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No todo lo que brilla...

Pese al auge minero mundial y el gran potencial del país, Colombia está rezagada. La informalidad, la falta de reglas claras y hasta los conflictos en el interior del gobierno son un freno para el sector.

12 de abril de 2008

En la industria minera mundial pareciera que se está cumpliendo aquello de que el aleteo de una mariposa en Asia puede convertirse en un huracán al otro lado del planeta. En este caso, la demanda de materias primas por parte de China, India y sus vecinos tiene por las nubes los precios de los minerales, lo que ha generado fiebre minera en el mundo.

La mala noticia es que en Colombia, a pesar de las oportunidades que hay, el negocio aún no despega, por lo menos no con la fuerza que debería, aunque el gobierno piensa lo contrario.

Aprovechando la tendencia favorable de las cifras, las autoridades mineras buscan presentar los avances.como un boom minero sin que lo sea. En 2002, cuando se inició la administración del presidente Álvaro Uribe, se adjudicaron 576 títulos mineros (que son las concesiones que el gobierno le entrega a quien esté interesado en explorar y explotar un área minera) mientras que en 2007 hubo 1.687.
Así mismo, al comienzo del gobierno hubo 1.100 solicitudes de títulos mineros, frente a 4.500 del año pasado. El incremento en la actividad de esta industria se refleja en los más de 1.000 millones de dólares en inversión extranjera que llegaron al país, los que colocan al sector en el segundo renglón receptor de capitales, después del de hidrocarburos, con un poco más del doble.

Aun así, las cifras no dicen toda la verdad sobre el potencial que tiene el país. De 40 millones de hectáreas con capacidad minera, según cálculos de Ingeominas, sólo tres millones han sido tituladas.
Otro ejemplo de esta situación es el resultado del más reciente estudio Anual de Minería del prestigioso Instituto Fraser de Canadá, donde se les pregunta a los empresarios mineros cuáles son los países con mayor potencial para el sector y que ofrecen mejores condiciones. Colombia ocupó el puesto 56 entre 68 países y en América Latina, apenas el séptimo entre 11.

Todo indica que la euforia minera mundial cogió al país en el lugar equivocado. En la industria hay unanimidad frente al atraso institucional en la materia. Los dos principales aspectos que frenan su desarrollo son la ausencia de información confiable y oportuna del Catastro Minero y la divergencia en las políticas mineras y ambientales.

El Catastro Minero es un registro público que debería tener al día toda la información sobre las áreas adjudicadas para exploración y explotación, las superficies que tienen restricciones y qué territorios están disponibles. Pero en el caso colombiano esta base de datos es un caos. Allí es fácil encontrar solicitudes que llevan años sin ser atendidos o miles de títulos que no se sabe a nombre de quién están.

Que esto suceda no sólo les dificulta a los mineros saber con certeza dónde pueden hacer sus inversiones, sino que facilita prácticas poco transparentes. Por ejemplo, un reconocido minero narró a SEMANA cómo el año pasado en el departamento de Caldas a una compañía multinacional no le autorizaron una zona para iniciar sus exploraciones porque alguien la había solicitado antes. Al poco tiempo, esta empresa fue contactada por unos particulares que aseguraron tener la solicitud de un área de 10 hectáreas en el sector donde ellos querían explorar. Se trataba de una pequeña porción de la que había solicitado la multinacional y por la que no les habían dejado hacer sus trabajos, y ofrecieron entregársela a cambio de dos millones de dólares.

¿Realmente esas personas que no estaban explotando el área habían hecho la solicitud antes, o fueron especuladores que de forma ilegal bloquearon la pretensión de la multinacional para luego buscar negociársela? Esto es algo que estudian las autoridades. Si hubiera un catastro minero actualizado y de fácil consulta, de presentarse una situación de este tipo no dejaría la sensación de una posible falta de transparencia en el proceso.

Este es justamente uno de los problemas centrales de la minería hoy: la informalidad en el ‘mercado’ de títulos. El asunto es que la ley permite que cualquiera reserve un área con sólo presentar la cédula.
 
El otro gran problema que enfrenta la industria es la ‘esquizofrenia’ que hay entre las autoridades mineras y las ambientales. Por ejemplo, la situación del gigantesco hallazgo de oro en el departamento de Tolima –uno de los 10 más grandes del mundo– anunciado con bombos y platillos por la Presidencia. Este proyecto está quieto hoy porque la autoridad ambiental local considera que no se cumplió con todos los requisitos, pese a la autorización de exploración por la autoridad minera.

Es usual que surjan diferencias entre la visión de desarrollo económico que tienen los mineros de su negocio y la de bienestar general de quienes defienden el medio ambiente. El asunto es que las posiciones se vuelvan irreconciliables. No es un tema fácil. Un país con la biodiversidad de Colombia, no puede darse ciertos lujos.

Los mineros están convencidos de que están haciendo las cosas bien, como se expuso la semana pasada durante una cumbre del sector que se desarrolló en Bogotá. Allí algunos mineros aseguraron que hoy tiene más impacto ambiental la agricultura extensiva o el desarrollo urbano.
Pero de otra parte, los ambientalistas tienen claro el papel que desempeñan. “Lo ambiental no se limita a sembrar un par de árboles o pintar un talud de verde”, dijo un funcionario del Ministerio del Medio Ambiente en la misma reunión.

El tema requiere urgentes consensos y la discusión que hay en el Congreso para modificar el Código Minero pareciera ser el escenario más próximo. Desafortunadamente, su avance en la agenda política no se compadece con la importancia del tema.

Algunos mineros consideran que ha habido exigencias estrictas o exageradas. Es el caso del pronunciamiento del ministro del Medio Ambiente, Juan Lozano, quien advirtió que no habrá nuevas licencias a carboneras exportadoras si no hacen el cargue directo de su producto a los buques, lo que implica multimillonarias inversiones. Pero decisiones como éstas, aunque impopulares entre los mineros, tienen su lógica y buscan privuilegiar el bien común.

El advenimiento de un boom minero se da por lo atractivo que resulta para los inversionistas esta actividad. Especialmente en un país que, como los mismos mineros reconocen, da condiciones favorables en materias fiscal y tributaria. Hay desarrollos tecnológicos que ayudan a minimizar los impactos ambientales, y hay fórmulas de compensación que también se podrían utilizar. Esto le va a costar a la industria, pero les va a permitir a las autoridades cumplir su labor sin ir en contra del interés de todos los colombianos. El tema de fondo es lograr un equilibrio.

Pese a los permanentes choques entre los muchos intereses tras los negocios mineros, dentro de la industria algunos son optimistas. Chris Lodder, presidente de Anglo Gold Ashanti, una de las firmas mineras más grandes del mundo y la que más está impulsando el negocio minero en Colombia, está convencido de que el Estado está comprometido con superar todas las problemáticas que se presentan. Por su parte, el director de Ingeominas, Mario Ballesteros, explicó que ya están listos los cambios en el Catastro Minero y que empezaran a funcionar antes de septiembre de este año, con varias aplicaciones tecnológicas que darán agilidad y transparencia a los procesos. Hay expectativa porque esto se cumpla, pues no es la primera vez que se anuncia.

Colombia es un país con grandes atractivos para la minería. Hay mejoría en la seguridad, un territorio prácticamente inexplorado y excelentes condiciones geológicas. Por eso, ya están en el país al menos ocho de las más grandes mineras del mundo, lo que es una clara señal de que a Colombia quiere llegar con fuerza el aleteo de la fiebre minera desatada en Asia. Es difícil prever cuándo terminará el cuarto de hora en los precios de los minerales, y no tiene mucho sentido dejarlo pasar.