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LOS RICOS TAMBIEN LLORAN

Con Donald Trump a la cabeza se derrumban los grandes magnates de los 80

9 de julio de 1990

A lo largo de la década anterior, los aficionados a seguir la vida de los ricos y famosos se acostumbraron a pronunciar los nombres de unos cuantos magnates internacionales, que acapararon la atención del mundo entero con una capacidad para acumular riquezas que parecía no tener fin. Donald Trump los simbolizaba a todos. Con apenas 43 años este neoyorquino había logrado posicionarse, como dicen los asesores de mercadeo, como el gran símbolo del éxito empresarial en la década de los ochentas. Esa década, asociada con la era Reagan no tuvo antecedentes en el mundo de los negocios.
Fueron los años en que lo que más importaba era hacer dinero y no hacerlo lentamente, a la antigua, sino hacerlo rápido. Ser millonario ya no impresionaba. Tocaba ser billonario.
Súbitamente casi todas las empresas del mundo comenzaron a ser objeto de algún intento de compra. No importaba el precio. Siempre llegaba un comprador. Al igual que los cuadros de Van Gogh, cada seis meses se superaba el récord anterior hasta llegar a la famosa compra de Nabisco por 25 mil millones de dólares. Lo increible de todo esto es que siempre era al debe.
Sin meter prácticamente un centavo algún magnate que apenas pasaba los 40 años lograba obtener financiación por cinco o diez mil millones de dólares. Con esto compraba la totalidad de una multinacional e inmediatamente procedía a comprar la otra. Trump era solamente el más famoso de todos estos. Pero imperios parecidos al suyo habían hecho personas como Michael Milken, el inventor de los "bonos basura" que permitió toda esta financiación, los hermanos Saatchi creadores de la agencia de publicidad más grande del mundo, Alan Bond audaz financista australiano y Jimmy Goldsmith el gran barón europeo de los negocios. (Ver recuadro)
Toda esta gente y muchos otros, que mojaron mucha prensa en la década anterior, están de capa caída. Y ahora al comenzar los noventas están mojando prensa igualmente, pero por la razón opuesta: sus imperios se tambalean.

EL FACTOR TRUMP
Pero aunque son muchos en la misma situación el que más llama la atención es Donald Trump. Pantallero como ninguno, con yate, avión y helicóptero propio había logrado en los últimos cinco años que su apellido se volviera el equivalente de un Rockefeller contemporáneo. Con varios casinos y extensas propiedades en Nueva York su fortuna llegó a calcularse en los cuatro mil millones de dólares, cifra que él rechazaba diciendo que eran cinco mil, lo que se le volvió un boomerang cuando su esposa en el proceso de divorcio pidió dos mil quinientos alegando que si su marido lo decía por algo sería.
Trump convirtió la autopromoción y las compras extravagantes en una estrategia de negocios. El magnate llegó a tener de todo, casinos, condominios, hoteles, urbanizaciones, hasta una carrera de bicicletas y una ruta aérea, todo ello con un denominador común: el todopoderoso apellido Trump. Este "factor Trump" se convirtió, desde principios de la década de los 80, en su principal argumento para obtener nuevas financiaciones para adquirir propiedades. Su valor, razonaba, se duplicaría una vez el archifamoso apellido estuviera en la fachada. En esa forma, los métodos ortodoxos de anáílisis financiero perdían todo su valor. De ser necesario, Trump siempre podría vender sus activos por un precio sustancialmente superior al de adquisición.

Ese esquema pareció funcionar a pedir de boca durante mucho tiempo. Mientras otros constructores luchaban con un mercado deficiente, los proyectos de Trump parecían tocados por la varita mágica de su nombre. No bien terminados, los norteamericanos de grandes recursos corrían a comprar, por precios exorbitantes, apartamentos cuya mayor virtud consistía en formar parte del Trump Tower, del Trump Plaza o del Trump Parc. La imagen del emperador de la finca raiz en los Estados Unidos llevó al mito de los cinco mil millones de dólares. Ahora resulta que Trump no tiene ni cinco mil, ni cuatro mil, ni siquiera mil. Las últimas revistas lo habían colocado rápidamente por debajo de quinientos y los cuentos de la semana pasada hacen que nada se pueda descartar. Al igual que Kashoggi, quien cuatro años antes había jugado al mismo juego, el juvenil magnate está demostrando que en el mundo de los negocios es muy fácil que el que subad como palma caiga como coco. La semana pasada 50 representantes de los bancos a los cuales Trump les debe dos mil millones de dólares se reunieron con él en un salón del Hotel Plaza -propiedad de Trump en Nueva York a revisar la situación. El panorama no podía ser más desolador. Hubo consenso en que el próximo 25 de junio, cuando se le vencen 30 millones de dólares en obligaciones al Rockefeller de los 80, no iba a poder pagar. Ante las deudas de Trump, treinta millones de dólares es una cifra relativamente insignificante, y que no pudiera cumplir con un vencimiento tan "moderado" aterró a todos los presentes.

EL CASTILLO DE NAIPES
¿Qué había pasado? ¿Cómo podía ser el mito de Trump solamente un castillo de naipes? El principal negocio de Trump son los casinos.
Era dueño de los dos más grandes de Atlantic City y el negocio estaba flaqueando. En el primer trimestre del año habían reportado pérdidas por 12 millones de dólares. Por alguna razón todo el mundo se estaba yendo a jugar a Las Vegas, y a Atlantic City, el feudo de Trump, le llegaba la epoca de las vacas flacas. En medio de esta situación fue cuando se inauguró el famoso Taj Majal, el casino más grande y más cursi, más feo y más caro del mundo. Lo había financiado Trump con mil millones de dólares prestados, cifra absolutamente inusitada para este tipo de actividad.
Para cubrir costos solamente se necesitaba que el Taj Majal tuviera ingresos mínimos de un millón 300 mil dólares diarios.
Después de una gran inauguración con bombos y platillos, el dos de abril, los ingresos están cayendo rápidamente a un millon de dólares diarios, una forturSa para cualquier cristiano pero una perdida de 300 mil dólares diarios para Trump. Y eso no era sino el comienzo de sus problemas porque el millón de dólares diarios conseguidos en el Taj Majal se consiguio a costa de la clientela de sus otros dos casinos que se vinieron en picada. Trump había cometido el enorme error de montarse su propia competencia.
Los socios minoritarios que tenía en sus dos casinos tradicionales lo están demandando.

Por todo esto, los bonos que se colocaron para financiar el Taj Majal, por ejemplo, se ofrecían la semana pasada a 560 dólares por cada 1000 de valor nominal, una caída de 90 dólares a partir del viernes anterior. Los bonos que financiaron otro casino, el Trump Castle, cayeron en el mismo periódo 110 dólares, para colocarse a 590.

Pero esos problemas no son, ni con mucho, los únicos que enfrenta Trump. Otro es el planteado por un inmenso lote de 300 mil metros cuadrados sin construír que posee en la parte oeste de Manhattan. La compra del lote se llevó a cabo con un prestamo por 400 millones de dólares del Chase Manhattan Bank. Su proyecto es construir un complejo habitacional y comercial a la escala Trump, incluída la torre más alta del mundo, que se llamaría, por supuesto, Trump.

Pero el proyecto debe atravesar por cientos de trámites burocráticos y superar la oposición de la comunidad, que ha amenazado con impedir judicialmente que el proyecto se lleve a cabo. Mientras pasa el tiempo, el lucro cesante adquiere dimensiones catastróficas.

Los últimos negocios de Trump, los que lo volvieron aún más famoso, resultaron peores que los anteriores. La compra en 1987 del elegante Hotel Plaza -que le llevó a afirmar que el Central Park de Nueva York era su patio trasero por un precio exagerado para muchos de 390 millones de dólares, fué seguida entre otras muchas, por la adquisición del Puente Aéreo (Shuttle) de Eastern por 365 millones.

Semejantes operaciones parecían desde entonces propensas al desastre. El negocio del puente aéreo ("un éxito de la estética.., según el magnate") , tiene sobre sí la pesada carga de 245 millones de dólares en hipotecas, mientras observadores bien informados afirman que el propio Trump se endeudó en un préstamo personal con el Citibank por 135 millones adicionales para completar el pago. En otras palabras, la totalidad de los 365 millones de dólares se deben. El elegante hotel neoyorquino, fundado en 1907 y considerado uno de los más elegantes del mundo, tampoco muestra una perspectiva mejor. Al precio de adquisición, ya de por sí sobrevalorado, Trump añadió 50 millones de dólares en una remodelación fastuosa. Pero la plata para comprar semejante propiedad proviene, además de la emisión de bonos, de préstamos bancarios, que representan intereses del 10% anual, con buena parte de la deuda flotando alrededor del Prime Rate . En esas condiciones, el hotel debe producir una utilidad operacional de mas de 40 millones sólo para alcanzar el punto de equilibrio.
Eso parece muy alto si se tiene en cuenta que el año anterior el hotel se quedó corto en 24 millones.
Algunos piensan que si se le suma lo invertido en la remodelación, el año pasado el establecimiento consumió 74 millones de dólares menos que lo que produjo.

Los ojos del mundo se centran en la caída de Trump no sólo por el poder enorme que ese hombre de 43 años logró acumular en un período muy corto, a partir del negocio de finca raíz. Su exagerado gusto por la publicidad, la arrogancia con que maneja sus relaciones publicas y personales, y una soberbia por encima de todo límite, le añadieron a su título de gran magnate, el dudoso honor de ser el rico más odiado del mundo.

Ello no resulta sorprendente si se tiene en cuenta que pocas semanas antes de que su situación comenzara a llamar la atención de los analistas financieros, el propio Trump afirmaba en entrevista para el periódico neoyorquino TheWall Street Journal que planeaba vender algunos de sus activos nó para remediar debilidad alguna sino para convertirse en el "Rey de la Liquidez" . En ese momento Trump fué tan arrogante que amenazó con demandar al periódico si se atrevía a afirmar que atravesaba problemas económicos.

Pero la semana pasada resultó evidente que el billonario no podía, ni con sus maneras de soberano, tapar el sol con las manos. La organización Trump confirmó esa noticia en un escueto comunicado en el que se afirmaba que "sobre la base de los excelentes valores de los activos y su potencial de ganancias a largo plazo", se llegaría a una solución mutuamente satisfactoria.

Pero no se trata sólo de un problema momentáneo. Lo cierto es que los banqueros miran cada vez con mayor desconfianza las posibilidades que pueda tener Trump de vender sus propiedades por lo que él cree que valen. La prueba es el fracaso de varios intentos desplegados en los últimos meses.

QUE VA A PASAR
A estas alturas, aún existe la posibilidad de que Trump salga del paso sin perder la mayor parte de sus posesiones, pero cada vez son menos los observadores que se inclinan por esa tesis.
Para que ella se confirmara, los bancos deberían pura y simplemente refinanciar la deuda. Pero con las experiencias obtenidas, los bancos ya no quieren oír de valor de reventa de las propiedades, sino de dinero contante y sonante.

En esas condiciones, todo indica que el gran multimillonario de los años 80 no saldrá del paso sin perder una buena parte de su imperio.
"Por lo menos va a tener que rebajar lo sobrante, entregar el yate, las mansiones, el helicóptero", dijo un banquero que participa en las negociaciones. Esa, tal vez, sería la mayor humillación para quien hizo del exhibicionismo una forma de vida.

Pero los 50 banqueros que se reúnen en sus oficinas de Manhattan desde 15 días atrás, podrían tomar otras medidas, como hacer efectivos sus créditos. Ello, a pesar de todo, no se considera factible. Por lo pronto, se sabe que los representantes del magnate ofrecieron a los bancos una gran tajada en dos de sus propiedades , el Hyatt Regency Hotel y el Plaza, a cambio de reducir la deuda, sólo para encontrar una negativa rotunda. Un analista financiero afirmó que Trump se había convertido en algo parecido a un país latinoamericano. Que si se quería que pudiera pagar tocaba prestarle más plata. Y esa parece ser la disyuntiva de los bancos en la actualidad.

A todas estas el joven magnate hace lo posible por mantener la cara en alto. La semana pasada estaba en Las Vegas en la presentación de su libro, cuyo título podría abarcar su trance personal: "Sobrevivir en la cima".-


EL VALLE DE LOS CAIDOS
Caer en desgracia al parecer no es sólo problema del millonario Donald Trump. Alrededor del mundo son muchas las fortunas que, de un día para otro, se están esfumando. Todo parece indicar que, como dice el refrán, lo difícil no es hacer plata sino conservarla. Estos son algunos de los casos más importantes de quiebras en el mundo:

- En 1983 el multimillonario australiano Alan Bond era toda una figura en su país. Ese año, su gobierno decretó un día de fiesta cuando este hombre ganó en su velero, la Copa América. En el 87, compró por 53 millones de dólares el cuadro "Los Iris", de Van Gogh, hasta hace algunos días la obra de arte más cara del mundo.
Ahora, en el 90, el imperio que edificó en 30 años de trabajo se vino al piso.
Dueño de minas, cervecerías, inmobiliarias, compañías de teléfonos y de petróleos en todo el mundo, sus cuantiosas adquisiciones y sus audaces transacciones financieras lo llevaron a la ruina. Hace algunas semanas perdió el control de las cervecerías y en días pasados se quedó sin sus empresas de comunicaciones. Las altas tasas de interés y la crisis de la economía australiana le dieron el golpe fatal. Se vió obligado a vender su "Van Gogh" por un precio bastante inferior al de compra y ahora anda "toreando culebras" por todas partes.

- Todo el mundo esperaba que el italiano Carlo De Benedetti fuera el gran hombre de las finanzas europeas en la década de los 90. Tras un ascenso fulgurante que lo llevó a convertir una pequeña empresa familiar en el tercer grupo privado más importante de Italia, al lado de los de Agneli -dueño de la FIAT y Berlusconi, las cosas le han ido saliendo mal en los meses recientes.
Considerado en Europa como uno de los grandes cerebros de los negocios, cayó en desgracia cuando quiso adquirir un gran conglomerado de empresas belgas -con 1.200 filiales y cuando movilizó enormes medios financieros a Suez. Para rematar, el año pasado su empresa bandera, la Olivetti, vio caer sus ganancias en un 40%. Las cosas se agravaron aún más desde hace algún tiempo, cuando se enfrascó en una lucha sin cuartel con su compatriota Silvio Berlusconi por el control de Mondadori, el primer editor de Italia, propietario, entre otros, del diario La República. Ahora, cuando esperaba ampliar sus horizontes a la recién abierta Europa del este, todas sus energías las debe dedicar a pelear en su propio país para no perder lo que todavía le queda.
- En 1970, cuando aún no habían cumplido los 30 años de edad, los hermanos Charles y Maurice Saatchi fundaron su empresa de publicidad.
Nacieron en Bagdad pero emigraron con sus padres a Inglaterra, donde su apetito desmedido los llevó a adueñarse de cuanta empresa de publicidad les pasaba por delante. Diseñaron la campaña publicitaria que en 1979 llevó a Margaret Thatcher a ganar las elecciones. Su mayor golpe lo dieron en 1986, cuando adquirieron la compañía norteamericana Ted Bates y se pusieron a la cabeza en el mundo entero en su negocio. En la actualidad, "los niños terribles de la publicidad" están siendo derrotados por las deudas.
Además, el precio de sus acciones se derrumbó y han tenido que soportar los embates de otros accionistas descontentos. Tanto, que debieron cederle hace algunos meses el poder de su grupo al francés Robert Louis-Dreyrus, un especialista en misiones imposibles.
Mientras tanto, un antiguo empleado suyo, Martin Sorrell, quien se alejó de la compañía en 1986, les montó la competencia y actualmente es el primer publicista del mundo. Ahora, para defenderse, andan vendiendo su valiosa colección de arte

- El norteamericano Michael Milken se hizo famoso por inventar los bonos basura, obligaciones de alto riesgo y rendimiento elevado -cuando funcionan con las que se hizo al manejo del banco Drexel-Burnham-Lambert que acaba de cerrar sus puertas tras una caida estrepitosa En su caso, no se trata tanto de la compra sino de lo que permitió que otros compraran con sus famosos bonos. Por cuenta de eso, ganó la cifra más alta en honorarios anuales en los Estados Unidos alcánzando los $50 millones de dólares el año pasado. Perseguido por fraudes fiscales y bursátiles, Milken ya aceptó pagar 600 millones de dólares pero aún le hace falta recibir la condena a prisión, que puede estar entre 28 y cinco años de cárcel, tras la cual podrá salir a disfrutar su fortuna, superior a los mil millones de dólares.

- Tras dos años de vacas flacas luego del crack bursátil de 1987, el año pasado reapareció en éscena el multimillonario franco-británico Jimmy Goldsmith. Lanzó una oferta pública de acciones del conglomerado británico BAT -tiene 300 mil empleados por un total de 22 mil millones de dólares, la oferta de compra más grande en la historia europea, al mejor estilo dé los magnates norteamericanos. En la aventura arrastró con el hombre más rico de Australia, Kerry Packer, y con el noble inglés Jacob Rothschild. El problema consistió en que nadie les siguió el paso y nueve meses de esfuerzos y miles de millones dé dólares se fueron a la caneca. A pesar de todo, Goldsmith antiguo dueño del diario francés L,Express sigue pensando en función financiera, respaldado por la imnensa fortuna que aún le queda, aunque su prestigio en esos círculos está enterrado.-