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PALO PORQUE BOGAS

Productores y consumidores de algodón se trenzan en una discusión por los precios del próximo año.

7 de diciembre de 1987

"Y palo porque no bogas". En economía también puede haber líos cuando las cosas van bien, como lo demuestra la seria garrotera de productores de algodón y empresarios de la industria textil de la semana pasada. El país verá al final de este año la mejor cosecha de algodón de la década y los precios internacionales más favorables de los últimos tres años. Sin embargo, aunque esta época de vacas gordas parece ofrecer buenas ganancias para todos, los gremios de los algodoneros y los textileros están enredados en una complicada discusión sobre los precios de la próxima cosecha de la costa. Ambos parecen muy interesados en sacar la mejor tajada de la bonanza.
Durante 35 años, los productores de la fibra han acordado con los industriales los precios domésticos de las cosechas, pero la duplicación del precio internacional del algodón puso a tambalear este esquema de concertación. Los gremios agrícolas se quejan de que en años pasados, en la época de precios deprimidos, los textileros fijaban el precio doméstico de la fibra de algodón de manera casi unilateral. "Era pelea de tigre y burro amarrado ", ilustra Gustavo Castro Guerrero de Conalgodón -ex ministro y el representante más beligerante de los algodoneros-, pero este año, los cultivadores decidieron fijar sus condiciones. Solicitaron para la cosecha que se comenzará a recoger a principios de diciembre, un precio de $480 mil por tonelada, un incremento importante frente a los 307 mil pesos que valía la tonelada de algodón el año pasado. De no aceptar este precio, los cultivadores venderían toda su producción en los mercados internacionales.
La amenaza de los algodoneros era sin duda seria. La industria nacional necesita 60 mil toneladas de fibra al año para suplir sus necesidades, y de tener que importar esta cantidad por falta de oferta doméstica, se produciría un incremento en los precios de los textiles que podría afectar de manera significativa sus ventas en el próximo año.
En esos momentos se vendieron en los mercados de futuros de la Bolsa de Nueva York 13 mil toneladas de algodón colombiano a un precio promedio de $522 mil por tonelada, hecho que en alguna medida confirmaba la intención de exportar de los algodoneros. Con todo, el susto de los industriales frente a las amenazas de estos gremios agrícolas no fue tan grande como se esperaba. Los industriales, representados por su agremiación, Diagonal, propusieron un precio relativamente bajo -$412 mil por tonelada- para comprar la próxima cosecha, y consiguieron que los cultivadores se comprometieran a abastecer totalmente su demanda de fibra.
Para que las partes reestudiaran la situación del mercado, después de este primer encontrón, se pactó al final de las semana anterior una "tregua" hasta el 17 de noviembre, fecha en la cual se reunirían de nuevo industriales y agricultores para tratar de fijar los precios del algodón nacional de común acuerdo.
Para cuando se rompa la tregua cada una de las partes debe haber pulido sus argumentos y sus cálculos. Los industriales muy seguramente llevarán a la mesa de negociación estimativos de costos que podrían demostrar cómo, por ejemplo, la producción de una tonelada de fibra en el Cesar valdría cerca de $170 mil, cifra bastante menor a la propuesta por los gremios de los algodoneros como precio final del producto. Además, solicitarían de nuevo que la base para calcular los incrementos de precio no incluyan el valor de los CERT que reciben los exportadores de algodón.
Por su parte, los algodoneros tienen buenas cartas en su baraja.
Ellos podrían citar, por ejemplo, un estudio del IFPRI, un prestigioso centro de investigación con sede en Washington, que señala cómo al analizar las relaciones entre la industria y la agricultura del algodón en Colombia, se encuentra una transferencia neta de recursos entre 1953 y 1986 de $20 mil millones hacia la industria. De otra parte, podrían señalar cómo el cultivo del algodón es la sexta actividad más importante del país, genera 55 mil empleos directos, cerca de 120 millones de dólares de exportaciones, y que tiene una productividad similar a la de los países más adelantados del mundo. Por esto, ellos reclamarían una participación más importante en la bonanza internacional de este producto.
Mientras tanto el gobierno se mantendrá un poco al margen de la discusión. El ministro de Agricultura -ex algodonero- tiene ya estimaciones de los costos de producción del algodón en la costa, que le servirían eventualmente, de requerirse un arbitraje, para señalar un precio para la cosecha de este semestre, pero por ahora, el gobierno parece más interesado en esperar un acuerdo directo entre industriales y cultivadores. "Creo que podemos hacerlo solos" señala Castro Guerrero, de manera que es muy probable que se llegue a un acuerdo sin mediación del Estado.
Para evitar estos "duelos" entre productores y consumidores de algodón, algunos expertos sugieren la creación de un fondo de estabilización, que se nutra con las utilidades de industriales y agricultores y que sirva para mantener estables los precios de la fibra desligándolos de las fluctuaciones internacionales de precios. Tal vez con mecanismos de este estilo, la de este año Sea la última de las guerras anuales del algodón.