura económica y que golpean la actividad agropecuaria, son la insuficiente demanda interna y la recesión del mercado externo. Este hecho se ha visto incluso en el caso de artículos necesarios cuya demanda, según la teoría económica, no varía sustancialmente cuando cambian los precios. Un ejemplo en este sentido es el de las harinas, cuya producción disminuyó en 10% durante el primer semestre del año.
Desde el punto de vista estructural, finalmente, hay dificultades que existen desde hace tiempo para un buen comportamiento económico de la agricultura. La comercialización de los productos, mediante procesos ineficientes, hace subir los precios, lo cual ocasiona una pérdida de bienestar social porque no se reflejan en mayores ingresos para los agricultores.
El último número de "Coyuntura Económica" señala, de otra parte, que la cotización de los insumos agropecuarios se ha incrementado mucho, aunque a un ritmo que no es constante y que varía para los diversos productos. Se concluye entonces que, además del problema de costos, los patrones tecnológicos utilizados en algunos cultivos no son los más eficientes.
Por último, existe una tendencia a la pérdida de dinamismo en el flujo de recursos que se destinan a investigación y adquisición de tecnología. Según la Revista de la SAC, en el período 1962-1970 las inversiones totales en adecuación de tierras representaron el 1.04% del valor de la producción agropecuaria. Entre 1965 y 1978 ese indicador bajó a O.08%, y en los últimos tres años fue de O.06% .
El problema, efectivamente, es de prioridades. Colombia, con todo y supuesta vocación agrícola, ha dejado de fijar su mira en el sector. Según dijo a SEMANA el presidente de la SAC, Carlos Ossa, (ver recuadro), si se destinara a la adecuación de tierras un 15% de la inversión planeada en el sector eléctrico hasta 1990, se podría ampliar el área sembrada en un 90%.
HABLA EL PRESIDENTE DE LA SAC
SEMANA. En su concepto, ¿cuáles son las posibilidades de una pronta recuperación en la producción agrícola?
CARLOS OSSA. Todo depende de la reactivación general de la economía. En primer lugar, la recesión mundial seguirá reflejándose negativamente sobre la agricultura porque la demanda está deprimida y los precios internacionales también. Por otro lado, en cambio, el país está muy esperanzado en los esfuerzos del Gobierno para dar énfasis al estimulo de las actividades productivas. De todas maneras, ya se conoce el resultado del presente año, que es uno de los peores en la historia reciente. Yo miro el año 83 con reserva, de tal forma que sólo a partir del 84 se puede presentar la recuperación.
S.: ¿Es compatible una política de precios de sustentación para favorocer la producción agrícola, con una política de precios para combatir la inflación?
C.O.: El ministro de Agricultura ha planteado un aumento de los precios por debajo de la tasa de inflación, y efectivamente ese aumentó durante el primer semestre del año, fue del orden de 10%, lo que en el año representaría un 20%. Lo importante para los agricultores es la seguridad de la comercialización, en lo cual viene trabajando activamente el IDEMA. Anteriormente, así los precios de sustentación fueran muy atractivos, era teóricos y en la realidad los agricultores vendían por debajo de él. Además, los precios de sustentación se cumplirán sobre la base de un compromiso, de parte de los productores, en el sentido de garantizar una productividad cada vez mejor.
S.:¿Qué efecto puede esperarse de la reciente medida tomada en el sentido de pasar 489 mercancías de la lista de libre importación a la de licencia previa?
C,O.: Fundamentalmente se trata de una medida de presentación. Aunque allí hay algunas mercancías que son competencia para la agricultura nacional, como cebolla, tomate y enlatados, el porcentaje de esos productos dentro del total de importaciones era demasiado bajo. Lo importante de la medida, entonces, es la intención que refleja, por parte del gobierno, de proteger la producción nacional.
S.:¿Y el aumento del CAT?
C.O.: Lo veo en la misma dirección que el paso de mercancías a licencia previa. No se puede esperar un efecto muy importante sobre las exportaciones agrícolas por los bajos precios internacionales. El aumento en el nivel de CAT servirá exclusivamente para mantener el nivel actual de exportaciones, pero no para aumentarlo. Será necesario utilizar nuevos mecanismos de fomento.
S.: Los actuales márgenes de rentabilidad de la actividad, que según se dice son muy bajos, ¿perjudican mucho la actividad agrícola?
C.O.: En este momento, efectivamente, la rentabilidad es muy baja. Esto obedece no a una mala productividad por hectárea sino a los altos costos de producción. No somos competitivos. En arroz, para poner un ejemplo, tenemos niveles de productividad por hectárea semejantes a los de los Estados Unidos. .Sin embargo, el precio de nuestro arroz duplica el del arroz norteamericano. El cuello de botella de la agricultura colombiana está en la estructura de costos, lo cual, lógicamente, disminuye los márgenes de rentabilidad.