sector social
Nuevo aire
Tres años después de la intervención por parte del gobierno la FES recupera su patrimonio y sigue adelante.
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Los cientos de programas sociales que se ejecutaban a través de la Fundación para la Educación Superior (FES) recibirán un nuevo aire. Un fallo reciente de un tribunal de arbitramento le permitirá a esta organización recuperar buena parte de su patrimonio, que se había embolatado en la crisis financiera de 1999.
Esta entidad funcionaba como una entidad crediticia cuyas utilidades se destinaban a programas sociales. Pero al mismo tiempo era depositaria de los recursos de otras 439 ONG y fundaciones de diversa índole. Al llegar la crisis la FES, al igual que muchos otros bancos, fue intervenida por el gobierno. Desde entonces se inició una batalla jurídica para recuperar los dineros de las organizaciones sociales que dependían de ella.
Lo complicado del caso es que la FES no era una entidad financiera como las otras. Nació en 1964 como una fundación sin ánimo de lucro, creada por un grupo de empresarios vallecaucanos para administrar las donaciones y becas que recibía la Universidad del Valle de fundaciones internacionales como la Kellogg o la Ford. Después amplió su cobertura a otras universidades, y para ello se convirtió en 1974 en una compañía de financiamiento comercial, que desde 1980 hasta 1999 fue reconocida como la más grande y solvente en el país. Al mismo tiempo amplió el alcance de sus programas sociales a nuevas regiones y otros objetivos, como la salud y el medio ambiente.
En 1982 la FES creó la figura de los fondos permanentes para lograr la independencia de otras iniciativas sociales y ONG, que muchas veces se paralizaban por falta de recursos o dedicaban gran parte de sus esfuerzos a buscar plata. El fondo permanente permitía a una entidad sin ánimo de lucro hacer una donación en dinero a FES. Esta, a su vez, entregaba una contrapartida de al menos la mitad de lo donado y le garantizaba al donante una rentabilidad equivalente a la DTF más un punto sobre el valor total del fondo. Con esos rendimientos la institución podía financiar su tarea social.
En total, 439 organizaciones tenían fondos permanentes. El ancianato San Miguel en Cali, el Hospital San Ignacio en Bogotá, la Cruz Roja, los Hogares Juveniles Campesinos, Fedesarrollo, los programas de capacitación de mujeres del BID o los planes de becas de las universidades de Tulane y Harvard, son sólo unos ejemplos.
Con los fondos permanentes estos programas se volvían autosostenibles. El problema era que se constituían legalmente en donaciones a la FES y por ello integraban el patrimonio de ésta última. Económicamente no eran asimilables a un depósito bancario sino más bien a una especie de dividendo. Cuando todos los bancos empezaron a perder plata en la crisis redujeron sus dividendos a cero. Pero la FES no podía hacerlo porque quebraría cientos de instituciones sociales.
Intentó entonces capitalizarse con un préstamo de Fogafin, pero le fue negada esta posibilidad porque no tenía accionistas (era una entidad sin ánimo de lucro). Trató luego de acceder a los recursos del 2 por mil, pero el gobierno determinó que éste sólo sería para las compañías de economía solidaria y FES no entraba en este criterio. Legalmente no clasificaba, pero era solidaria de hecho.
En junio de 1999 Fogafin oficializó la FES y trasladó todos sus activos (cartera) y pasivos (depósitos) a otra entidad financiera. Como los activos superaban los pasivos había un saldo a favor de la FES. Una firma contratada por Fogafin determinó que el saldo sería de cerca de 5.000 millones de pesos mientras que los cálculos de la FES indicaban que sería de más de 33.000 millones. El primero de noviembre pasado un tribunal fijó la suma en cerca de 22.000 millones de pesos.
Luego de descontar los gastos jurídicos la FES donará este dinero a las instituciones que tenían fondos permanentes, en proporción a sus aportes, bajo la condición de que los inviertan en sus programas sociales. Las donaciones originales hechas a través de los fondos permanentes ascendían a 19.000 millones de pesos. Incluyendo la contrapartida que ponía la FES, alcanzaban cerca de 28.000 millones. De manera que la suma recuperada (22.000 millones) es significativa.
"Al igual que esas entidades, nosotros recuperamos el aliento y seguiremos adelante buscando posibilidades para financiar la tarea social en un país que la necesita hoy más que nunca", afirma Miguel Londoño, presidente del consejo de la FES. Y es que a pesar de quedar reducida a la mínima expresión esta institución ha continuado con su trabajo social. La fundación se ha mantenido del pequeño porcentaje que cobra para administración por cada proyecto que desarrolla.
En 2000 consiguió recursos por 631 millones de pesos de entidades como Colciencias. En 2001 obtuvo 11.000 millones, pero esta vez de la OMS, la fundación Kellogg, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), la Secretaría de Salud de Bogotá, Bico Internacional y la CVC. "Lo único que nunca perdió la FES fue su experiencia social y eso lo siguen reconociendo muchas entidades en el ámbito nacional e internacional", dice Marco Antonio Cruz, director de la Fundación Restrepo Barco, que salió al rescate de la FES en estos tres años de crisis.