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José Roberto Arango, presidente de Coltejer, estuvo en México buscando al inversionista que ‘ponga’ capital para salvar la emblemática textilera, que con su edificio en el corazón de Medellín, mostró la pujanza industrial de la región

COLTEJER

Puntada final

En los próximos días se sabrá si Coltejer, un símbolo empresarial, 'muere' o, como el ave Fénix, resurge de las cenizas.

3 de mayo de 2008

La suerte de Coltejer pende de un hilo. La semana pasada, en México, el presidente de la compañía, José Roberto Arango, quemó los últimos cartuchos de su plan para salvar la emblemática textilera.

Con el objetivo de convencer a los potenciales inversionistas y con la certeza de que no hay otra salida que vender la empresa, viajó Arango a la capital azteca. "No tenemos plan B. Si esto no funciona, no hay otra salida que liquidar a Coltejer", le dijo a SEMANA, desde México.

Es decir, los trabajadores que aceptaron cambiar sus derechos prestacionales, legales y extralegales, por acciones, para hacerse dueños del 66 por ciento de la textilera, no pueden cantar victoria. La fórmula salvadora sólo funcionará si aparece ese socio capitalista, dispuesto a meterle plata a la empresa.

Pero ¿habrá socio? A mediados de esta semana se sabrá. Aunque en México hay un par de compañías a las que les podría interesar quedarse con Coltejer, la verdad es que el Grupo Kaltex, con 75 años de vida, es el que más similitudes tiene con la textilera paisa y por lo tanto sería la opción más clara para todos.

Los mercados esperan conocer la noticia antes del jueves, cuando la acción de la textilera se vuelva a negociar en la Bolsa de Valores. Hace 10 días la Superintendencia Financiera ordenó suspender el título, ante los fuertes rumores del negocio con el grupo mexicano.

El presidente de Coltejer se reunirá esta semana con los trabajadores para entregarles el parte de su gestión en México. Por lo menos les llevará la propuesta del socio mexicano para que decidan si le dan la puntada final al negocio.

Nadie en el sector duda de que se trata de una las operaciones salvamento más difíciles de lograr. Un experto empresario cree que de resultar el socio mexicano, sería un verdadero milagro. "Hay una coyuntura en Colombia muy difícil como para interesar a alguien por una empresa textil: el peso está revaluado, hay competencia de los chinos y no hay un TLC asegurado". Mientras tanto, los mexicanos tienen TLC con Estados Unidos y están más cerca de ese mercado.

No es por aguar la fiesta, pero hay quienes ven muy complejo conseguir ese socio capitalista. Sin embargo, reconocen los entendidos en el tema que había que dar el primer paso de aliviar la compañía de la carga laboral para interesar a un tercero.

Entre los empleados de Coltejer hay posiciones bien diferentes. Si bien no se oponen a la reestructuración, los cinco sindicatos todavía se preguntan frente al discurso del presidente Arango de "una compañía cero kilómetros", ¿bajo qué condiciones seguirán trabajando, ¿qué va a pasar con las pensiones? y ¿qué va a pasar con los derechos que han adquirido hasta ahora después de tantos años de trabajo? Además, este grupo sostiene que las directivas se han hecho las de oídos sordos frente a los despidos: "En el último año han salido 400 empleados de Coltejer y lo más seguro es que la empresa mexicana despida otros tantos", aseguró el dirigente Guillermo Idárraga a SEMANA.

El problema es que la situación financiera de Coltejer no da espera. Prácticamente corre contra el reloj. Se 'comió' el patrimonio y si no se hace algo, habrá que liquidar la compañía. La empresa tiene pasivos por más de 500.000 millones de pesos y ha incumplido los pagos a los acreedores. El pasivo laboral asciende a 120.000 millones de pesos y con los pensionados tiene deudas por otros 111.000 millones.

Hace un par de semanas, el comité de vigilancia (en el cual tienen asiento los acreedores de la empresa) del acuerdo de reestructuración suscrito al amparo de la Ley 550 le iba a solicitar a la Superintendencia de Sociedades la liquidación de la empresa. Ello se evitó gracias a la aprobación por el 94 por ciento de los trabajadores de la fórmula de capitalizar acreencias laborales.

De darse el negocio con los mexicanos, la organización Ardila Lülle -que controla el 55 por ciento del capital accionario de Coltejer- verá reducida su parte al 18 por ciento. A estas alturas, tal como está la situación de la textilera, es lo mejor que puede pasar.

Si hace 30 años Coltejer llegó a ser la empresa más importante para el Grupo, en el presente es su dolor de cabeza. El industrial Carlos Ardila ya no está dispuesto a meterle más plata a Coltejer, para mantenerla con vida. "Se cansó de sufragar sus pérdidas que se acumulan mes tras mes", dijo un analista del sector textil.

En los últimos años, Coltejer ha sufrido de todas las dolencias posibles: la revaluación del peso, el problema con los países vecinos, el contrabando, la carga laboral y el pasivo pensional, todo asfixia. "Es una combinación fatal. Que destruye las ventas y el margen", afirma uno de los directivos de la Organización Ardila Lülle.

Pero los males venían de tiempo atrás. El experto en comercio exterior Jorge Alberto Velásquez dice que Coltejer sufrió los rigores de la apertura económica de los años 90. Como muchas empresas colombianas, había tenido un mercado cautivo, pues prácticamente era imposible importar un metro de tela al país. Coltejer no logró ajustarse a esa nueva realidad de un mercado abierto y competido.

Hace ocho años, la textilera entró en los mismos problemas que cientos de empresas, afectadas por la severa recesión económica que vivía el país.

La compañía insignia de los antioqueños y bandera de la organización Ardila Lülle parecía entrar en un túnel sin luz al final, hasta cuando apareció una tabla salvadora: la Ley 550 o de intervención económica que el gobierno diseñó para tratar de rescatar las empresas de la quiebra.

En octubre del año pasado, Coltejer cumplió 100 años de vida. Aunque portar el estandarte de empresa centenaria ya era un motivo para celebrar, la verdad es que en esa ocasión no hubo mucho ánimo para destapar champaña. La compañía símbolo de la pujanza antioqueña, a partir de la cual se creó la industria moderna del país, había dejado hace varios años de tener aniversarios felices. Prácticamente, durante la última década, Coltejer ha vivido momentos angustiantes.

Si todo sale bien, en el próximo mes de octubre, tal vez sí haya razones para festejar con algo más que una misa el comienzo del segundo siglo. Coltejer parece más cerca que nunca de la salvación. Pero también de la desaparición.