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La concesión del aeropuerto de Bogotá ha tenido demasiado ruido. Hoy el tema central es cuánto vale tumbar la actual terminal.

TRANSPORTE AÉREO

A medio vuelo

La concesión de aeropuertos que hizo el gobierno hace una década para operarlos ha dejado mucho que desear. Ni se remodelaron ni se modernizaron. Arrancó una segunda ola. ¿Será que esta vez sí va a funcionar?

27 de marzo de 2010

Para un país como Colombia, que ha hecho una apuesta enorme por atraer la inversión extranjera, es fundamental tener los aeropuertos funcionando como un relojito. Son la puerta de entrada de quienes llegan a hacer negocios. Si bien en los últimos meses la discusión en Colombia ha girado alrededor de los líos y retrasos de los proyectos de infraestructura vial, de los aeropuertos poco se ha dicho. Casi han pasado de agache en el debate.

¿Qué ha pasado con ellos? Lo primero es que sin mucho ruido, el país se metió de lleno en una segunda ola de concesiones aeroportuarias que significan ampliar y remodelar por lo menos 20 terminales aéreas y construir mínimo dos nuevas. Hoy se invierten anualmente cerca de 150 millones de dólares en las principales terminales, una cifra sin antecedentes.

A simple vista las autoridades no se han cruzado de brazos en el tema de los aeropuertos. La Aeronáutica Civil acaba de renovar la concesión del aeropuerto de Cartagena con el fin de ampliarlo y está renegociando las condiciones para hacer lo mismo con el de Barranquilla. El año pasado le entregó a un consorcio privado la administración y refacción de seis aeropuertos, entre los que se encuentran los de Medellín y Rionegro. Además, está preparando otras concesiones y la construcción de un megaaeropuerto en la Costa y otros proyectos regionales.

¿Pero cómo van estas concesiones? Y después de los líos en las carreteras, ¿el modelo sí funciona en los aeropuertos? El siguiente es un sobrevuelo por la situación de las principales concesiones.


Bogotá: mucho ruido
El proyecto del principal aeropuerto colombiano ha sufrido todo un vía crucis. Opaín, el consorcio constructor, y la Aeronáutica están negociando el precio de tumbar la actual terminal aérea y construir un nuevo edificio. Esta discusión ha impactado el desarrollo de las obras, y se llegó a especular que todo el proyecto tendría dos años de retraso.

Sin embargo, según el director encargado de la Aeronáutica Civil, Andrés Forero, el plazo adicional se refiere sólo a la nueva terminal, que deberá ser construida en 2012. En el resto del proyecto se siguen aplicando las condiciones del contrato original. Así, Bogotá contaría en dos años con una nueva terminal internacional de pasajeros y una zona completa para la carga aérea.

Las polémicas entre el concesionario Opaín y la Aerocivil y las evidentes demoras en la entrega de las primeras obras generaron la sensación entre todos los colombianos de que algo no marcha. Hasta que los usuarios no vean concluido el proyecto no se podrá sacar un balance definitivo sobre el impacto real del nuevo aeropuerto.

 
Cartagena: sólo maquillaje
En el caso del aeropuerto Rafael Núñez de Cartagena, el contrato de Sacsa, concesionario encargado del proyecto, fue extendido por nueve años. A cambio, el consorcio deberá ampliar hasta en 35 por ciento las zonas de la terminal, además de remodelar los espacios de abordaje y construir una vía perimetral.

Estas obras exigen inversiones por 103.000 millones de pesos en los próximos cinco años, recursos que deberá poner Sacsa. Hubo polémica, pues se señalaba que la terminal no había sufrido grandes transformaciones y que todos los arreglos sólo se referían a asuntos cosméticos. Las obras deberán empezar este año y el reto es demostrar que el nuevo contrato vale la pena.

 
Cali: enredo tras enredo
La concesión está en marcha, pero se ha generado un gran debate jurídico. La Aerocivil está discutiendo con el concesionario AeroCali cuál es el momento para hacer la ampliación de la terminal del Bonilla Aragón. El asunto es que para la Aeronáutica, el flujo de pasajeros ha venido creciendo y es necesario emprender las obras ahora mismo. Para el concesionario, la terminal no necesita ser ampliada sino hasta 2011, año en que contractualmente está definida. Mientras ellos discuten temas jurídicos, para muchos el aeropuerto de la tercera ciudad del país, la puerta de entrada más importante al occidente colombiano, necesita un cambio extremo para convertirlo en una terminal aérea más moderna y funcional.


En Rionegro: Paciencia
El aeropuerto de Rionegro, que sirve a la ciudad de Medellín, forma parte de un paquete de concesión en el que hay otras seis terminales. Se trata de inversiones por 300.000 millones de pesos, y la concesión se podría extender entre 15 y 25 años.

Este caso de Rionegro, se están desarrollando adecuaciones al domo principal y reforzamiento estructural. Los paisas esperaban ver listo el aeropuerto para los Juegos Suramericanos, pero no fue así. Los viajeros han tenido que hacer gala de paciencia ante las incomodidas y la poca señalización. El lado bueno es que este aeropuerto sí tendrá otra cara, más funcional y moderna.

Dentro de esta concesión Centro/Norte también se encuentra el aeropuerto de Quibdó. En la capital chocoana prácticamente se está terminando una nueva terminal de pasajeros que entrará al servicio a comienzos de mayo. Las otras terminales en remodelación son Carepa, Olaya Herrera, Corozal y Montería.


Barranquilla: un eterno problema
La concesión del aeropuerto Ernesto Cortissoz está siendo renegociada. Las mayores críticas a esta terminal tienen que ver con la seguridad, un tema viejo que no se ha logrado resolver. Su ubicación cercana a un basurero ha originado emergencias en vuelos, porque aves de rapiña chocan contra las turbinas de los aviones. Muchos se preguntan si se deben hacer nuevas inversiones de más de 40 millones de dólares en una terminal que es subutilizada y que permanece bajo riesgo, o buscar una solución más drástica.

En este sentido, el gobierno se la quiere jugar con un proyecto ambicioso. Se trata de construir un gran centro aéreo entre Cartagena y Barranquilla, que se llamaría el Aeropuerto del Bicentenario. El plan exigiría inversiones por 900 millones de dólares y se convertiría en solución para ambas capitales. Sin embargo, los críticos señalan que sería un exceso invertir tanto dinero cuando a las terminales de Cartagena y Barranquilla se les pondrán recursos por casi 90 millones de dólares. De hecho, la Aerocivil dejó en el nuevo contrato de concesión para la terminal de Cartagena una cláusula según la cual si se construye el nuevo aeropuerto, el gobierno podría caducar el contrato unilateralmente. Es muy probable que la misma cláusula se incluya en el nuevo contrato de Barranquilla. Esto significaría echar a la basura lo que se avance en los próximos años en la modernización de esas plazas.

Para los analistas esta decisión es improvisada porque no hay estudios que sustenten la conveniencia de una megaterminal de ese tipo. El Ministro de Transporte está bastante comprometido con sacar adelante esta iniciativa y anunció que va a dejar lista la concesión antes de terminar este gobierno.

En síntesis, nadie duda que el plan de infraestructura en materia aeronáutica es ambicioso. Para el director encargado de la Aerocivil, los proyectos están pensados para 30 o 40 años de desarrollo y por eso están en capacidad de responder a las nuevas exigencias. De hecho señaló que el transporte aéreo en Colombia creció el año pasado cerca de 8 por ciento en pasajeros internacionales y 5 por ciento en pasajeros nacionales (muy por encima del promedio mundial), y aún así los aeropuertos vienen respondiendo en operatividad.

Sin embargo, hay señales que pueden generar preocupación. En algunos casos los cambios parecen ser sólo cosméticos. Esto sería grave para un país que está pensando en grande en materia de inversión y turismo, pues significaría que Colombia tendría aeropuertos pequeños y bien presentados, pero que no podrían responder a grandes volúmenes de pasajeros y carga.