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A METER EL HOMBRO

La responsabilidad social de las empresas no solo es determinante en un país como Colombia, <BR>sino que además es buen negocio.

21 de junio de 1999

Durante la presente decada el desarrollo del mundo ha sido especialmente vertiginoso y
acelerado, caracterizado por la proliferación de la tecnología, la información y el acortamiento de las
distancias físicas y de tiempo entre los individuos y las empresas. Pero este proceso no se ha dado de
una forma uniforme, sino de manera desigual, aumentando las diferencias entre quienes tienen los
recursos y quienes se han visto excluidos de los beneficios del desarrollo. La responsabilidad del sector
privado con la sociedad cobra especial vigencia en Colombia, como país en vías de desarrollo, sumado al
complejo problema de violencia que pone en verdadero peligro su futuro económico. Como afirmó Manuel
Carvajal, fallecido presidente de Carvajal: "No puede haber una empresa sana en un ambiente social
insano", y ese ambiente social es precisamente el que tiene el país hoy en día. ¿Que es la responsabilidad
social? Hace cerca de 30 años el célebre economista norteamericano Milton Friedman _premio Nobel en
1976_ formuló su teoría según la cual la única responsabilidad social de los negocios consiste en
maximizar la rentabilidad para sus accionistas dentro del marco de la ley. Según Friedman, la única
responsabilidad de una empresa es para con sus accionistas y mientras utilice sus recursos de la
manera más eficiente posible podrá ofrecer a la sociedad los mejores productos y servicios al precio más
razonable y generar empleo, producción e inversión. Es importante tener en cuenta que _como sostiene
Ana María Barrera en un reciente trabajo de investigación en la Universidad de los Andes_ el modelo de
Friedman depende de unas condiciones que no son universales. Este modelo parte de la teoría
microeconómica, en la cual se asume la competencia perfecta, con igual acceso a la información por parte
de productores y compradores y con la virtual inexistencia de incertidumbre. Sobra decir que el mundo real
dista sustancialmente de este modelo 'ideal'. Si a esto se suman las limitaciones de los marcos legales y las
instituciones estatales, la corrupción, el poder de los oligopolios, entre otros, el modelo de Friedman
parecería ser de aplicación limitada. Nueve años después de que Friedman propusiera su teoría otro
economista apellidado Carroll introdujo un nuevo planteamiento según el cual "la responsabilidad social de
los negocios abarca las expectativas económicas, legales, éticas y filantrópicas que la sociedad tiene de las
organizaciones en un momento dado del tiempo". Esta nueva teoría contempla un espectro más amplio
de personas que se ven afectadas por las acciones de las empresas, que trasciende el círculo de los
accionistas e involucra a los empleados, clientes, proveedores, competidores, la comunidad inmediata
y la sociedad en general. Estos grupos son conocidos en inglés como los stakeholders de la empresa.
Francisco Piedrahita, rector de la Universidad Icesi de Cali, coincide con el anterior planteamiento y
sostiene que los gerentes de las empresas deben responder ante sus accionistas, siendo esta su
primera responsabilidad pero no la única. Según Piedrahita "los negocios tienen un impacto a distintos
niveles en la sociedad, que en algunos casos es negativo" y añade que "los gerentes deben esforzarse
por minimizar los impactos negativos". Este papel de 'buen ciudadano corporativo' es importante en la
medida en que son las comunidades las que proveen los recursos y la mano de obra con que operan las
empresas y donde se proyecta de manera más inmediata su imagen. Jorge Hernán Cárdenas, decano de
administración de la Universidad de los Andes, coincide con Piedrahita al afirmar que "la agenda social
ampliada de las empresas no es una distracción ni se limita a ser una buena intención, sino que se ha
constituido en toda una necesidad gerencial". Cárdenas afirma que los empleados que trabajan en
empresas exitosas productiva y socialmente, se sienten más satisfechos con su trabajo y tienen un mayor
nivel de compromiso. Al involucrar aspectos que trascienden el ámbito económico y legal la teoría moderna
de responsabilidad social enfrenta una de sus mayores limitantes: la dificultad de medir los resultados. En la
teoría clásica se utilizan medidas cuantificables y 'objetivas' como las razones financieras de rentabilidad.
Sin embargo _sin desconocer su validez_ dichas medidas son insuficientes para cuantificar el impacto de
una empresa en la sociedad en aspectos como el ético o el filantrópico. Aunque Friedman seguramente
respondería que, en el largo plazo, los buenos indicadores financieros son lo único que asegura la
supervivencia de la empresa y demuestran que ofrece productos de alta calidad, atrae buenos empleados,
tiene prácticas empresariales adecuadas y contribuye a la sociedad. ¿Cómo se mide? Pero entonces, ¿cómo
puede medirse la responsabilidad social de las empresas y, más aún, existe alguna relación entre el
desempeño social y el financiero? Una alternativa viable fue planteada en Estados Unidos por B.S.
Chakravarti en 1986, quien sugirió analizar los resultados financieros de "las empresas más admiradas"
según la encuesta anual de la revista Fortune. En dicha encuesta un amplio grupo de altos ejecutivos
escoge las empresas que mejor responden ante todos los stakeholders de una organización. La revista
Dinero realizó por primera vez en 1997 una encuesta similar para determinar cuáles eran las empresas
más admiradas de Colombia. Esta encuesta incluye seis criterios que son: las empresas mejor manejadas,
las más comprometidas con el medio ambiente, las que tienen productos de mejor calidad, las más
innovadoras, las más hábiles para atraer y conservar gente talentosa y las más comprometidas con la
comunidad. Como puede verse, estos criterios miden el impacto que tienen las compañías sobre una amplia
gama de grupos de interés. La encuesta de Dinero se realizó de nuevo en 1998. SEMANA hizo un
análisis agregado de los resultados encontrados por Dinero (ver recuadro). Además se incluyeron los
indicadores financieros más relevantes de estas empresas _rentabilidades sobre patrimonio y activos,
margen neto y margen operativo_ y se compararon con los indicadores promedio de las 300 empresas más
grandes del país (por ventas totales en 1998). Los resultados del análisis de SEMANA muestran que, en
promedio, las empresas colombianas más admiradas tuvieron resultados financieros significativamente
superiores al promedio de las 300 más grandes. Mientras que el margen neto promedio de las 300 más
grandes fue de 1,5 por ciento en 1998, el margen neto promedio de las top 10 fue de 11,44 por ciento. En el
caso del margen operativo la situación es similar. Mientras que las 10 más admiradas tuvieron un margen
operativo de 10,3 por ciento, las 300 más grandes tuvieron un margen operativo de 4,6 por ciento. Situación
semejante ocurre con los indicadores de rentabilidad. Mientras que las 10 más admiradas tuvieron un
rendimiento de 6 por ciento sobre sus activos y de 8,7 por ciento sobre su patrimonio, las 300 más grandes
tuvieron rendimientos de 1,2 por ciento y de 2,9 por ciento respectivamente. La conclusión más importante de
este análisis es que las empresas que 'mejor hacen las cosas' y responden ante un círculo más amplio de
individuos obtienen resultados por encima del promedio para sus accionistas, lo cual es el objetivo
primordial de cualquier empresa y la justificación de su existencia. Juan Felipe Gaviria, rector de Eafit en
Medellín, coincide al afirmar que "si las empresas se dedican a hacer las cosas lo mejor posible,
respondiendo éticamente ante la sociedad, todos _sector público, privado y sociedad civil_vamos a estar
mejor". Retomando las palabras de Manuel Carvajal, las empresas tienen un papel crítico en el
mejoramiento de las condiciones sociales del país. Al fin y al cabo ese ambiente social 'malsano' es el
mismo que debe absorber los productos y servicios ofrecidos por las empresas y aportar, a su vez, el
elemento humano que conforma las organizaciones. En la medida en que Colombia no se convierta en un
país más justo y sano para sus habitantes el sector privado se quedará sin su sustento fundamental. Solo
cuando los empresarios se den cuenta que su responsabilidad social es mucho más que una donación
monetaria _convirtiéndose en una pieza crítica del rompecabezas estratégico_ se podrá ver garantizada la
permanencia de sus empresas en el tiempo.