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Perspectivas económicas 2003

El próximo será un año duro por los impuestos y el ajuste fiscal. Para los años que siguen, en cambio, las cosas se ven mucho mejor para la economía.

23 de noviembre de 2002

Todos los años por esta época, al hacer sus presupuestos de ventas y los planes de inversión, los empresarios esperan a que el gobierno anuncie su meta de crecimiento económico para el año siguiente y le restan uno o dos puntos. Ya saben que los funcionarios oficiales suelen pintar la situación mejor de lo que es y, como son pragmáticos, se plantean metas más aterrizadas.

Este año, sin embargo, se han invertido los papeles. Por primera vez los analistas privados se muestran más optimistas que el propio gobierno respecto al crecimiento de la economía el año entrante. Así lo reflejan las cifras, pues los cálculos oficiales indican que la economía crecerá 2 por ciento en 2003 mientras que la mayoría de los expertos independientes pronostican unas tasas un poco más altas.

Esta situación atípica tiene su explicación. El nuevo gobierno ha cambiado la forma tradicional de manejar las expectativas económicas. Con Alvaro Uribe los cálculos oficiales ya no se harán con base en supuestos optimistas, que a la larga no se cumplen. Más bien la política del gobierno es prever el escenario más difícil y tomar medidas en consecuencia. De esta manera la economía del país no depende de la suerte o de factores por fuera del control del gobierno. Y si alguna sorpresa aparece en el camino ésta será positiva: que la situación resulte mejor de lo esperado.

En contraste con este pesimismo calculado del gobierno, entre los empresarios se respira cierto optimismo. Este se refleja, sobre todo, en los diferentes sondeos que muestran un notable repunte de las expectativas sobre el futuro de la economía. La última encuesta de la Andi, por ejemplo, muestra que los industriales tienen las mejores expectativas desde 1995.

Esto hace pensar que por fin se podría romper el círculo vicioso que tiene atrapada a la economía colombiana: nadie espera que la situación mejore, por lo tanto nadie invierte, y como no hay inversión la economía no despega. Ahora muchos perciben que la situación podría mejorar no sólo en lo económico sino en materia de seguridad, que es la otra variable que ha mantenido postrada la inversión.

Golpes de autoridad como el rescate del obispo de Zipaquirá o las caravanas custodiadas 'Vive Colombia' en los puentes han mejorado entre los ciudadanos la percepción de seguridad. Esto ha producido los primeros resultados económicos tangibles, como el aumento, todavía incipiente, del tráfico en las carreteras. Sin duda se trata de medidas esperanzadoras pero todavía son muy puntuales y aisladas. El optimismo que generan es bienvenido aunque no debe ser exagerado. Colombia no se volverá una especie de Suiza de la noche a la mañana.

Lo cierto es que por primera vez en muchos años las expectativas del público van jugar a favor, y no en contra, del crecimiento económico. Esto se refleja en el porcentaje creciente de los industriales encuestados por la Andi que dicen tener previsto hacer nuevas inversiones el año siguiente. Así mismo, la encuesta de consumo de Fedesarrollo muestra que desde mayo ha aumentado la confianza de los colombianos en la situación económica y en su capacidad de embarcarse en nuevos gastos.

Todo esto es muy bueno. Pero también hay que tener en cuenta que no sólo de expectativas vive la economía. Para que todos esos planes de inversión y consumo se vuelvan realidad hacen falta cosas de fondo. La principal es que se termine de despejar el panorama fiscal y de esta manera se garantice la estabilidad financiera del país, que en los últimos meses ha estado en entredicho.

La cuerda floja

En 2002 fue evidente la fragilidad de las economías que, como la colombiana, dependen tanto del financiamiento externo. A mitad de año los inversionistas se asustaron con Brasil porque un candidato poco amigo de pagar la deuda externa, Luiz Inacio da Silva, punteaba las encuestas para la elección presidencial. Esto bastó para que los mercados dudaran de Latinoamérica en general y les cortaran el chorro de recursos a estos países. En Colombia esto disparó el dólar e hizo subir las tasas de los títulos de deuda interna y externa del gobierno (los TES y los yankees).

La incertidumbre en Brasil continúa pese a los gestos promercado del ahora presidente electo Da Silva. Pero en Colombia, por fortuna, la tormenta duró poco gracias a la promesa de las entidades multilaterales de crédito, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), de apoyar al país con recursos. El año entrante el gobierno tendrá acceso a estos dineros en caso de emergencia.

Una vez el gobierno aseguró los dólares para financiar el déficit de 2003 la divisa estadounidense bajó de 2.880 pesos en octubre a menos de 2.700 en la actualidad. La calma también se vio en las tasas de los TES, que bajaron notoriamente. En los últimos días la situación financiera ha mejorado lo suficiente como para que el gobierno se proponga hacer nuevas emisiones de deuda interna y externa antes de terminar este año, algo que era impensable hace un par de meses.

Pero nada garantiza, por ahora, que este respiro financiero del país se prolongue. Todo está dependiendo del apoyo de las entidades multilaterales. Y este respaldo, a su vez, está condicionado a las reformas económicas que el gobierno ha presentado al Congreso. Sin éstas se embolatarían los créditos externos, lo cual dispararía otra vez las tasas de interés y el dólar. De ahí que el gobierno haya insistido tanto en aprobar antes de fin de año su grueso paquete de reformas: la pensional, la tributaria, el referendo con recorte de gasto y las facultades para reestructurar el sector público.

Todas las proyecciones de los expertos suponen que estas medidas serán aprobadas a tiempo. De lo contrario las revisarían hacia abajo. Los cálculos también tienen en cuenta que la reforma tributaria, que le sacará más de dos billones de pesos a la economía el próximo año, inevitablemente será un lastre para el aparato productivo. Para el gobierno esta es la cuota de sacrificio que hay que hacer para asegurar la estabilidad de la economía.

Teniendo en cuenta todo esto los analistas proyectan para 2003 un crecimiento que estaría entre 2 y 2,5 por ciento. No es nada del otro mundo pero es un poco más del 1,6 por ciento que se calcula para este año. El resultado final dependerá de cómo evolucionen el consumo interno y las exportaciones.

Los motores

Por los lados del consumo las cosas han ido mejorando. Este año arrancó muy flojo pero en los últimos meses las ventas del comercio y la industria han aumentado. Esto se reflejó, por ejemplo, en los resultados de las grandes cadenas de almacenes en el tercer trimestre. También en las cifras de ventas de carros, que siguen disparadas a pesar del encarecimiento de los vehículos que trajo la devaluación.

Además de las expectativas positivas de la gente hay razones para pensar que esta tendencia del consumo siga en 2003. Una de ellas es que la construcción ha repuntado, y con ella los precios de la propiedad raíz. "Con esto habrá lo que se conoce como un efecto riqueza. En la medida en que el patrimonio de las familias representado en inmuebles valga más, éstas incrementarán su consumo", explica Fabio Villegas, presidente de la Anif.

De otro lado, el consumo seguirá, como siempre, muy ligado al empleo. El próximo año se podría crear un número importante de puestos de trabajo en la construcción. Entre junio de 2001 y el mismo mes de este año cerca de 60.000 obreros nuevos se ocuparon en este sector y en los meses que vienen esta cifra seguramente será mucho mayor. No obstante los empleos creados no cambiarán mucho las cifras globales de desocupación, que seguirán siendo muy altas incluso bajo las proyecciones más optimistas.

Por el lado de las exportaciones los resultados van a ser mixtos, según el sector y el destino de las ventas. "Las tendencias internacionales van a seguir siendo adversas en promedio. No se ve una recuperación vigorosa de Estados Unidos y los vecinos no van a ser propiamente unos factores de expansión", comenta José Antonio Ocampo, director de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

De lo que ocurra en Estados Unidos dependerá que la economía mundial despegue o no en 2003. Después de un año de altibajos, marcado por el desplome de la bolsa y los escándalos contables, la economía estadounidense iniciará 2003 con una gran incertidumbre por la posible guerra con Irak. Este conflicto y el fantasma del terrorismo tienen frenados los planes de inversión de las grandes empresas y por eso no se espera que la economía estadounidense empiece a repuntar en forma en los próximos meses. Sólo a fines de 2003, si la guerra no se complica, el país del norte volvería a crecer a buen ritmo. Colombia, no obstante, podrá aumentar sus ventas en el mercado estadounidense en virtud del Atpa, que será una catapulta para algunos segmentos de la industria (ver artículo siguiente).

El cuatrienio

El próximo será, entonces, un año duro por los impuestos y el ajuste fiscal. En cuanto al crecimiento, posiblemente resulte un poco mejor que 2002, que es un punto de comparación muy bajo. Sin embargo, si el gobierno logra enderezar sus finanzas y parar la bola de nieve de la deuda pública, será un año de estabilidad financiera. Aunque no parezca gran cosa hay que apreciar el solo hecho de que las tasas de interés y el dólar se mantengan en calma cuando los sistemas financieros de países vecinos se sacuden hasta derrumbarse.

A mediano plazo las cosas se ven mejor para la economía del país. La razón de fondo para pensar esto es que el nuevo gobierno está atacando de frente los dos grandes problemas que amenazan la viabilidad económica del país: la inseguridad y el tema fiscal. Son las prioridades de la administración y en ambos frentes trabaja con la meta de producir resultados en el corto plazo.

La seguridad es un fin en sí misma. Pero además se ha planteado de manera explícita como un instrumento de política económica. Es el punto central del plan de desarrollo del cuatrienio que se inicia. Además es una condición indispensable para que retorne la inversión en los montos que se requieren para que el país crezca como lo hacía hace una década. También se necesita para incrementar la exploración de petróleo y alejar el fantasma de la importación de crudo, una amenaza que pesa sobre las cuentas fiscales en el mediano plazo.

Por estos días los colombianos perciben un presente difícil pero un futuro mejor. Es parte del entusiasmo que despierta el nuevo gobierno, que al parecer tendrá una luna de miel un poco más larga de lo normal. Falta ver cuánto dura y qué tanto alcanza a hacer Uribe entretanto.

En lo que tiene que ver con el futuro de la economía no hay que subestimar el poder de la sicología y del ánimo de los empresarios y consumidores. Si dentro de seis meses al gobierno le salen bien todas sus reformas, se aprueba el referendo y se producen resultados concretos en materia de seguridad, no habrá que sorprenderse si los analistas revisan hacia arriba sus pronósticos para 2003.