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LOS DE ARRIBA Y LOS DE ABAJO

Como era de esperarse, en la Asamblea conjunta FMI-BM, los ricos contaron la plata enfrente de los pobres.

31 de octubre de 1988

Berlín tenía fama de ser un sitio hospitalario, por lo menos hasta la semana pasada. Pero bastó que en la primera ciudad de Alemania se reunieran los principales banqueros y financistas del mundo, para que el temperamento amistoso de sus habitantes quedara archivado temporalmente. Durante cinco noches consecutivas,las calles berlinesas fueron escenario de violentos enfrentamientos entre centenares de manifestantes y la policía. Vitrinas rotas, autos incendiados y decenas de contusos, fue el saldo dejado por los disturbios acaecidos en esta metropoli.

Claro que eso no afectó el tono optimista de la reunión. De hecho, cuando el jueves pasado se clausuró la asamblea conjunta del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, el ambiente en el salón de conferencias era "todo sonrisas".
Por más protestas en la calle, los directivos del FMI y del BM acabaron su semana en Berlin de muy buen humor.

La razón de tanto buen genio es simple. A pesar de los más oscuros pronósticos, el mundo industrializado sigue disfrutando del periodo de expansión más largo desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Según el FMI,la tasa de crecimiento promedio de las economías más grandes se debe acercar al 4% en 1988. Esa cifra es todavia más impresionante si se tiene en cuenta que hace apenas un año, el mundo se enfrentaba temeroso a las consecuencias del crack bursátil, ocurrido en los principales mercados de valores durante la semana del 19 de octubre de 1987.

Pero bastó la buena combinación de suerte y políticas adecuadas para que nada terrible ocurriera. A pesar de que los más prudentes insisten en que todavía hay peligros a la vuelta de la esquina, en Berlín nadie quería oír a los pesimistas.

Y es que de alguna manera la cita en la ciudad alemana fue la ocasión de rendirle homenaje a lo que los especialistas conocen como the Reagan years. Ya sea directa o indirectamente, el fantasma del presidente norteamericano estuvo presente en la asamblea. Para la mayoria de los banqueros, la filosofía conservadora de Reagan ha sido la clave de la expansión económica, que está a punto de completar su sexto año de duración.

Esa circunstancia no impidió, claro está, que en términos prácticos la batuta esta vez estuviera en control de los japoneses. Gracias en buena parte al clima pre-electoral en los Estados Unidos, al igual que a la inexperiencia del nuevo secretario del Tesoro Nicholas Brady, los norteamericanos fueron relegados a un segundo plano.
A pesar de que ese hecho impidió la toma de grandes decisiones, también ayudó a que las palabras del jefe de la delegación nipona, Satoshi Sumita tuvieran más resonancia. En un discurso pronunciado en la tarde del martes 27, el gobernador del Banco del Japón delineó un nuevo plan para hacer frente a la deuda de los países de desarrollo intermedio, en el cual se encuentran casi todas las naciones latinoamericanas.

La idea, sin embargo, acabó quedándose corta. Tal vez debido a las presiones de sus colegas, Sumita hizo un esbozo tan general, que ante la falta de detalles pocos pudieron hacer un comentario a fondo. En cambio, el delegado japonés dejó en claro que Tokio desea tener más voz en el seno del Fondo Monetario y del Banco Mundial. Para Sumita, no es justo que la segunda economía capitalista del mundo ocupe el quinto lugar en importancia dentro de los organismos multilaterales.

Es, quizás, un cambio en la composición accionaria lo que le puede dar un nuevo aire al FMI. La organización, creada junto con el Banco Mundial en Bretton Woods en 1944, se ha convertido ahora en poco más que un inter mediario obligatorio entre los paises con problemas de deuda externa y los bancos comerciales internacionales. Cualquier otra de sus funciones ha pasado a un segundo plano ante la creciente importancia de la "bomba" de la deuda.

Eso no sería tan grave si el Fondo hubiera contado con suerte en la formulación de sus recetas. A pesar de insistir repetidamente en las medicinas de siempre, la mejoría de los pacientes todavía no se ha producido. Hoy en día el Tercer Mundo está más endeudado, más pobre y en condiciones más frágiles que en 1982, fecha del comienzo oficial de la crisis.

Y ahí no para la cosa. La mayoría de los 150 países que asistieron a Berlín están convencidos de que la justicia en este caso es para "los de ruana". Un ejemplo típico se dio I semana pasada cuando el director de FMI, el francés Michel Camdessus sugirió que la Gran Bretaña debía utilizar políticas fiscales para corregir los problemas de su economía. Semejante "intromisión" fue mal recibido por Nigel Lawson, el número uno de la economía del Reino Unido, quien afirmó tajantemente que "el FMI siempre está en lo correcto".

Actitudes como esas fueron las que condujeron a las protestas callejera contra las políticas del Fondo y Banco Mundial. El anuncio de que habría problemas se dio temprano cuando el 20 de septiembre un asesor del ministro de Finanzas de Alemania Federal escapó ileso a un atentado. En previsión de cualquier cosa, la policía de Berlín Occidental decidió incrementar en un 40% su pie de fuerza de 6.000 hombres.

Tal decisión resultó siendo acertada. Gracias al incremento en las fuerzas de seguridad, los 10 mil asistentes a la asamblea conjunta pudieron desenvolverse sin mayores problemas Paradójicamente, los más afortunados resultaron ser los funcionarios que se alojaron en Berlín Oriental.
Aunque Alemania Democrática no esta asociada al FMI, el muro se "abrió" para dejar pasar a los banqueros con sus billeteras llenas de dólares. Si bien los hoteles en la RDA no son tan buenos como en Occidente, al menos los huéspedes no debieron temer a los enojados manifestantes que tanto destrozo produjeron en Berlín Oeste.

En cambio lo que sí produjo susto generalizado fueron las predicciones de las casandras, típicas en una cita de esta categoría. Por más celebraciones sobre el buen clima económico en los países industrializados, lo cierto es que el panorama no se ve nada despejado. Aunque es cierto que el escollo del descalabro bursátil fue sorteado, hay todavía cosas que se encuentran sin resolver.

A la cabeza de éstas se hallan los desequilibrios de la economía norteamericana. Una vez más los analistas insistieron en que el próximo presidente de los Estados Unidos tiene que sacar de su manga un buen plan para reducir el déficit fiscal, que este año se debe ubicar en cercanías de los 140 mil millones de dólares. Las necesidades de financiar ese faltante han causado, directa o indirectamente, otra serie de problemas. Entre otros, los expertos señalan el déficit en la balanza comercial norteamericana, la presión alcista de las tasas de interés, el comportamiento del dólar frente a las demás monedas duras y la amenaza de una nueva ola inflacionaria.

Si el agujero del déficit fiscal no se tapa rápidamente, los conocedores afirman que las dificultades van a comenzar. Hasta el momento todo se ha sostenido milagrosamente en su sitio pero con un solo factor que se salga de control, el resto del aparato se puede derrumbar.

Semejante perspectiva no es nada alentadora para los paises subdesarrollados, que seguramente saldría afectados ante una eventual recesión económica en las naciones industrializadas. Por más llamados a la calma en Berlín, es innegable que la situación de los países más pobres sigue tan desesperada como antes, puede empeorar todavía más. Los esfuerzos por avanzar han resultado infructuosos hasta ahora. La iniciativa japonesa de tratar el lio de la deuda externa de una manera global sigue siendo combatida por los paises anglosajones que defienden todavia la estrategia del "caso por caso".

Todos esos factores condujeron, a que la única decisión concreta salida la semana pasada de la reunión con junta FMI-BM, fuera la de endosar la propuesta francesa--hecha en la reciente cumbre de Toronto--, referente a un alivio para los 20 paises más pobres del globo. La medida, que cubre sobre todo a las naciones del Africa subsahariana, consiste en eliminar de un plumazo un tercio de la deuda externa actual (existe la alternativa de otras dos opciones equivalentes), lo cual equivale a unos 500 millones de dólares al año.

De resto, a los otros países no les fue tan bien. Quizás con la única excepción de Argentina que obtuvo un préstamo "sorpresa" del Banco Mundial por 1.250 millones de dólares, los demás se fueron con las manos vacias. Incluso Colombia, cuyo historial se encuentra entre los mejores, fue duramente tratada por los bancos comerciales, circunstancia que produjo las protestas del presidente del BM, Barber Conable.

Casos como ese convencieron a muchos de que la reunión en Berlin fue casi una pérdida de tiempo. En la metrópoli alemana quedó en claro que por más ambiente de fiesta, los únicos que tenian algo que celebrar fueron los paises industrializados que, obsesionados con la expansión económica, se olvidaron de ayudar a los demas y, en cambio, se dedicaron a la execrable labor de contar plata enfrente de los pobres. --