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LOS GANADEROS DEL GANADERO

SEMANA revela cómo el grupo venezolano Di Mase se convirtió en el mayor accionista individual del Banco Ganadero.

30 de marzo de 1992

LA SEMANA PASADA TUVO LUGAR UNO DE los acontecimientos que mayor expectativa ha generado en las bolsas de valores del país en la última década. Con el remate de un paquete de acciones que el Gobierno poseía en el Banco Ganadero, se puso en juego la propiedad de uno de los cuatro establecimientos financieros más grandes del país. El episodio planteó un duelo entre colombianos y venezolanos.
Pocos casos habían generado tanta ansiedad en el corro de la Bolsa de Bogotá. Hechos pasados como los de los fondos de inversión en 1979 y 1980, el Banco de Bogotá en septiembre y octubre de 1981, los de Colseguros y el Banco Comercial Antioqueño en 1981 y 1982, y el más reciente, un martillo de acciones del Banco del Comercio, despertaron la natural atracción por las pujas aguerridas que se suscitaron entre los inversionistas. Pero pocos como el del Banco Ganadero. Aunque al final de cuentas el martillo no resultó tan excitante como se creyó en un principio, sí fue trascendental para definir el futuro del establecimiento crediticio. Y ello se verá en la asamblea general de accionistas que se verificará este martes, especialmente en lo que tiene que ver con la forma como los inversionistas privados de Colombia y Venezuela se repartirán el control ejecutivo de la entidad.
El hecho que pasó casi inadvertido para la mayoría de los colombianos es que a partir de la semana pasada el Banco Ganadero se convirtió en una sociedad con doliente. ¿Por qué? Porque aunque parezca raro, el establecimiento, con 63.239 accionistas, era de todos y no era de nadie. Del total mencionado, 59.500 accionistas eran personas naturales, la mayoría de ellas sin saber que tenían acciones o sin querer ejercer un poder. Un campesino de Sahagún o un ganadero de San Martín, Meta, poco o nada querían saber de una entidad que consideraban alejada y extraña a su terruño. El Ganadero era un banco aparentemente democratizado, pero el 60 por ciento de la propiedad era pasiva. Durante los últimos cuatro años sólo eran representadas el 40 por ciento de las acciones en cada asamblea de propietarios. Aunque el Gobierno dominaba el 14 por ciento de los títulos de propiedad, por disposición legal tenía derecho a dos puestos en la Junta Directiva y, por lo tanto, las decisiones podían tomarse con quórum restringido.
Ganaderos de Antioquia, la Costa Atlántica y el Valle comandaban la parada. Hace un año, apenas se necesitaba el 1.80 por ciento para ser considerado un "poderoso" dentro de la repartición de la propiedad. Esa situación convirtió al Ganadero en un banco totalmente vulnerable, que podía ser controlado por cualquier grupo, incluso con tomarse apenas el cinco por ciento de las acciones. Por eso, con ocasión de la apertura económica y del proceso de privatización emprendido por el Gobierno, escasos ejercicios mentales concluyen que era la víctima perfecta de cualquier operación para apoderarse de él.
Los diálogos de integración entre Colombia y Venezuela abrieron el apetito a los principales grupos financieros del vecino país, los que no tuvieron obstáculo para barrer en los procesos de privatización de los oficializados bancos colombianos de los Trabajadores y Tequendama. Los bancos Mercantil y Construcción de Venezuela se quedaron con ellos. Este último se puso a trabajar al 100 por ciento en la búsqueda de un portafolio de inversión más amplio en territorio nacional, lo que lo llevó a poner su interés en el Banco Ganadero, del cual el Gobierno anunciaba la venta de su paquete de control mayoritario.
Pero el Banco Construcción no fue el único en fijarse en esa oportunidad. Estuvieron interesados los bancos Provincial y Consolidado, también de Venezuela, mientras el Santander de España analizó a fondo las posibilidades, pero no insistió. Quien le puso mucho ojo al negocio fue el cubano Orlando Castro, rey de un imperio financiero cuya cabeza visible es Latinoamericana de Seguros y que protagonizó una espectacular adquisición del Banco de Venezuela el año pasado y acaba de comprar Seguros del Comercio en Colombia. Sin embargo el Construcción ganó la mano.
Aunque suene raro, la carne fue la clave para convencer definitivamente a los accionistas del octavo banco más grande de Venezuela. Como los exportadores colombianos de ganado hacia el vecino país se quejaban de las dificultades internas para convertir sus dólares, los cerebros de la familia Di Mase, dueña del Banco Construcción, decidieron jugarse el todo por el todo por conseguir una consistente posición en el Ganadero, que resultó ser el dueño mayoritario de una de las principales vendedoras de carne al exterior.
Desde hace exactamente tres años el Gobierno colombiano había decidido renunciar a seguir con el control, en el fondo solamente accionario, que ejercía en el establecimiento financiero. Las razones: una controvertida operación de cartera que realizó en 1984 la institución financiera a través del Centro de Estudios Ganaderos, Cega, y Covinoc, para ocultar sus pérdidas (hecho que quedó sin castigo administrativo y penal por cosas de la prescripción) y el abandono de sus objetivos obligatorios de fomento al sector agropecuario. La salida de los inversionistas oficiales representados por el Fondo de Financiamiento del Sector Agropecuario, Finagro, debía cumplirse en un remate de las acciones que se verificaría en la bolsa.
Ante esa perspectiva, desde mediados del año pasado los dueños del Banco Construcción pusieron manos a la obra y a través de su representante en Colombia, César Villegas, comenzaron a sondear posibles vendedores. El ánimo de los venezolanos no es gratuito pues se trata de la entidad financiera con mayor crecimiento y ánimo de expansión en el vecino país en los últimos años. Una muestra realizada sobre 14 semestres reveló que mientras el promedio de crecimiento de depósitos de la banca en Venezuela fue del 680 por ciento en el Banco Construcción llegó al 1.170 por ciento.
El Banco Construcción es controlado en un 85 por ciento por tres sociedades, una inmobiliaria y dos de inversiones. La mayor de todas es Inversiones Vadeco. En el fondo, el banco y el conglomerado son dominados por la familia Di Mase, descendiente de Giacomo Di Mase, quien llegó después de la Primera Guerra Mundial a buscar fortuna en Venezuela, un país virgen para el intercambio comercial, lo que le ayudó a prosperar e ingresar en el negocio de los bienes raíces. En 1955 decidió crear el Banco de la Construcción que operó desde el 9 de abril de 1956. Trece años después se fusionó con el Banco de Fomento Integral de Oriente y desde 1984 pasó a llamarse Banco Construcción.
Contrajo matrimonio con la venezolana María Urbanejo y de allí nació la primera generación criolla de los Di Mase Urbanejo, integrada por cuatro hijos: María, editora del periódico Economía Hoy; Giovanni, conductor del sector asegurador donde sobresale Británica de Seguros; Luis, experto en informática; y José, 41 años, presidente del Banco y encargado de los asuntos externos del grupo.
El conglomerado incluye inversiones en muchos sectores. Es dueño de Caminca, bananera en Venezuela, y de otra en Costa Rica; Intercon Financial Bank N.V. de Aruba, banco off shore con activos de 120 millones de dólares (accionista del Banco Tequendama de Colombia); en astilleros, como el de oriente en Venezuela y otro en Italia; y en seis sociedades que controlan el 60 por ciento del mercado de la harina de pescado en Perú. A eso se suman las filiales del banco: Central Hipotecaria Sociedad Financiera, Fondo de Activos Líquidos Construcción, Valores Casa de Bolsa C.A., Financiera Construcción C.A., entre las principales. Es además dueño de ocho de los más grandes edificios de Caracas. Con ese respaldo, la pelea por el Banco Ganadero no fue tan difícil, aunque quienes tradicionalmente habían ejercido el control privado decidieron a última hora no entregarlo todo.
En medio del enfrentamiento que se planteaba, aparecieron dos grandes y antiguos accionistas dispuestos a venderle a los grupos en contienda. Debido a la reciente conversión de grandes paquetes de bonos en acciones, Juan Gonzalo Angel (antioqueño) y Jimmy Bassil Chaine (libanés, sobrino del dueño del Libos Bank), habían pasado a ser controladores importantes de la entidad. Entre ellos vendieron un paquete correspondiente al ocho por ciento del banco al grupo encabezado por Enrique Gerlein Echeverría, Carlos Ernesto Villa Navarro y Alvaro Roca, y un cinco por ciento a los venezolanos. Luego el Banco Construcción completó hasta el 7.68 por ciento del poder a través de compras en bolsa.
La acción del Banganadero pasó de 14 pesos en 1990 a más de 100 pesos en diciembre del 91. En esas condiciones se llegó al martillo de la semana pasada en el cual estaba en juego el 9.7 por ciento de las acciones de la entidad. Diecisiete paquetes de acciones (conformados por 136 millones de títulos) fueron puestos en remate en la rueda del miércoles 26 de febrero a 120 pesos como precio base. Diez fueron a parar a manos de la comisionista Consorcio Bursátil, cinco a las de Asesorar S.A., una a Correval y otra a Corredores Asociados. La operación costó en total 18.152 millones de pesos. Mucho se especuló sobre los verdaderos compradores pero al final de cuentas el misterio se despejó: el Consorcio adquirió para Banco Construcción; Asesorar para el grupo de Gerlein y compañía; Correval para Juan Carlos Ortiz y Orlando Sardi de Lima; y Corredores Asociados para Jimmy Bassil quien en breve venderá a los colombianos.
Aunque cada quien logró su cometido en la operación martillo y no hubo la esperada guerra, el show se lo robó la comisionista Consorcio Bursátil, que con dos años de operación en la Bolsa de Bogotá ya ocupa el sexto lugar entre las 26 corredoras del lugar. Para coordinar la operación llegaron a Bogotá José Di Mase, presidente del Construcción y Hender López, vicepresidente ejecutivo. Y como no hubo tempestad, tampoco habrá calma. El martes 3 de marzo la asamblea de accionistas apuesta ser más interesante que todo lo sucedido, cuando el Banco Ganadero como sociedad 100 por ciento privada tratará de aprovechar estos tiempos de vacas gordas. -