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Los jefes de gobierno de las principales potencias mundiales están estudiando salidas para la crisis.

ECONOMÍA.

¿Quién podrá defendernos?

Todo sigue en picada. La elite política y económica mundial se reúne para hacerle frente a una de las peores crisis financieras de la historia. Hay una sola solución: la unidad.

11 de octubre de 2008

El mundo entró en una etapa de pánico. La crisis financiera crece día a día y nadie sabe hasta dónde llegará. El plan de rescate de 700.000 millones de dólares del gobierno de Estados Unidos no ha logrado calmar el monstruo que crearon los mercados y que está resquebrajando los pilares del sistema financiero.

La última semana ha sido la más calamitosa. Las Bolsas de valores de todo el planeta cayeron estrepitosamente. La de Tokio registró el peor descenso en 21 años, las de Sao Paulo y Rusia tuvieron que interrumpir operaciones tras las enormes pérdidas, mientras que Wall Street en los últimos seis días cayó 22 por ciento. El viernes pasado, mientras el presidente George W. Bush pedía tranquilidad y optimismo en una alocución televisada, en los mercados financieros sólo se sentía turbulencia e incertidumbre.

El desconcierto no sólo se siente entre los inversionistas de la Bolsa, los banqueros y las grandes empresas. También los más importantes líderes políticos y económicos del mundo parecen impotentes para detener lo que muchos temen se pueda convertir en una catástrofe similar a la Gran Depresión de 1929.

Es inevitable que esta crisis financiera no sólo va a replantear muchas de las reglas del juego de la globalización y del alcance del libre mercado -sobre todo cuando se trata de manejar el dinero del público-, sino que también va a cambiar la manera como el mundo va a resolver sus problemas económicos globales. El destacado economista Paul Krugman escribió en el New York Times que se necesita la cooperación internacional. "Tenemos un sistema financiero globalizado en el que una crisis que comenzó con una burbuja de condominios en Florida y California ha causado una catástrofe monetaria en Islandia. Estamos todos juntos en esto, y se necesita una solución compartida".

Al respecto, el director del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, ha sido crítico con la Unión Europea, cuyos gobiernos han tomado medidas aisladas: "No hay soluciones domésticas a crisis como ésta". Su colega en el Banco Mundial, Robert B. Zoellick, propuso incluso transformar al Grupo de los Siete (G-7) en un Grupo directivo que potencie los Estados económicos nacientes. "Deberíamos considerar un nuevo grupo directivo que incluya Arabia Saudita, Brasil, China, India, México, Rusia, Sudáfrica y el actual G-7".

Las cosas no serán iguales a partir de ahora. Los principales bancos centrales del mundo sorprendieron la semana pasada cuando, por primera vez, en una decisión coordinada, redujeron en 0,5 por ciento las tasas de interés para tratar de darles confianza a los mercados, temerosos al ver que nada hacía parar la picada en los indicadores.

Los ministros de finanzas del G-7 (los países más industrializados: (Estados Unidos, Canadá, Japón, Reino Unido, Alemania, Francia e Italia) se reunieron de manera urgente el viernes pasado para estudiar medidas que tranquilicen los mercados. Al final del encuentro, estas naciones anunciaron un plan en el que se comprometen a usar todos los recursos disponibles para evitar la quiebra de bancos importantes y a garantizar que cuenten con suficiente capital. El Grupo prometió usar todos los instrumentos posibles para que fluya crédito nuevo y restablecer así la confianza entre los consumidores y las empresas. En otras palabras, los gobiernos no titubearán para nacionalizar los bancos y tranquilizar a los ahorradores, como empezó a hacerlo el primer ministro británico, Gordon Brown, y el resto de los países lo está siguiendo.

Esta semana será clave para ver cómo responden los mercados frente a las medidas globales que tome la elite política y económica mundial. Nadie quiere repetir la pesadilla de los últimos seis días. Por ello el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, y el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, propiciaron otro encuentro urgente, esta vez con los Estados de la Eurozona y del Banco Central Europeo.

Los líderes europeos, incluidos los presidentes, han trabajado hasta altas horas de la madrugada. Esta semana se reunirán los 27 jefes de Estado y de gobierno de los 27 países miembros de la Unión Europea para buscar medidas coordinadas que comiencen a sanear los mercados financieros.

Ya con la crisis de Wall Street extendida como una mancha de aceite por todo el mundo, los jefes de Estado de Europa comienzan a hablar en favor de la convocatoria de una reunión internacional de crisis. Y se habla también de replantear o reorganizar el orden económico mundial. El papel del FMI, o el del Banco Mundial, por ejemplo, o crear un nuevo organismo que regule y supervise los rincones oscuros que tiene la globalización y que hoy tienen en ascuas literalmente a todo el mundo.

Ahora, el FMI ha propuesto activar un mecanismo financiero de emergencia, al estilo del que funcionó cuando la crisis del sudeste asiático en 1997. Eso sólo sería un paño de agua tibia frente al revolcón político que se avecina en el mundo económico y de las altas finanzas internacionales.

La reunión anual del FMI y el Banco Mundial culmina este lunes y está por verse si encontrarán una fórmula salvadora. Si no, como dijo Kruggman, "si después de las

reuniones cruciales de la semana pasada todo el mundo va a casa con nada más que vagas afirmaciones de que tienen la intención de ayudar a resolver la crisis, se habrá perdido una oportunidad de oro y la espiral sólo empeorará". El mundo sigue pendiente.