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MADRUGA EL FONDO

El Fondo Monetario decide anticipar cinco meses su estudio anual sobre la economía colombiana.

11 de marzo de 1985

Fue como haber despertado de un sueño de cuatro meses. Ya cuando se creía que Colombia escaparía de las garras del Fondo Monetario Internacional, los eventos de la semana anterior revelaron que, tal como ocurriera en octubre pasado, el país se debate en la incertidumbre respecto a lo que será su futuro inmediato en los mercados internacionales de dinero. La línea dura, adoptada en apariencia por los bancos comerciales extranjeros, ha llevado a que en los círculos económicos se vuelva a hablar del espectro de la carta de intención con el FMI. La llegada a Colombia en esta semana de la misión asesora del organismo internacional ha dejado en claró que se está acercando la hora de la verdad para el país.
Aunque es evidente que la visita proveniente del extranjero es tan sólo un paso más en un proceso continuo de negociación que podría tomar dos o tres años, se considera que sus resultados darán la tónica en el futuro. Pese a que miembros del gobierno colombiano aseguran que nada ha cambiado, en otros medios se ha filtrado la certidumbre de que la carta del Fondo ha vuelto a ser puesta sobre la mesa.
El giro tomado por los acontecimientos es consecuencia directa de lo ocurrido en la "mini cumbre" de Nueva York entre el equipo económico y catorce bancos privados, hace unas tres semanas. En esa ocasión, los bancos más grandes (Citibank, Chemical, Chase Manhattan, etc.) conformaron un grupo mayoritario que insistió en que Colombia necesitaba llegar a un acuerdo formal con el Fondo. Pese a que la delegación nacional logró su cometido en el sentido de presentar sus solicitudes, dar una nueva visión de la situación de la economía y conseguir la renovación de las líneas de crédito de corto plazo de los bancos comerciales colombianos, la Federación de Cafeteros y Ecopetrol, la opinión tuvo la impresión de que los resultados no fueron satisfactorios. "Quizás fuimos demasiado optimistas", reconocio un integrante del gobierno "pero nuestro objetivo era aligerar los trámites y eso fue lo que conseguimos". Ultimamente, los miembros del equipo económico se han quejado de que la indefinición en el lado del crédito externo es demasiado grande y por ello se prefiere una respuesta definitiva cuanto antes, así no sea favorable.
Indudablemente, esa respuesta estará determinada por el veredicto del FMI sobre la economía colombiana el cual se deberá conocer a finales de marzo. Pese a que Colombia logró avances notorios con entidades como el Banco Mundial, ahora es más evidente que nunca que el Fondo controla los hilos del mercado internacional de crédito. La banca de fomento puede tener sus puertas abiertas para el país, pero sin el visto bueno del FMI la banca comercial no está interesada en conversar con Colombia.
Además, los banqueros de Nueva York todavía tienen atravesada la espina del problema de la deuda externa de las empresas colombianas y el de las obligaciones no registradas de las filiales de las instituciones de crédito nacionales en Panamá.
Al parecer, el ministro Junguito ha comprendido esa situación y la semana pasada estuvo en Washington haciendo contactos con la institución. El viaje del funcionario se sumó a la larga lista de visitas de oficiales colombianos que desde septiembre frecuentan semanal o quincenalmente la capital norteamericana. Según se afirma, el gobierno desea que el Fondo tenga la imagen más acertada de Colombia, y para ello ha habido funcionarios que han pasado temporadas de hasta tres semanas ininterrumpidas en Washington.
Sin embargo, es dudoso que todos esos esfuerzos hagan cambiar la conocida posición del organismo frente al problema colombiano. Si bien se ha reconocido que los ajustes hechos hasta ahora apuntan en el sentido correcto, lo más factible es que el Fondo se incline por recetas más drásticas. De suceder así, ello implicaría que los bancos privados internacionales se abstendrían de prestarle a Colombia, a menos que se firmara la carta de intención.
Lo siguiente, pasaría al terreno de las decisiones políticas. Son conocidos los efectos que tienen los programas del Fondo en los países que los han ensayado y esas consideraciones entran en la mente de cualquier gobierno que se enfrenta a elecciones a la víspera de un año. Aunque se afirma que el Presidente Betancur le ha dado carta blanca a su ministro de Hacienda para que tome el camino que quiera, habría que ver si esa posición se mantiene a la hora de adoptar medidas demasiado restrictivas e impopulares. Entre quienes favorecen un rompimiento con el Fondo, se encuentran aquellos que sostienen que el nivel de reservas del país permite un enfrentamiento temporal con las entidades financieras extranjeras. A su favor, el gobierno tiene el punto de las relaciones con la Casa Blanca, la cual está visiblemente complacida por el manejo que se le ha dado al tema de las extradiciones. De hecho, se ha llegado a afirmar que en un caso dado se podría llegar a presionar a Washington para que influyera en los bancos privados, a cambio de que Colombia mantuviera la línea de conducta actual.
La otra cara de la moneda la presentan los que insisten en que una negociación con el FMI no es necesariamente mala y que debe hacerse cuanto antes. Obviamente, son un misterio las condiciones del organismo, pero según lo visto habría mayor insistencia en el punto de reducir el déficit fiscal y aumentar las tarifas de los servicios públicos.
Un punto que merece consideración especial es el de la devaluación masiva. En los últimos días se ha observado una inusitada demanda por dólares oficiales, tanto en licencias de cambio como en certificados de cambio negociados en las bolsas de valores. Como justificación, se cita el hecho de que con las alzas recientes en precios (ver artículo) hay que acelerar obligatoriamente el ritmo de devaluación y si la inflación continúa su marcha se cree que el Fondo exigiría la depreciación del dólar de un día para otro.
Todas esas consideraciones deben haber pasado por la mente de los integrantes de la administración que esperan con ansiedad los resultados del diagnóstico del Fondo sobre la economía, adelantado cinco meses a petición del gobierno. Si bien todavía hay algo de optimismo, la mayoría de las decisiones están condicionadas por la duda y en esas circunstancias se quiere que los hechos se definan cuanto antes. "Puede ser -afirmó un economista oficial- que el Fondo nos trate mal, pero al menos sabremos a que atenernos en el futuro".

DEUDA AL RITMO DE MERENGUE
Por tercera vez en ocho meses las naciones latinoamericanas se reunieron la semana anterior en Santo Domingo para discutir el problema de su deuda externa, frente a la clara apatía de los países industrializados. Una vez pasado el entusiasmo inicial de la reunión de Cartagena, el evento tuvo su segunda edición en Mar del Plata, convirtiéndose en uno más de esos foros internacionales, donde son muchos los diagnósticos y escasas las soluciones concretas.
Sin embargo, en este caso la cita tuvo un carácter más "representativo". De las once naciones latinoamericanas que en junio pasado firmaran el denominado "Consenso de Cartagena", sobre el tema de la deuda externa de la región, República Dominicana representa el caso más patético entre los países pequeños. Con una deuda externa que pasó de 45 a 429 dólares por habitante en el transcurso de 18 años, la nación caribeña es el típico ejemplo de los desequilibrios que puede crear una política de ajuste inspirada por el Fondo Monetario Internacional. Al tiempo que los delegados del continente discutían el tema de la deuda, el pueblo de Santo Domingo continuaba en protestas masivas por un nuevo paquete de medidas económicas introducido el 23 de enero por el gobierno de Salvador Jorge Blanco de acuerdo a los términos de la carta de intención firmada entre el Fondo y la nación dominicana.
Semejante ambiente debió ser relativamente usual para los representantes de México, Brasil y Argentina, que se han visto sometidos a negociar con la entidad internacional para sortear sus dificultades internas. El éxito relativo de cada uno en cuanto a las metas propuestas, contrastó con las declaraciones del director ejecutivo del Fondo, Jacques De Larosiere, quien desde Suecia se encargó de despejar todo entusiasmo al afirmar que "los países deudores deben continuar con sus ajustes y no se deben forjar ilusiones aun donde la mejoría de la posición de pagos ha sido espectacular (...) Aun cuando lo peor de la crisis puede haber quedado atrás, el FMI va a seguir trabajando con los países endeudados los años que sean suficientes para poner sus economías dentro de los carriles adecuados".