ECONOMÍA
Lo que Wall Street le dice a Colombia
El periodista Luis Carlos Vélez advierte sobre los mensajes que la bolsa de los Estados Unidos le está mandando al país. ¿Qué hacer?
29 de agosto de 2020
Encuentra aquí lo último en Semana
Si la bolsa de Estados Unidos hablara le estaría gritando a Colombia: “te quedaste por fuera del bus”. Los récords que actualmente vemos en los mercados bursátiles en Nueva York cuentan una historia de la que el país no hace parte, que relata un profundo cambio industrial que privilegia a la tecnología y deja de lado a las industrias tradicionales y las materias primas.
Las acciones de Apple, Amazon, Microsoft, Facebook y Google son las protagonistas de este cuento. Gran parte del significativo rebote que hemos visto tras la caída provocada por el coronavirus, se debe a la poderosa valorización que han tenido los papeles de estas empresas en los mercados bursátiles. Mientras el índice Dow Jones ha caído medio punto porcentual en lo que va del año, lo que denota prácticamente una recuperación total tras lo perdido por la pandemia, APPLE se ha valorizado 71%; Google 18%; y Amazon 78%. Dejo por fuera de este cuento a Tesla porque su comportamiento bursátil es irracional y especulativo, aunque en el fondo argumentativo ayude también a esta discusión.
Las acciones de Apple, Amazon, Microsoft, Facebook y Google son las protagonistas de este cuento. Gran parte del significativo rebote que hemos visto tras la caída provocada por el coronavirus, se debe a la poderosa valorización que han tenido los papeles de estas empresas en los mercados bursátiles. Mientras el índice Dow Jones ha caído medio punto porcentual en lo que va del año, lo que denota prácticamente una recuperación total tras lo perdido por la pandemia, APPLE se ha valorizado 71%; Google 18%; y Amazon 78%. Dejo por fuera de este cuento a Tesla porque su comportamiento bursátil es irracional y especulativo, aunque en el fondo argumentativo ayude también a esta discusión.
Una de las razones más poderosas de estas valorizaciones, dicen los analistas, es la apuesta racional que hacen los inversionistas a que la crisis del coronavirus aceleró la transformación digital y que la nueva realidad pasa por un mundo más conectado, más virtual y menos presencial. Y pareciera que tienen razón. A medida que pasan los días, es más natural hacer reuniones por Zoom, hacer mercado por Rappi, hacer transferencias por TPaga e, incluso, tomar clases por Teams. Ese cambio profundo de comportamiento dejará serias consecuencias, incluso luego de la pandemia, si es que algún día llegamos a ese escenario. La realidad es que pasará mucho tiempo para que todo el planeta esté vacunado y el virus acabado.
Es por eso que vale la pena pensar en términos macro sobre lo que esto significa como nación, sobre la forma en la que nos afectará como país y lo qué representará para nuestro futuro. La respuesta preliminar es: mucho. Colombia no produce nada de lo que se está demandando internacionalmente y mucho menos se demandará. Por eso es necesario plantearse las medidas necesarias para que el país tenga una estrategia colectiva y pueda posicionarse en esta nueva realidad. Si no somos parte de la cadena tecnológica, estamos destinados a morir.
El precio del dólar también nos está dando esa señal inmensamente negativa. La divisa extranjera sirve como una aproximación real de la percepción internacional de la solidez de una nación. Si las cosas están bien económicamente, la moneda local se revalúa, y si están mal se devalúa. Y con un dólar a $3.800 no se puede concluir algo diferente a esto: a punta de exportar petróleo o aguacates, como platean algunos, no vamos para ningún lado.
¿Qué hacer? Lo primero es tratar de pensar más allá de la guerra política en la que estamos sumergidos. Esa discusión diaria plagada de dogmas, mentiras y marrulla nos está metiendo en un lodo que, como a las vacas, nos entierra cada vez más que pataleamos. Y, lo peor, nos está alejando de lo verdaderamente importante para crecer como nación: plantearnos un modelo económico sostenible, real, práctico y efectivo que genere riqueza y no reparta pobreza.
Wall Street le está hablando duro a Colombia. El país debería estar pensando menos en los cuenteros de “Sin tetas no hay paraíso” y más en una novela real y menos mezquina que bien se podría llamar “Sin tecnología no hay mañana”.
Tal vez este era el cuento que nos querían contar de la economía naranja, pero con un ministro de Hacienda mudo, el país no puede esperar mucho económicamente ni en el corto ni el largo plazo. Colombia necesita un evangelizador económico. No podemos darnos el lujo de estar en manos de un autismo en el tema en medio de la peor crisis económica por la que ha atravesado la nación. El futuro es ahora y, si no planteamos el rumbo ya, estaremos destinados a ser pobres para siempre. Ahí no hay espejo retrovisor que valga.
Es por eso que vale la pena pensar en términos macro sobre lo que esto significa como nación, sobre la forma en la que nos afectará como país y lo qué representará para nuestro futuro. La respuesta preliminar es: mucho. Colombia no produce nada de lo que se está demandando internacionalmente y mucho menos se demandará. Por eso es necesario plantearse las medidas necesarias para que el país tenga una estrategia colectiva y pueda posicionarse en esta nueva realidad. Si no somos parte de la cadena tecnológica, estamos destinados a morir.
El precio del dólar también nos está dando esa señal inmensamente negativa. La divisa extranjera sirve como una aproximación real de la percepción internacional de la solidez de una nación. Si las cosas están bien económicamente, la moneda local se revalúa, y si están mal se devalúa. Y con un dólar a $3.800 no se puede concluir algo diferente a esto: a punta de exportar petróleo o aguacates, como platean algunos, no vamos para ningún lado.
¿Qué hacer? Lo primero es tratar de pensar más allá de la guerra política en la que estamos sumergidos. Esa discusión diaria plagada de dogmas, mentiras y marrulla nos está metiendo en un lodo que, como a las vacas, nos entierra cada vez más que pataleamos. Y, lo peor, nos está alejando de lo verdaderamente importante para crecer como nación: plantearnos un modelo económico sostenible, real, práctico y efectivo que genere riqueza y no reparta pobreza.
Wall Street le está hablando duro a Colombia. El país debería estar pensando menos en los cuenteros de “Sin tetas no hay paraíso” y más en una novela real y menos mezquina que bien se podría llamar “Sin tecnología no hay mañana”.
Tal vez este era el cuento que nos querían contar de la economía naranja, pero con un ministro de Hacienda mudo, el país no puede esperar mucho económicamente ni en el corto ni el largo plazo. Colombia necesita un evangelizador económico. No podemos darnos el lujo de estar en manos de un autismo en el tema en medio de la peor crisis económica por la que ha atravesado la nación. El futuro es ahora y, si no planteamos el rumbo ya, estaremos destinados a ser pobres para siempre. Ahí no hay espejo retrovisor que valga.