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A MEDIO CAMINO

Casi todos los colombianos apoyan la creación del fondo nacional de paz. Pero no todos están de acuerdo en cúales deben ser sus alcances.

14 de septiembre de 1998

Para las personas que escucharon el discurso de posesión del presidente Andrés Pastrana el planteamiento más novedoso de toda su intervención fue el relacionado con la creación de un gran fondo para la paz, y el anuncio de que buena parte de su financiación correría por cuenta del sector privado mediante la suscripción de los que el propio mandatario llamó "bonos de paz". En la última etapa de su campaña, Pastrana había colocado la paz como el eje central de su programa de gobierno y había mencionado la posibilidad de promover una especie de 'Plan Marshall' para eliminar los factores de violencia presentes en las zonas de conflicto. Pero hasta el momento de su posesión no había mencionado ni el fondo ni los bonos. Y en algunos medios se llegó a decir que los dos conceptos habían sido incluidos a última hora en el discurso. Pese a ello, sin embargo, la reacción inmediata de los colombianos ante la propuesta del Presidente fue bastante positiva. La mayoría de las personalidades consultadas en la Plaza de Bolívar de Bogotá sobre el tema el mismo día del evento le dieron la bienvenida a la idea y dijeron estar dispuestos a apoyar los esfuerzos de paz de la nueva administración. Tal como fue presentada, la propuesta del Presidente resultó bastante atractiva. Por primera vez en los últimos años un mandatario hablaba de "bonos de paz" y no de "bonos de guerra". Y hacía énfasis en que la paz no se consigue sólo con la firma de documentos, sino que es toda una empresa de reconstrucción nacional. El discurso del Presidente no decía nada, sin embargo, sobre cuáles serían los mecanismos utilizados por el gobierno para captar los recursos destinados al gran fondo para la paz, ni sobre cuál sería el papel que cumpliría dentro de su estrategia de paz, ni sobre cómo se administrarían esos recursos, ni cuál sería su destinación. Se limitaba a enumerar sus bondades y a resaltar su importancia para el éxito del proceso. La idea del gobiernoPoco a poco, no obstante, la idea ha ido madurando. Desde el mismo día de la posesión hay un equipo trabajando en el tema, y aunque no está completamente definido _pues todavía se está laborando en su estructuración jurídica_, el gobierno ya tiene claras las ideas sobre cuáles serán las características de los bonos y para dónde irán los recursos. Según el ministro de Hacienda, Juan Camilo Restrepo, los "bonos de paz" serán bonos de deuda pública _lo que los diferencia de un impuesto_, y tendrán unas tasas de interés moderadas y un plazo amplio, al cabo del cual el suscriptor recibirá el principal y los intereses. Y podrán ser negociados en el mercado secundario. A diferencia de los "bonos de guerra" (que fueron utilizados para aumentar el equipamiento militar) los "bonos de paz" servirán para nutrir el gran 'fondo para la paz' que, con aportes adicionales del gobierno, de entidades multilaterales y de países amigos, piensa crear el gobierno en los próximos días. El fondo, a su vez, estará destinado, según el Ministro, a financiar inversiones estratégicas de carácter social, en áreas críticas del país, con el fin de apuntalar el proceso de paz. Dichas inversiones serán ordenadas de acuerdo con prioridades previamente fijadas y no podrán desviarse para solucionar problemas coyunturales.Los recursos del fondo serán públicos y tendrán una asignación especial. Aunque harán parte del conjunto del presupuesto, no se mezclarán con los recursos ordinarios y su manejo será independiente, sin que para ello sea necesario crear una burocracia especial. Se buscará, además, que exista algún mecanismo para que el sector privado que suscriba los 'bonos de paz', y las entidades internacionales que colaboren en la consecución de los recursos, tengan algún tipo de veeduría sobre su destinación. "La idea es que el fondo sea los más transparente posible para tranquilidad de los aportantes", aseguró Restrepo. Reacción de los gremiosPero si bien el gobierno ya tiene más o menos claro qué es lo que quiere no sucede lo mismo con el sector privado, que es el que deberá suscribir los bonos. Los gremios de la producción, en general, apoyan la idea pero discrepan en cuanto a sus alcances. Y tienen todavía serias preocupaciones en cuanto a su manejo.Para Sabas Pretelt, presidente de Fenalco, "los recursos del fondo tienen que estar destinados específicamente para el proceso de paz, y debería ser concertado entre el gobierno, el Congreso y los gemios económicos. Y ojalá tuvieran una auditoría por parte del sector privado".Al igual que a varios de sus colegas, a Sabas Pretelt le preocupa la posibilidad de que los recursos captados con los bonos de paz se utilicen para suplir recursos del presupuesto nacional. "Los recursos del fondo son adicionales, y deben ir por canales diferentes a los tradicionales. No tendría ninguna presentación que dichos recursos sirvieran para reducir el déficit fiscal", dice. En forma similar piensa el presidente de Acopi, Jaime Alberto Cabal, para quien la propuesta del gobierno significa un cambio radical frente a las contribuciones para financiar la guerra. Lo importante, para él, es que se preserve el espíritu de la destinación de los recursos, porque de lo contrario "la contribución se volvería un impuesto más, y punto".Para Cabal también es fundamental que los recursos para la paz se traten como un fondo especial y que no se incorporen al presupuesto. Y cree, además, que es fundamental la cogestión: "Si el sector privado va a hacer sacrificios es importante que pueda trabajar en el diseño, gestión y vigilancia del fondo".En general las opiniones de Sabas Pretelt y de Jaime Alberto Cabal son compartidas por los otros gremios representados en el Consejo Gremial Nacional, y son el desarrollo de un documento presentado en febrero de este año con el título de 'Agenda empresarial por Colombia'. Otro punto de vista, más radical si se quiere, es el que tiene la Cámara Intergremial, que preside el economista Omar Botero-Páramo. Para éste no sólo se corre el riesgo de que los 'bonos de paz' sean un impuesto más, sino que la concepción del fondo no responde ni a las expectativas creadas por el presidente Pastrana ni a las necesidades del país. Según Botero-Páramo, una cosa es un fondo para financiar obras de infraestructura económica y social en zonas de conflicto, como parte de la negociación para llegar a la paz, y otra es un fondo de paz para reconstruir al país después de la guerra, como el que financió las inversiones del 'Plan Marshall'. Y eso, de alguna manera, era lo que había propuesto en principio el Presidente. De acuerdo con el presidente de la Cámara Integremial, si a los empresarios se les exige una contribución en nombre de la paz, y ésta no se logra, los aportantes se sentirían sumamente defraudados. "Al gobierno no le conviene hacer un fondo de paz, de la que se pueda decir después que nunca fue", aseguró.
Construcción de sociedad
Un punto de vista similar es el que tiene el economista Luis Jorge Garay, quien en los últimos meses ha venido trabajando con un grupo de personalidades interesadas en el tema de la paz, como monseñor Alberto Giraldo, presidente de la Conferencia Episcopal. Garay, sin embargo, va mucho más allá. Colombia, según él, vive una situación de guerra generalizada en la que se entremezclan por lo menos cuatro tipos de conflictos: los que tienen que ver con la convivencia ciudadana; la corrupción y el crimen organizado; el conflicto armado _que si bien tiene raíces ideológicas se mueve cada vez más por motivaciones económicas_, y el narcotráfico propiamente dicho. Y el conflicto armado _con todo y sus atrocidades_ no necesariamente es el más importante. De acuerdo con un estudio que hizo el propio Garay para Planeación Nacional, los costos que tienen para la sociedad los delitos asociados con la violencia urbana y con la corrupción superan los del conflicto armado. Por eso, según Garay, para lograr una verdadera paz no basta con resolver el conflicto armado. Además de eso es necesario reconstruir todo el entramado social y acabar con la 'cultura mafiosa de consumo' que se ha venido apoderando del país. Y para ello hay que atacar los cuatro frentes de violencia. Hacerlo, sin embargo, es mucho más costoso y difícil que un simple acuerdo con los grupos guerrilleros. Entre otras cosas porque la sola persistencia del narcotráfico _cuyos excedentes potencian la corrupción, deslegitiman el sistema político y deterioran el imperio de la ley_ propiciaría de inmediato el surgimiento de otros grupos. Por eso, según él, es necesario pensar en una solución integral, en la que no sólo estarían interesados los colombianos _hartos ya de la violencia_, sino la comunidad internacional: al fin y al cabo la suma de conflictos que hay en Colombia _con su carga de violación de derechos humanos, deterioro del medio ambiente y amenaza permanente de la democracia_ van en contravía de todos los postulados de la globalización del mundo actual. Si no se aprovecha la situación de ahora para buscar una transición hacia una 'nueva sociedad', a través de un proceso público-privado que permita canalizar todos los esfuerzos de la sociedad para su modernización y reestructuración productiva, se habrá perdido, según Garay, una gran oportunidad. Y es a esos esfuerzos a lo que debería estar destinado un gran fondo nacional de paz. Nunca el sector privado había estado tan dispuesto a colaborar en la solución de los problemas del país y nunca se había contado con tanto apoyo a nivel internacional. Y eso facilita, sin duda, la constitución de un gran fondo para la paz. Pero si los recursos se destinan solamente a solucionar una parte del problema, o se convierten en instrumento de negociación con los alzados en armas, sin pensar en lo costoso que puede resultar olvidarse de lo demás, es posible que todos los esfuerzos naufraguen a mitad de camino. Lo contrario, según Garay, puede resultar utópico. Pero hay pocas ocasiones como esta, según él, para pensar en utopías.