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POR UNOS DOLARES MAS

La moneda norteamericana continúa de capa caída en el mercado inyternacional

23 de febrero de 1987

Definitivamente el dólar está de capa caída. Si lo sucedido a mediados de enero llevó a los especialistas a destacar el tropiezo de la moneda norteamericana, lo ocurrido la semana pasada dejó, ahora sí, sin respuestas a quienes pretendían saber lo que estaba pasando. A pesar de que las autoridades económicas en Washington, Tokio y Bonn adoptaron una serie de medidas para impedir la descolgada del dólar, nada funcionó. El lunes 19 el "verde" llegó a cotizarse por debajo de los 150 yenes -el nivel más bajo desde la Segunda Guerra Mundial- y amenazó con cruzar la barrera de los 1.8 marcos alemanes. Tal como le dijera un especulador en el mercado de monedas al International Herald Tribune, "esto es una caída en picada".
Lo que ha pasado con el dólar es el hecho más reciente de un descenso es timulado por Washington desde que James Baker asumiera la Secretaría del Tesoro a comienzos de 1985.
Preocupado con el creciente déficil comercial norteamericano, Baker ha sido un defensor de la variación en los tipos de cambio de las demás monedas "duras" frente al dólar, con el fin de que su país logre el equilibrio entre exportaciones e importaciones. El esfuerzo, sin embargo, no ha dado sus frutos. A pesar de que el dólar está muy por debajo de los niveles alcanzados hace dos años, el déficit comercial continúa. Aunque no hay cifras definitivas, se estima que en 1986 el saldo en rojo entre exportaciones e importaciones llegó a la cifra récord de 173 mil millones de dólares, de los cuales una tercera parte le correspondió al Japón y una décima parte a Alemania Federal.
Es ese desalentador resultado el que ha contribuido a que el dólar siga cayendo. Los reportes indican que la Casa Blanca cree que hay que aumentar las dosis de medicina, hasta que llegue el día en el cual la diferencia en los tipos de cambio sea tanta, que los consumidores norteamericanos compren menos bienes importados.
Si eso no sucede, la administración Reagan se va a ver expuesta a fuertes presiones políticas para que tome otro tipo de medidas para controlar el déficit comercial. Actualmente el Congreso norteamericano está estudiando varios proyectos de ley según los cuales se elevarían los aranceles para una serie indiscriminada de productos europeos y japoneses. Por lo tanto, para evitar una medida de ese tipo que podría desencadenar una guerra comercial a nivel mundial, la Casa Blanca está colocando sus esperanzas en la devaluación del dólar.
El problema, no obstante, radica en que esa estrategia también genera reservas. Expertos como el jefe del Banco de la Reserva Federal, Paul Volcker, han señalado que se corre con el peligro de que, ante un bajo valor del dólar, los inversionistas extranjeros que actualmente tienen colocado sus dineros en los grandes centros financieros de Nueva York y Los Angeles decidan llevarse sus fondos a otra parte. La experiencia indica que eso no es lo mejor. Hacia 1976 y hasta 1980 el dólar también experimentó una importante caída frente a las divisas europeas, que sólo fue corregida a comienzos de esta década a punta de incrementos en la tasa de interés norteamericana y a costa de un fuerte aumento en la inflación interna.
Según Volcker, el mejor remedio consiste en sentar las bases para que aumente la inversión productiva en los Estados Unidos. Las cifras indican que para eliminar el déficit comercial, la producción industrial norteamericana tendría que aumentar en un 30% durante los próximos cinco años y eso no se está haciendo. Ese punto de vista coincide en algunos apartes con lo que creen europeos y japoneses. Disgustados porque la política de tasas de cambio orquestada por Washington les ha creado trastornos, los representantes de las naciones afectadas sostienen que el problema de los Estados Unidos es de competitividad y eficiencia y que eso no se va a corregir por más devaluaciones que haya.
Sea como sea, lo cierto es que el mercado está convencido de que el dólar va a seguir bajando. Acciones que en otro tiempo habrían sido suficientes para calmar la situación no fueron suficientes esta vez. Una reunión sostenida por el ministro de Finanzas del Japón, Kiichi Miyazawa, y el secretario del Tesoro norteamericano, produjo un comunicado que acabó con una tímida recuperación del dólar, unas horas antes del encuentro. En el mensaje (similar a uno expedido en octubre que sí calmó las cosas), ambos funcionarios reconocieron que lo ocurrido entre el yen y el dólar es un reflejo real de lo que pasa con ambas economías y que por lo tanto, si se quiere aumentar el crecimiento económico mundial, "es crítica la coordinación de las políticas económicas de los países industrializados". Igual de inefectivo fue un anuncio del Bundesbank -el Banco Central Alemán- del jueves pasado, según el cual la tasa de interés de descuento (que determina las demás tasas de la economía) se rebajaba del 3.5% al 3%, su nivel más bajo desde 1959. Aunque antes de la noticia, se creía que la rebaja iba a influir sobre el valor del marco, la verdad es que el viernes no pasó nada.
Frente a tales circunstancias, los comentaristas están de acuerdo en que nadie está de acuerdo. Los norteamericanos están jugando a la devaluación, pero hay gente que se opone a la idea, mientras que europeos y japoneses se mantienen a la expectativa no sin antes criticar a Washington.
En medio de todo esto, los países del Tercer Mundo también se ven afectados. En el caso de Colombia, la caída del dólar (frente al cual se devalúa el peso), se ha traducido en una supercaída de las demás monedas fuertes. Por ejemplo, el peso se ha devaluado frente al marco alemán en un 238% en los dos últimos años, mientras que en el mismo período lo ha hecho en un 92% frente al dólar. Como en toda situación, los resultados son mezclados. Por una parte esa situación debería contribuir para que las exportaciones colombianas se hagan más competitivas tanto en el Viejo Continente como en el Japón. A cambio, la maquinaria y demás bienes que se traen de esos países están aumentando sustancialmente de precio. Lo más grave, quizás, es lo que le sucede a la deuda externa contratada en monedas diferentes al dólar, tal como ocurre en el caso del Metro de Medellín. Es por esa razón que independientemente de la justificación de lo sucedido con el dólar, los hechos de la semana pasada demuestran que, en el concierto mundial, son muy pocos quienes tocan algún instrumento y muchos quienes compran la boleta.-