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NO HAY GENTE PA' TANTA CAMA

EL EXCESO DE HOTELES, LA CRISIS POLITICA Y LA PARAHOTELERIA SON PIEZAS DEL ROMPECABEZAS QUE TIENE EN LIOS A ESTE SECTOR EN COLOMBIA.

22 de julio de 1996

"Para nosotros la temporada ni siquiera ha arrancado". Esa frase del gerente de uno de los hoteles más tradicionales de San Andrés refleja lo que muchos de sus colegas piensan por estos días: que todo tiempo pasado fue mejor. Al fin y al cabo, aunque ya no hay niños en los colegios y el sol muestra que es hora de salir a vacaciones, la poca cantidad de gente que llega a los hoteles, en comparación con años anteriores, muestra que el negocio de la hotelería atraviesa por una época de vacas flacas. Resulta curioso que las cosas sean así, pues hace unos cinco años, cuando arrancó la apertura económica, la hotelería se vislumbraba como uno de los negocios del futuro. Según dijo un analista del sector, "era como si la posibilidad de construir hoteles viniera de regalo en las cajas de cornflakes". De hecho, sólo en 1995 se construyeron 3.000 habitaciones nuevas en el país, en tanto que en los 10 años anteriores la cifra apenas llegó a las 1.900. Y lo peor es que la gran mayoría se hicieron para la categoría de cuatro y cinco estrellas, que de por sí era la más abundante aun antes del boom hotelero. Hace tres años no había más de 60 hoteles de lujo en toda Colombia, pero con todos los proyectos existentes la cantidad podrá superar los 100 de aquí a 1998. La pregunta que surge entonces es si habrá gente para tanta cama. Fedesarrollo previó hace tres años que en 1996 habría exceso de oferta en el sector hotelero. Sin embargo, como dijo Ismael Enrique Arciniegas, presidente de Cotelco, "lo que no pronosticó es que iba a haber una crisis político-económica". En eso coincidieron todos los hoteleros consultados por SEMANA. La inestabilidad política ha hecho de las suyas para ocasionar una caída del turismo extranjero, que afecta principalmente a la Costa Atlántica y a San Andrés. Un termómetro que sirve para medir esta situación es el caso del Cartagena-Hilton, que ha soportado los golpes de la cancelación de varios eventos internacionales. Como contó Eva María Campo, gerente de ventas del hotel, hace unas semanas un grupo de 300 personas canceló a última hora una conferencia internacional sobre finca raíz luego de que el Departamento de Estado norteamericano enviara un comunicado en el que advertía sobre la inestabilidad y la inseguridad en Colombia. Casos como ese los han tenido que vivir muchos hoteles. La consecuencia es que para todos el turismo extranjero bajó su participación. En el Intercontinental de Cali, por ejemplo, los visitantes extranjeros que antes significaban el 8 por ciento del total de ocupantes, ahora representan menos del 1,5 por ciento, según su gerente, Gabriel Vargas, aun cuando Cali es una ciudad de multinacionales. Pero no sólo el turismo internacional ha caído. Lo mismo ha ocurrido con el familiar, y eso lo saben hoteles como el Irotama de Santa Marta y Las Américas de Cartagena. El gerente de Las Américas, Luis Eduardo Mayne, manifestó que su hotel tuvo que darle un giro al negocio, pues en sus comienzos el principal mercado objetivo eran las familias, pero en vista de que éstas no respondieron como se esperaba, la estrategia cambió y se dedicaron a atraer grupos de convenciones. Además implantaron el sistema de todo incluido para las familias, poco usual en hoteles de lujo. Mal de muchos Pero si en la Costa llueve en otras ciudades del país no escampa. El caso de Bogotá es igualmente preocupante, pues sólo en los últimos dos años se han inaugurado ocho nuevos hoteles de cuatro y cinco estrellas con una capacidad de 1.280 habitaciones. De acuerdo con un estudio de Cotelco, aunque el número de huéspedes aumentó en 9,5 por ciento entre los primeros cuatro meses de 1996 e igual período del año anterior, el nivel de ocupación pasó del 58 por ciento al 47 por ciento. Como dijo Ismael Enrique Arciniegas, eso quiere decir que "el ponqué sí se amplió, pero el pedazo de la torta para cada uno se adelgazó". En Cali el problema es similar, y según algunos analistas se ha visto agravado por el desmantelamiento del cartel de Cali. Gabriel Vargas, gerente del Intercontinental, dijo que la crisis hotelera en esa ciudad comenzó en 1995, cuando los niveles de ocupación promedio bajaron del 65 por ciento al 43 por ciento. Hoy esa cifra llega apenas al 39 por ciento. En su concepto, "no lo atribuimos tanto a la contracción económica sino a las nuevas opciones. Y lo peor es que siguen haciendo nuevos hoteles. Es más, la oferta hotelera está creciendo tanto que aquí va a haber un descalabro". Como toda regla tiene una excepción, para muchos el de Medellín es un caso alentador. Por ejemplo, el Poblado Plaza ha mantenido su nivel de ocupación en el 65 por ciento. Y es que en esa ciudad los hoteles de lujo decidieron unirse para promocionar el turismo a la ciudad en lugar de competir a muerte. Sin embargo, como no todo puede ser color de rosa, hoteles tradicionales como el Intercontinental y el Nutibara han perdido clientes a raíz de la llegada de nuevas opciones, que se dio especialmente en 1994. El Intercontinental, que perdió 12 puntos en su nivel de ocupación en 1996, piensa que la desbandada de visitantes es pasajera y que tiene que ver con la novelería de conocer las nuevas alternativas de alojamiento. A su vez, el Nutibara prefirió hacerle frente a la situación atacando otros segmentos del mercado y dirigió sus esfuerzos hacia los mandos medios de las empresas.
En desventaja
Si la sobreoferta de habitaciones y la crisis política le están causando dolores de cabeza a los hoteleros, la 'parahotelería' se les ha convertido en una verdadera jaqueca. En Cali, Cotelvalle encontró que mientras en la Corporación Nacional de Turismo sólo hay 233 establecimientos registrados, en la ciudad existen 400 lugares de alojamiento. En Bogotá los cálculos hablan de 1.200 habitaciones informales en unos 60 edificios. La situación en Santa Marta es particularmente grave, pues en tanto que sólo hay 3.000 habitaciones formales existen 30.000 informales. En resumidas cuentas, en Cartagena la 'parahotelería' representa el 193 por ciento de la oferta hotelera, en Barranquilla el 145 por ciento y en Medellín el 133 por ciento, según una investigación contratada por Cotelco. Para Manuel Molina, gerente general del Poblado Plaza, la 'parahotelería' se convirtió en una competencia desleal para los hoteles pues, como no pagan ningún impuesto, terminan por ofrecer una tarifa inferior a la que puede brindar la hotelería formal. Según él "lo ideal sería legalizar los establecimientos informales". En concepto de muchos, la situación merece una solución urgente pues varios de los edificios de apartamentos que no se pudieron vender tras la caída de la construcción se convirtieron en lugares de alojamiento. Otra desventaja a la que se ven enfrentados los hoteles tiene que ver con el apoyo gubernamental, pues mientras que en lugares como las islas caribeñas el Estado invierte un promedio de ocho a 10 millones de dólares al año en promoció nturística, en Colombia la cifra alcanza apenas los 800.000 dólares. De acuerdo con la Organización Mundial de Turismo, como la actividad turística en el país produce cerca de 800 millones de dólares al año, el gobierno debería invertir al menos 80 millones de dólares en el sector, monto que Colombia está lejos de alcanzar. Todas las fichas del oscuro rompecabezas del que forman parte los hoteles se encuentran en un punto: las tarifas. Muchos establecimientos han tenido que mantener los precios de 1994 para no morir en la competencia, en tanto que los costos de operación han crecido más del 50 por ciento en los últimos dos años. Otros han visto en el ofrecimiento de paquetes turísticos muy económicos el único medio para atraer clientes. Lo curioso es que en 1994 las tarifas de los hoteles de lujo en Colombia alcanzaron los niveles de ciudades extranjeras de gran prestigio, pero como las cosas han cambiado tanto, desde esa época hasta ahora los que han podido subir sus precios por encima del 10 por ciento se pueden dar por bien servidos. Así, la gran afectada termina siendo la rentabilidad del negocio. Nada sería tan grave si la oferta hotelera tendiera a estabilizarse. Pero los datos acerca de los proyectos en ciernes muestra todo lo contrario. Entre 1995 y el 2000 Colombia podrá tener 14.612 nuevas habitaciones en 60 hoteles. Si las cosas siguen como van, como dijo Manuel Molina, del Poblado Plaza, es probable que "¡nos pase como a algunas aerolíneas y empecemos a volar a pérdida!