Home

Economía

Artículo

NEGOCIOS

Lecciones para "yuppies"

Cinco años después del estallido de la burbuja tecnológica muchos de los jóvenes aventureros de esa época ni son millonarios ni continúan en el mundo 'punto com'.

5 de junio de 2005

Sin haber cumplido los 30, soñaron con volverse millonarios. Tempranamente renunciaron a ser empleados de saco y corbata, para embarcarse en una aventura que prometía revolucionar el mundo de los negocios: las empresas 'punto com'. Contagiados de la fiebre del Internet que llegó a Colombia a finales de los 90, estos jóvenes empresarios arriesgaron millones de dólares con la esperanza de multiplicarlos en pocos meses. Pero en 2000 sus ambiciosos planes comenzaron a derrumbarse. Docenas de 'punto com' quebraron y el dinero se fue tan rápido como llegó.

Hoy, cinco años después, los aventureros de esa época son ejecutivos aplomados. Unos pocos sobrevivieron a la debacle, pero aprendieron que, en Internet, el dinero fácil no existe. Y otros se alejaron del mundo virtual para incursionar en negocios tan "reales" como la finca raíz o los frigoríficos. ¿Qué pasó con los pioneros de las 'punto com' en Colombia? ¿Qué lecciones les dejó el ritmo frenético con que intentaron hacerse millonarios?

La fiesta

Nadie sabía a ciencia cierta en qué se estaba metiendo. Deslumbrados por el éxito de empresas como la librería virtual Amazon o el sitio de subastas E-Bay, en Estados Unidos, que tras salir al mercado accionario a mediados de los 90 se valorizaron a un ritmo sorprendente, muchos latinoamericanos decidieron repetir la historia en sus países. La mayoría había pasado por las más prestigiosas escuelas de negocios en Estados Unidos y conocía de cerca el modelo a seguir: hacer un plan de negocios prometedor, seducir a los inversionistas para que metieran su dinero y, uno o dos

años después, vender la empresa en la bolsa de valores de Nueva York. Al final del día, si todo salía bien, tendrían 200 o 300 millones de dólares en el bolsillo.

"Las condiciones estaban dadas: los inversionistas tenían un apetito voraz por empresas punto com y América Latina era un terreno inexplorado. La idea era ser los primeros en conquistarlo", recuerda Alberto Pardo, gerente de Deremate.com en Colombia, actualmente el sitio de subastas por Internet más grande de la región. Pardo, entonces un ingeniero javeriano de 26 años, con MBA en la Universidad de Minnesota, renunció en 1998 a su cargo en la ETB para unirse al grupo encargado de montar la operación de Deremate en Latinoamérica. Nueve meses después del lanzamiento del sitio en Argentina, en septiembre de 1999, ya estaban en Brasil, México, Colombia, Venezuela, Perú y Chile y habían recogido más de 40 millones de dólares de inversionistas dispuestos a apostarle al proyecto.

El dinero fluía a chorros y así mismo se gastaba. "Quisimos crecer tan rápido que perdimos las proporciones", cuenta Jerónimo Castro, actual director de Colfuturo y uno de los gestores de LatinAdvisor, la aventura virtual que lideró el hijo de la banquera de inversión Violy McClausland. Su objetivo era crear un portal en Internet donde concurrieran clientes y proveedores de textiles, autopartes, materiales de construcción, plásticos y químicos. Arrancaron por lo alto. Con cerca de 10 millones de dólares en la cuenta bancaria abrieron oficinas en Bogotá -todo un piso en el centro financiero de la capital- y en los más exclusivos barrios de Miami, Ciudad de México, Monterrey, Sao Paulo y Buenos Aires. Viajes a Miami en primera clase, fiestas en el famoso rumbeadero bogotano Andrés Carne de Res y esporádicas escapadas a las Islas del Rosario hacían parte del tren de vida de los nuevos empresarios.

Mientras tanto las ventas -la principal preocupación de cualquiera que se meta a una empresa- brillaban por su ausencia. Internet era un negocio distinto. "La idea era armar una gigantesca base de datos de usuarios registrados, invirtiendo en publicidad, para después, con esas cifras, vender la compañía en Nueva York", cuenta Andrés Soler, hoy gerente de e-marketing de Sony para Latinoamérica y hace 5 años directivo de UOL, el portal de Internet que llegó a Colombia a finales de 1999 de la mano del Grupo Santo Domingo.

Pero coleccionar usuarios no significaba mover la registradora, algo que, para aquella época, parecía no tener importancia. "A las punto com las medían por el número de visitas a su página web y por el plan de negocios que uno tuviera", dice Robert Pearl, quien con menos de 5.000 dólares creó en 1997 lalibrería.com, una compañía que prometía convertirse en el Amazon latinoamericano. Pearl llegó incluso a rechazar una propuesta para vender su compañía en cinco millones de dólares "pensamos que podíamos conseguir más por ella" dice, mientras recuerda que solo a la vuelta de unos meses lalibrería.com quebró.

El guayabo

El 14 de abril de 2000 el índice Nasdaq, que mide el precio de las acciones de empresas tecnológicas en Estados Unidos, se desplomó. En menos de un mes cayó 35 por ciento. Aunque algunos mantuvieron el optimismo y pensaron que se trataba de un chaparrón pasajero, en noviembre de ese año ya no quedaban dudas: la burbuja de las 'punto com' había estallado. La llave de dinero que habían abierto los inversionistas en medio de la euforia, de repente, se cerró.

En Latinoamérica el golpe fue mortal. Sólo sobrevivieron las empresas que tenían la plata suficiente para operar mientras reacomodaban su negocio. Una de ellas fue Deremate.com. "Recortamos la nómina de 220 a 70 empleados y entendimos que, para ser rentables, necesitábamos vender y cobrar", dice Alberto Pardo. A finales de 2003 las cifras de todas las operaciones de Deremate en la región dejaron de estar en rojo. Aunque los resultados han sido positivos -las ventas se han duplicado todos los años - las tentaciones de comprar un Porsche o un apartamento en Miami son cosa del pasado.

La mayoría, sin embargo, naufragó. En mayo de 2000, sin haber comenzado a operar, LatinAdvisor se quedó sin plata en el banco y, en noviembre de ese año, entró en liquidación. A sus empleados, a quienes les debían varios meses de sueldos atrasados, debieron pagarles con computadores, impresoras y hasta sofás. "Fue muy duro. Algunos soñaron con figurar y tener poder en lugar de crear un negocio sólido y perdurable", dice Jerónimo Castro. El socio fundador de LatinAdvisor, Henry Harper, es hoy el presidente de Intrepid Real Estate, una firma de inversión en finca raíz con sede en Miami.

Quienes entraron tarde, cuando comenzaban a sentirse los efectos del guayabo, corrieron igual suerte. Fue el caso del actual viceministro de Minas Manuel Maiguashca, quien a comienzos de 2000 lanzó Mequedo.com, un sitio de contenidos para jóvenes, y Elcloset.com, dirigido a la comunidad gay. Aunque él y sus socios lograron "estirar" por unos meses los 600.000 dólares con que arrancaron, pronto quedó claro que no les alcanzaba. "Teníamos que competir con portales que ya se habían consolidado y no teníamos ni la plata ni la infraestructura tecnológica para hacerlo", dice el viceministro, hoy dedicado a asuntos tan ajenos al glamoroso mundo de la red como la suerte de las electrificadoras del Estado.

Pero quizás uno de las historias más famosas de éxito y fracaso en Internet es la de Kaleil Isaza, el colombiano fundador de Govworks.com, un sitio en la web diseñado para pagar multas e impuestos en Estados Unidos. Tras recaudar 60 millones de dólares de capital y ser calificado por algunos medios como uno de los próximos billonarios de la era digital, en 2001 Isaza tuvo que vender su portal para salvarlo de la bancarrota. Hoy es el presidente de Recognition Group, un fondo de inversión dedicado a financiar empresas nacientes o en problemas. Además es autor de varios libros sobre emprendimiento empresarial. El último, lanzado en enero de 2005, se titula 5 pasos para crear y hacer crecer su propio negocio. ?

La moraleja

Todos reconocen que fue divertido mientras duró. Aceptan que cometieron errores, pero dicen haber aprendido la lección. Ya los proyectos en Internet no tienen ni el tamaño ni las desmedidas ambiciones de crecimiento que caracterizaron las 'punto com' en tiempos de la burbuja. Quienes hoy intentan hacer dinero en el mundo virtual aplican la regla de oro de cualquier negocio: lo primero es el cliente. Buscan vender productos o servicios que satisfagan alguna necesidad real, atraer a los visitantes con contenidos atractivos y, como complemento, vender publicidad.

Hay muchos casos de empresas colombianas 'punto com' exitosas, que crecen a paso lento y silencioso pero seguro. Elempleo.com, el portal de ofertas laborales de la Casa Editorial El Tiempo, no sólo ha logrado comenzar a arrojar utilidades sino que está empezando a expandirse por Centroamérica a través de alianzas y franquicias. Otro caso es el de Tarjetasnico.com, un sitio para enviar tarjetas virtuales con cerca de 1,8 millones de usuarios registrados. Obtiene la mitad de sus ingresos de la venta de publicidad y, el resto, de suscriptores que pagan 12 dólares al año para mandar tarjetas animadas.

La nueva generación de empresarios en Internet se ha dedicado también a solucionar uno de los principales problemas que padecieron sus predecesores: cómo pagar a través de la red y, sobre todo, cómo lograr que los usuarios se sientan seguros haciéndolo. La empresa pionera en ese campo en Colombia es Pagosonline, que le ha montado la infraestructura de pagos a decenas de sitios en Internet, desde Carulla hasta Actualícese.com, una página para comprar CDs sobre temas tributarios. "Hemos sido un motor fuertísimo del comercio electrónico en Colombia, pero no necesariamente una empresa exitosa. Comenzaremos a ser rentables en 2007", dice Martin Schrimpff, uno de los fundadores de la compañía. Su realismo contrasta con las cuentas alegres que hicieron quienes se embarcaron en negocios virtuales hace cinco años.

Los efectos del 'totazo' que sufrieron las 'punto com' en 2000 todavía se sienten hoy. Después del desplome, muchos inversionistas se volvieron alérgicos a cualquier proyecto que tuviera que ver con Internet. Lo paradójico es que existen oportunidades y, sobre todo, la experiencia de la primera generación de empresarios virtuales. El negocio maduró, como también lo hicieron quienes hace cinco años jugaron a amasar fortunas exorbitantes.