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LUCHA DE TITANES

Se abre paso transacción poco ortodoxa para salvar a la Texaco

18 de enero de 1988

Una lucha entre titanes económicos en la cima del capitalismo, no puede tener vencedores ni vencidos: cuando se habla de perjuicios tasados en US$10 mil millones, no se sabe de quién es el mayor problema, si de quien debe pagarlos o de quien debe cobrarlos.

El anterior es en esencia el razonamiento con el que está a punto de lograrse una transacción en el juicio que desde 1984 adelanta la Pennzoil contra la Texaco y que ha llevado a esta última, a entrar en el equivalente gringo del concordato, pues enfrenta una condena de primera instancia de US$$10 mil millones. Pero si el razonamiento resulta tan insólito como la cifra involucrada, las circunstancias en que se ha llegado a la posible solución del conflicto pertenecen a lo más granado del insólito mundo de las finanzas estratosféricas.

Todo comenzó cuando Pennzoil, una de las compañías petroleras más grandes de los Estados Unidos, inició el proceso de fusión con la Getty Oil, en un negocio que no le convenía a Texaco, porque quería una tajada de ese ponqué, por no decir todo. Aparentemente Texaco llevó sus intrigas más allá de los límites legales, por lo que fue demandada por la Pennzoil. Tras un proceso que recibió la publicidad que era de esperarse, Texaco fue condenada a pagar a Pennzoil como indemnización de perjuicios la escalofriante suma.

Al verse en la imposibilidad de prestar una garantía de pago que le permitiera apelar la sentencia, Texaco hizo lo que cualquier comerciante en las circunstancias: demandó de la Corte de Quiebras la apertura de un concordato de acreedores mientras por su lado, continuaba en negociaciones con Pennzoil para buscar un acuerdo que salvara la empresa.

Con la apertura del concordato que en Estados Unidos no modifica la administración de la compañía, se conformaron dos comités contemplados por la ley: uno de acreedores y otro de accionistas. Entre tanto, con el "segundo" aire que le dio la protección federal contra sus acreedores que le permite hasta apelar la senten cia en su contra, la administración de Texaco continuó sus extenuantes negociaciones con Pennzoil, que no parecían llegar a ninguna parte. Con las cosas en este estado, hizo aparición en escena Carl C. Icahn.

Icahn, quien es el mayor accionista de Trans World Airlines, observaba la batalla de los gigantes desde su oficina sobre la Avenida de las Américas en Nueva York. Negociador de primera línea, sabía que detrás de semejante barullo había algo para él. Y no estaba equivocado. Calladamente se hizo al control del 12.3% de las acciones de la maltrecha Texaco, y se convirtió en su mayor accionista. Con ello, entró a controlar el comité de accionistas creado con ocasión del concordato y lo convenció de que la administración de la compañía estaba dilatando innecesariamente las negociaciones con Pennzoil. La guerra civil en el seno de Texaco estaba planteada, aunque aún no lo sabía la presidencia de la sociedad.

Lo siguiente fue convencer a la propia Pennzoil de que ningún acuerdo por encima de los US$3 mil millones le convenía a esa empresa. En reuniones llevadas a cabo hace dos semanas con el presidente de Pennzoil, Hugh J. Liedke, Icahn le dijo según un testigo que "aún si ustedes ganan en la apelación, ese triunfo podría explotarles en las manos, ya que Texaco podría reventarse. No habría ganador pues pasarían hasta 15 años antes de que ustedes recibieran algo".

Con las cartas en la mano, Icahn logró que el comité de accionistas de Texaco accediera a acordar directamente con Pennzoil los términos del acuerdo, pasando por encima de los ejecutivos de la empresa y que Liedke enviara un ultimátum al presidente de Texaco, James W. Kinnear, basado en esos términos.

En ese estado están las cosas. La presión resultante para los administradores de Texaco se hace cada vez más fuerte, pues si el comité de acreedores aprueba la fórmula del comité de accionistas, el arreglo será obligatorio. Aunque eso parece ser lo que va a pasar, fuentes cercanas al comité de acreedores expresaron al New York Times su preocupación sobre la forma como se podrían pagar los 3 mil millones sin acabar de desestabilizar la compañía, que debe ya, en su operación normal, más de 10 mil millones de dólares.

Pero la administración de Texaco tampoco se va a quedar con los brazos cruzados. Anunció que en una carrera contra el tiempo, apelará la sentencia de los 10 mil millones, que es su último recurso. En caso de que aquella se confirme, presentaría su propio plan de pagos, que serían en especie, con 900 millones de barriles de petróleo de sus reservas, a US$12 cada uno. Pero deberá hacer todo eso antes de que los acreedores, los accionistas y Pennzoil acuerden sus términos ante la Corte de Quiebras.

Pero, ¿dónde está el beneficio de todo este enredo para Carl C. Icahn? El viernes 11 de diciembre, por ejemplo, la Bolsa de Nueva York registró alzas de US$3.87 en las acciones de Texaco para cerrar a US$35.8 y de US$6.75 en las de Pennzoil. Allegados a Icahn afirmaron que el empresario considera que, de confirmarse esta transacción, que sería la del siglo, las acciones de Texaco, llegarian al menos a US$60, con lo que Icahn haria jugosas utilidades. Sin contar con que además, es accionista de Pennzoil... --