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MUCHO RUIDO Y POCA ACCION

En 1995 las bolsas colombianas muestran los peores resultados entre los mercados emergentes del mundo.

20 de noviembre de 1995

AL COMENZAR 1995, TODO APUNTABA HAcia que este iba a ser un año maravilloso para el mercado de valores en Colombia. Las perspectivas de la economía eran excelentes y el optimismo empresarial era palpable. Tan bien se veían las cosas que la voz de los expertos en inversiones era una sola: jugarle a las acciones.
Sin embargo, 10 meses más tarde, la realidad es bien diferente. Al mercado de valores no le ha ido nada bien y las expectativas no son mucho mejores. Tan mal han salido las cosas que las bolsas colombianas, valoradas en dólares, registran la peor caída dentro de los diferentes mercados emergentes del mundo. Descalabros como el de México, tropiezos como el de Argentina o desinfladas como la de Taiwan palidecen frente a la descolgada de las acciones en Colombia (ver gráfico).
Los dedos acusadores señalan a la crisis política como la principal culpable de los malos precios en la bolsa. Los conocedores sostienen que de no ser por este fenómeno las cosas serían a otro precio: con las actuales tasas de interés, el mercado accionario podría estar ad-portas de vivir una época dorada, como la de hace un par de años. Pero lo cierto es que 1995 ha sido negro para el sector: la bolsa colombiana ha caído un 31,2 por ciento, incluso más que la mexicana -26,9 por ciento-, con todo y el efecto tequila. El índice de la Bolsa de Bogotá, que llegó a 1.059 puntos en marzo de 1994 cerró en 730 puntos el jueves de la semana pasada.
En junio, tras la decisión de la Junta Directiva del Banco de la República que intervino las tasas de interés, muchos creyeron que el año todavía se podía salvar. Así parecía hasta el 27 de julio, cuando fue capturado el ex tesorero de la campaña presidencial de Ernesto Samper, Santiago Medina. Ese día el terremoto político tumbó las acciones al piso, y desde entonces la bolsa se ha convertido en un termómetro de las decisiones de la Fiscalía. El escepticismo se ha apoderado de los inversionistas que, aunque no han vendido en forma masiva, permanecen quietos en sus posiciones. Lo peor es que según los entendidos el clima va a seguir así hasta que la situación política se clarifique.
A los fondos de inversión extranjera, que operan en Colombia desde 1993, el escándalo político les cayó como un balde de agua fría. Y no fue porque se sorprendieran por los cataclismos que se producen en este país, sino porque estos se reflejaron en la economía. Un especialista en mercados latinoamericanos con sede en Nueva York dijo a SEMANA que "este año se rompió el mito del bajo riesgo colombiana El mercado fue volátil a los problemas políticos y a los temores nacidos en la inestabilidad económica de otros países de América Latina".
A pesar de todo, la reacción de los fondos extranjeros demuestra que la confianza en el país continúa. En los tres últimos meses han disminuido sus niveles de compra y lejos de vender, se mantienen a la expectativa. Según Bernardo Vargas, presidente de Barings, "están esperando a que se solucione la crisis política. Les gusta invertir en las empresas colombianas porque tienen una solidez de 30 años y unas excelentes perspectivas de crecimiento".
Claro que sobre las repercusiones del Medinagate hay voces disonantes. Un conocido comisionista dijo a SEMANA que "ojalá que la caída del mercado sea una consecuencia de los problemas políticos y no el reflejo de una crisis estructural del sector".
Para el presidente de la Bolsa de Bogotá, Carlos Caballero Argáez, la incertidumbre no se reduce al terreno político. Los inversionistas también están esperando a que el Congreso apruebe la reforma tributaria y a que el gobierno defina su plan de gastos, para finalmente saber los parámetros en que la economía se moverá en el mediano plazo. Considera, sin embargo, que las mayores inquietudes se presentan "en el plano doméstico y no en el internacional".
La desaceleración que la economía ha vivido en el presente año también está incluida en la lista de explicaciones. Por una parte, las predicciones sobre el crecimiento de la producción se han reducido del 6 a menos del 5 por ciento en el transcurso del año. Por otra, los balances que las empresas presentaron al finalizar el primer semestre de 1995 fueron menos atractivos que los del año anterior. Esta situación ha golpeado con más fuerza sectores como el de los textiles. Las acciones de compañías como Coltejer y Fabricato han presentado una reducción de su precio del 62 y del 55 por ciento, respectivamente. Los entendidos estiman que entre las afectadas por la caída del boom bursátil estarán las empresas holding, pues derivan buena parte de sus ingresos de su participación en otras industrias.
Al mercado colombiano no sólo lo han afectado los males que se padecen en casa, pues los problemas de los vecinos han aportado su granito de arena. La crisis mexicana y los efectos que ésta tuvo en la banca argentina han ocasionado que el riesgo de invertir en Latinoamérica se haya incrementado de forma importante y que la mirada se haya dirigido hacia el sureste asiático.

LOS DE FONDO
Pero tal parece que los hechos de este año acentuaron los problemas que trae de tiempo atrás el mercado de valores en Colombia, que está bastante lejos de ser un Wall Street. Muchos lo califican abiertamente como extremadamente ineficiente.
Una de las razones para que la bolsa nacional se haga acreedora a ese calificativo es su tamaño. Para decirlo en una sola frase, el mercado de valores colombiano es uno de las más pequeños del mundo. Sólo tiene 189 empresas inscritas y únicamente 25 acciones son consideradas como de alta bursatibilidad. Cómo será de pequeño el mercado nacional que en un país de menor desarrollo industrial como Perú, se transan diariamente entre 15 y 20 millones de dólares, mientras que actualmente en Colombia el promedio está entre uno y dos millones de dólares (en la época de las vacas gordas osciló entre cinco y 10 millones de dólares).
Unido al problema del tamaño, está el de la liquidez: cuando alguien quiere comprar no hay quien venda, y, cuando alguien quiere vender no hay quien compre. Para el especialista de Nueva York, esa es una de las razones por la cual los fondos de inversión están parados: "La falta de liquidez aumenta el riesgo y los volúmenes que uno puede invertir son tan pequeños que no valen la pena".
A esos dos factores se suma la concentración de las acciones en muy pocas manos. Los títulos que se mueven diariamente en las tres bolsas (Bogotá, Medellín y Occidente) representan un porcentaje mínimo de los existentes. Este fenómeno influye de manera determinante en la cotización, por lo cual los precios son muy sensibles a cualquier transacción.
El gobierno ha intentado meterle el diente al problema de la concentración, mediante estímulos tributarios, sin que hasta la fecha haya obtenido grandes éxitos. Antes de reducir su porcentaje de participación, los empresarios prefieren endeudarse caro pero a sabiendas de que conservan el control total de la compañía. Ni siquiera con la posibilidad de emitir acciones preferenciales -sin derecho a voto- ha logrado cambiarse la tendencia.
Por ahora, la democratización ha quedado como un proyecto a largo plazo. Hay quienes piensan que se trata de un proceso lento, pero que sí tiene futuro. Y que éste se acentuará en la medida en qué la competencia sea más dura y la necesidad de recursos mayor.
Claro que habría más empresas importantes inscritas en bolsa si el mismo gobierno se hubiera puesto las pilas con las privatizaciones, como ha ocurrido en Chile y Perú. Las acciones de antiguas compañías estatales están consideradas como entre las de mayor bursatibilidad. En Colombia, entre la lentitud en los procesos de avalúos y la legalidad de operaciones pasadas como la venta del Banco de Colombia, el efecto catalizador de este proceso aún está enveremos.

¿Y AHORA QUE?
El mercado accionario está siendo sometido a un riguroso análisis por la Misión para el Desarrollo del Mercado de Capitales que tiene entre sus objetivos arrojar luces sobre el camino por seguir. Su tarea es un proyecto a mediano plazo. Sin embargo, el ex ministro Mauricio Cárdenas Santamaría, quien dirige la Misión, señala que algunas acciones dinamizadoras pueden adoptarse de inmediato: "En la reforma tributaria que está en estudio en el Congreso podrían incluirse incentivos para aquellas empresas que se inscriban en bolsa".
También asegura Mauricio Cárdenas que podrían hacerse más rápidos los trámites para la inscripción de fondos extranjeros, que en la práctica encuentran serios tropiezos para operar. Prueba de que aún hay mucho trecho por recorrer es que existen tres fondos estadounidenses que llevan varios meses tratando de ingresar al mercado pero no han podido superar los escollos burocráticos.
Las esperanzas también están cifradas en que los fondos de pensiones puedan invertir en acciones, tal y como está contemplado en la Ley 100 de 1993. Pero hasta la fecha esa ha sido una buena intención que se ha quedado en letra muerta pues su portafolio se ha concentrado en la renta fija. Las regulaciones que la Superintendencia Bancaria ha puesto sobre rentabilidad mínima han desalentado este tipo de inversiones, pues de no cumplirse con los topes establecidos los fondos deberán cubrir la diferencia de su propio bolsillo. Sin embargo la mencionada norma está bajo el ojo de la Superintendencia y ésta podría ser modificada en las próximas semanas.
El mejor síntoma de que los males que sufre el mercado de valores no son mortales, y que las voces optimistas aún tienen cabida, es que en las últimas dos semanas los precios de las acciones tuvieron una leve mejoría. Aunque el alza fue muy pequeña para cantar victoria sí fue suficiente para esperar que días mejores estén por venir. Incluso hay quienes opinan que este es el momento para comprar y esperar, tarde o temprano, la llegada de las vacas gordas. Y es que a pesar de la carga de malas noticias de los últimos meses, no se pueden olvidar dos factores fundamentales: que la economía colombiana sigue creciendo y que un puñado de empresas continúa registrando utilidades importantes. Sólo queda esperar que ambas razones sean suficientes para atraer a los inversionistas a un mercado que espera ver, después de tanto invierno, el regreso de la primavera.