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NO ASUSTARSE CON MEXICO

El nuevo presidente del Banco Mundial le contó a SEMANA sus opiniones sobre la situación del planeta.

17 de abril de 1995

A PARTIR DEL PROXIMO PRIMERO DE JUNIO, una nueva melodía va a comenzar a escucharse en los pasillos del Banco Mundial en Washington. Su autor va a ser James Wolfensohn, un australiano nacionalizado en Estados Unidos, quien la semana pasada fue designado presidente de la entidad multilateral de crédito más importante del Mundo. Con una larga experiencia en el sector financiero internacional, este ejecutivo de 61 años es más conocido por sus labores filantrópicas que le han llevado a la dirección del Carnegie Hall de Nueva York y últimamente al Centro Kennedy de las Artes en la capital estadounidense. Violoncelista dedicado, Wolfensohn ha sido amigo personal de músicos tales como Leonard Bernstein o Mtislav Rostropovich, y es padre de una pianista consumada. El nuevo presidente del Banco Mundial es desde 1981 el principal accionista de una firma neoyorquina que lleva su nombre, dedicada a la asesoría financiera, y que cuenta con un selecto y reducido grupo de clientes, que pagan una tarifa básica anual de 250.000 dólares. La semana pasada Wolfensohn estuvo en Colombia pues su empresa desea participar en la privatización de Carbocol, entre otros negocios. En medio de su apretada agenda, le concedió a SEMANA la siguiente entrevista:
SEMANA: ¿Siendo usted un profundo conocedor de la música clásica, cómo evalúa el ruido que ha venido produciendo América Latina en estas últimas semanas?
JAMES WOLFENSOHN: Sin entrar en casos específicos, una de las razones por las que acepté este nuevo trabajo fue el convencimiento de que la Próxima década va a traer un progreso enorme para América Latina. Por supuesto que hay muchos retos. El desarrollo económico en sí no es suficiente para garantizar un futuro estable, si los temas sociales no se atienden bien. Pero durante este período, lo más importante es evitar que se socave el sistema político, como empieza a insinuarse en el caso de México. De manera que yo veo las cosas positivamente aunque va a haber sobresaltos en el camino. Con buen liderazgo y algo de buena suerte, se podrá salir adelante, aunque son inevitables algunas cicatrices.
SEMANA: Algunos analistas piensan que estamos repitiendo las etapas iniciales de la crisis de la deuda que comenzó en 1982...
J.W.: Creo que las condiciones son totalmente diferentes. En primer lugar los niveles de deuda son muy inferiores a los de esa época. En segundo lugar, ha habido avances políticos importantes que han traído consigo equipos de gente mucho más profesionales en los diferentes países. Así mismo hay una noción mucho más clara de lo que significa el libre comercio, como está claro en el TLC, el Mercosur o el Pacto Andino. Creo, sin embargo, que la situación ahora es de alguna manera más compleja que en 1982 porque en ese momento todo se reducía a un problema de liquidez y de acceso a fuentes de crédito. En cambio ahora, hay que aprender a manejar elementos nuevos como los inversionistas que se montaron en la ola de los mercados emergentes, cuando muchos de ellos no sabían la diferencia entre México, Brasil, Polonia, Sri Lanka o Sur Africa. En el momento en que el boom mexicano fue seguido por la tremenda caída de las últimas semanas, hubo repercusiones inmediatas en todo el mundo porque este dinero de corto plazo decidió salirse rápidamente.
SEMANA: ¿y que piensan los inversionistas de largo plazo?
J.W.: Lo que hemos visto en mi firma es que muchos de nuestros clientes están igual o más interesados en invertir en
América Latina, porque los precios han bajado y ciertos valores son mas atractivos.
SEMANA: Después de la cumbre de las Américas el pasado diciembre enr Miami se acordó seguir con el objetivo del libre comercio continental para el año 2005.Ahora nadie quiere hablar del tema...
J.W.: Es demasiado temprano para sacar conclusiones. La crisis de México fue el 22 de diciembre, hace apenas tres meses. Yo miro la respuesta y los análisis actuales como irrelevantes. En los próximos 12 ó 18 meses la realidad se va a asentar y la gente madura va a llegar a otras conclusiones. No creo que no haya que preocuparse, pero tampoco hay que ser víctimas del pánico.
SEMANA: Usted se refiere al tema social con un énfasis particular. . .
J.W.: Este no es un asunto exclusivo para los radicales de izquierda o para los soñadores. Este es, en mi opinión, un asunto definitivo para el desarrollo económico y la estabilidad política de los países. Yo estoy renunciando a un banco de inversión muy exitoso, voy a vender mis acciones y he decidido dejar temas que disfruto mucho. Y todo lo hago porque pienso que es más importante para mis hijos si yo puedo colaborar a hacer de este mundo un sitio más igualitario.
SEMANA: Pasando a un tema mucho más amplio, ¿es usted optimista sobre la humanidad al cierre de este milenio?
J.W.: Pienso que estamos en un punto fascinante en términos del desarrollo de la humanidad. Como nunca antes las comunicaciones han reunido al mundo y como nunca antes las cosas buenas y las cosas malas se transmiten. Hace unos años estuve en China en un sitio donde habían visto muy pocos occidentales como yo, pero cuando entramos a una casa encontré que en la televisión estaban viendo CNN aun sin entenderla. De manera que a veces me preocupa cómo el mundo va a absorber toda esta avalancha de información. Puede ser para bien, pero también para a mal. Por ejemplo, puede generarse una fuerza positiva en forma de esperanza, pero también una negativa que refleje las frustraciones.
SEMANA: ¿ Qué más le preocupa ?
J.W.: Muchas cosas. A pesar de que tenemos acceso a más recursos, las diferencias entre ricos o pobres pueden ser iguales o mayores ahora que antes. La calidad de la educación me inquieta tanto a nivel de mis hijos, como de los jóvenes de los barrios pobres de Nueva York o de los pueblos de Colombia. Me pregunto qué se les está enseñando o cómo se les está entrenando para el futuro. El resurgimiento de la intolerancia en ciertas sociedades también es angustiante porque da origen a problemas insolubles como los de Yugoslavia, Afganistán o ciertos países de Africa. Y, por último, me preocupo acerca del deterioro de la familia como núcleo de la sociedad.
SEMANA:¿ Qué queda por hacer?
J.W.: Pienso que si se le puede ayudar al desarrollo económico y con él al avance social y si se puede manejar el problema del crecimiento demográfico, hay que volver a balancear al mundo. Por supuesto yo no voy a ser capaz de lograr eso, pero si puedo ayudar en esa direccion, me voy a sentir mucho mejor.