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CRISIS

Los cuatro dilemas de Europa

La crisis económica que está haciendo que el euro se tambalee pone a la Unión Europea ante cuatro grandes desafíos políticos. ¿Cuáles son?

11 de noviembre de 2011

Las alarmas se prendieron nuevamente en la Eurozona esta semana con el anuncio de que los bonos de deuda pública italiana a diez años superaron la barrera psicológica del 7 por ciento. 
 
Italia es la octava economía del planeta y tercera entre los países que adoptaron la moneda común y, para muchos analistas, la delicada situación por la que atraviesan sus finanzas supone una prueba de fuego para Europa.
 
Italia es, aseguran, "demasiado grande para caer" y la Unión Europea no dispone de fondos para salvarla en caso de que un rescate de su economía se hiciera inevitable.
 
Y los problemas italianos se suman a la ya larga crisis griega.
 
La semana pasada, el anuncio del ahora expresidente griego, Yorgos Papandreu, de someter a un referendo la adopción de un nuevo paquete de rescate puso de relieve que la crisis en la zona euro no es sólo económica, sino también política, y dejó en evidencia algunos de los dilemas a los que se enfrenta Europa.
 
Prestatarios vs Prestamistas
 
Como Estados Unidos y Reino Unido, Europa enfrenta una enorme deuda pública y privada que, en su gran parte, no podrá ser reintegrada.
 
La pregunta es, ¿cuánto se elimina y quién recoge la cuenta?
 
Para la Eurozona en conjunto, el problema de la deuda es comparable al de EE.UU. y potencialmente manejable.
 
El problema es que algunos de los países de la Eurozona están mucho más endeudados que otros.
 
En el trato alcanzado en octubre algunos prestamistas privados acordaron reducir el valor de la deuda griega a la mitad.
 
Los inversionistas también piensan que lo mismo pueda suceder con los gobiernos de Portugal, Irlanda, Italia y España.
 
Pero cuando la deuda mala se elimina, alguien tiene que asumir las pérdidas.
 
Si bien EE.UU., Reino Unido y otros países fuera de Europa tienen parte de esa deuda, la mayoría se concentra en los bancos europeos y, cada vez más, en el Banco Central Europeo (BCE).
 
Esta es la principal razón por la reciente pérdida de confianza en el sistema bancario europeo.
 
Sin embargo, si bien Alemania podría financiar el rescate de sus bancos, otros países no podrán rescatar los suyos, como ya lo demostró Irlanda.
 
El paquete de octubre insta a los bancos a invertir más de US$150.000 millones para desarrollar sus capitales, pero no está claro si podrán hacerlo sin la intervención de los gobiernos.
 
Si otros países europeos se unen a Grecia en eliminar pagos de su deuda, los bancos podrían llegar a necesitar incluso más dinero.
 
Eventualmente, Alemania y otros países menos endeudados podrían tener que soportar la mayor parte del peso de rescatar los bancos de la eurozona y de sus gobiernos más débiles.
 
Austeridad vs Crecimiento
 
Como en casi todas partes, la mayoría de los gobiernos europeos han visto cómo sus cantidades de préstamos se han ido inflando durante la recesión.
 
Al mismo tiempo, los temores sobre la habilidad de los gobiernos del sur de Europa para pagar sus deudas significa que sus costos de pedir prestado también se han ido a las nubes.
 
Bajo presión de Alemania y el BCE, todos estos países han tenido que introducir dolorosos recortes en el gasto público y aumentos de impuestos.
 
Para poner un buen ejemplo, hasta la propia Alemania se ha tenido que apretar el cinturón prometiendo eliminar su modesto déficit para 2013.
 
Pero he ahí el problema: La austeridad está matando el crecimiento en toda Europa.
 
Y con menos benficios para impuestos y más subsidios por desempleo, el débil crecimiento dificulta aún más que los gobiernos puedan reducir sus préstamos y pagar sus deudas.
 
Para detener la desaceleración de la eurozona , El BCE ahora contempla reducir sus tasas de interés, actualmente en el 1,5%.
 
El banco central estudia comprar mas deuda italiana y española, inyectando dinero al sistema financiero y aliviando la presión sobre los países que están recortando sus préstamos.
 
Sin embargo, esta medida siempre ha recibido una dura oposición por los miembros alemanes del BCE.
 
Otra opción para estimular el crecimiento es que los pocos países a los que los mercados aún están dispuestos a ceder préstamos, pidan más y gasten más, compensando los recortes en el gasto de los países del sur de Europa.
 
Sin embargo, para Alemania -que actualmente puede endeudarse a unos intereses bajos sin precedentes- pedir prestado es un anatema.
 
Disciplina vs Solidaridad
 
El punto de vista de Alemania sobre la crisis de la eurozona es simple.
 
Los gobiernos del sur de Europa pidieron prestado de forma imprudente con las bajas tasas de interés disponibles dentro de la zona del euro.
 
Ahora están siendo castigados por los mercados y deben aprender a ser disciplinados.
 
Alemania quiere que otros países incorporen reglas estrictas de presupuesto en sus respectivas constituciones para impedir que tales actos de imprudencia se cometan en el futuro.
 
Sin embargo las reglas, con sus respectivos castigos, pueden no resultar creíbles. Imponer una multa a un gobierno sobreendeudado es como pegarle a alguien que está en el suelo.
 
De hecho, un "pacto de estabilidad" tal con reglas de presupuesto, algo en lo que insistió Alemania desde la creación del euro, fue roto con impunidad rápidamente por la propia Alemania.
 
Es más, el enfoque en la disciplina omite un punto más importante.
 
Si bien el punto de vista alemán puede ser pertinente para Grecia -cuyo gobierno manipuló originalmente sus cifras de préstamos para poder entrar en el euro- es sumamente injusto en el caso español.
 
Antes de la crisis financiera, el gobierno español tenía menores niveles de deuda que Alemania y (a diferencia de Alemania) de hecho gastaba menos de lo que ganaba por concepto de impuestos.
 
Sin embargo, el país atravesó una burbuja inmobiliaria que explotó espectacularmente dejando a su economía a la deriva.
 
Los salarios, inflados durante los años buenos, ahora no son competitivos y el desempleo se disparó hasta el 20%.
 
Sin embargo, dentro de la eurozona España no puede hacer una devaluación para recuperar una ventaja comparativa de precios. Tampoco puede necesariamente esperar que el BCE rebaje las tasas de interés o que compre sus deudas.
 
Colocar una camisa de fuerza fiscal también empeora las cosas.
 
Comparen esa situación con lo sucedido en el estado de Michigan en EE.UU. donde el colapso de la industria automotriz derivó en un desastre.
 
A diferencia de Europa, EE.UU. tiene un gobierno federal que puede imponer impuestos sobre otros estados para ayudar a Michigan, al pagar beneficios por desempleo y ayudar a recuperar las grandes empresas del sector automotriz.
 
Si el euro va a funcionar en el futuro, advierten los economistas, entonces un sistema similar de transferencias fiscales centralizadas también se necesitará en la eurozona.
 
Y en medio de la actual crisis, de nuevo es Alemania la que tendría que asumir la mayor parte de la cuenta.
 
Europa vs. las Naciones
 
A primera vista el gran enfrentamiento en Europa es entre el pagador y el sur europeo en bancarrota.
 
Para los votantes alemanes, el milagro económico del país tras las Segunda Guerra Mundial fue construido a base de una moneda fuerte, prudencia en las finanzas y exportaciones sólidas.
 
Es difícil para los electores alemanes entender que precisamente estas virtudes están en el centro de la crisis actual.
 
Sin embargo, Alemania tiene todo que perder si no ayuda al sur y la Eurozona se desintegra.
 
Si Grecia, Italia y otros países caen en default, o cesación de pagos, los prestamistas alemanes y franceses serían los mayores perdedores.
 
Si ellos también abandonan el euro, sería un desastre legal y financiero para todos.
 
Es más, el éxito de las exportaciones alemanas durante la pasada década se ha desarrollado sobre la base de un tipo de cambio débil más competitivo que entró en efecto al compartir la moneda con el sur de Europa.
 
Sin el euro se podría esperar que Alemania, como refugio seguro, experimente un alza en su monedad con consecuencias devastadoras para la industria del país, que se basa en las exportaciones.
 
Mientras tanto, fuera del euro los países del sur en Europa verían caer en picada sus monedas, lo que conduciría a aumentos en la inflación y en el costo de la vida tan dolorosos como las medidas de austeridad contra las que protestan actualmente.
 
Sin embargo estas crudas realidades no son ampliamente apreciadas en Alemania o en sus vecinos.
 
Porque el verdadero problema es que no hay nadie que pueda tener la credibilidad para hablar por el interés común de Europa.
 
Desde sus inicios en los años cincuenta, el proyecto europeo ha sido manejado y controlado por un club de gobiernos nacionales.
 
El proceso político ha sido de regateo tras bastidores con la presentación de los temas al electorado como un asunto de intereses nacionales en competencia.
 
Sin embargo tal regateo es peligroso en una crisis financiera.
 
Cualquier solución debe ser acordada por los 17 gobiernos y ratificada por los 17 parlamentos en un proceso increíblemente lento.
 
Y entre más tiempo toma, más se corre el riesgo que las disputas se vuelvan más amargas, y que la pérdida de confianza de los mercados en el euro sea mayor, socavando la frágil economía europea.
 
El presidente de la Comisión Europea, Jose Manuel Barroso, ha intentado hablar pensando en el interés común, suplicando que la Comisión asuma el liderazgo en la solución de los problemas de Europa.
 
Sin embargo, su puesto es un nombramiento político y, como tal, fácilmente ignorado por los líderes nacionales y apenas notado por el público en general.
 
Quizás si Barroso fuese un líder electo, podría guiar la opinión pública europea hasta lograr una solución exhaustiva a la crisis que equilibre los intereses de las distintas naciones.
 
Pero tal como están las cosas, el público europeo está muy lejos de entender los temas o de aceptar que una mayor integración económica y política podría ser necesaria para salvar al euro.
 
Tristemente, este dilema político podría no tener una solución viable.
 
Por lo pronto, el avance de los tecnócratas en puestos relevantes parece firme. Ya ocurrió en Grecia con el nombramiento de Lucas Papademos, con años de experiencia como presidente del Banco Central de Grecia y como vicepresidente del BCE, y ahora parece que Italia seguirá el ejemplo con el nombre de Mario Monti, antiguo comisario de Economía de la Unión Europea, quien suena como reemplazo de Silvio Berlusconi.