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SE BUSCA EMPLEO

Las soluciones al desempleo planteadas por los candidatos andan por estos días en la mira de la opinión pública.

13 de julio de 1998

En estos momentos, con la desocupación en el país rondando el 15 por ciento _la más alta de la década_ para nadie es sorpresa que el tema del empleo se haya convertido en uno de los puntos fundamentales de la campaña presidencial. En los dos debates televisados los candidatos prometieron, sin cesar, generar miles de puestos de trabajo para acabar con este flagelo. Desde el punto de vista político el énfasis que han puesto sobre este tema es totalmente justificado. Al fin y al cabo es el mensaje que quieren oír los más de dos y medio millones de personas que actualmente están buscando trabajo en el país. Sin embargo el gran botín electoral es tierra fértil para hacer promesas irrealizables sobre un tema que es a todas luces fundamental para el futuro de la Nación. Sin una reducción de los índices de desempleo en el país no hay política social que valga para contrarrestar el aumento de la pobreza ni proceso de paz factible. En materia de empleo, además de sus promesas de reactivar el crecimiento y corregir los desbalances más importantes de la economía _condiciones sine qua non para cualquier objetivo de política económica_, los candidatos han hecho dos propuestas concretas. Andrés Pastrana ha anunciado que como presidente permitirá que las empresas que generen nuevos empleos descuenten los salarios de los nuevos trabajadores de su impuesto de renta hasta por un monto igual al 14 por ciento del impuesto total. Horacio Serpa contraatacó en el primer debate presidencial, afirmando que de ser elegido buscará rebajar la semana laboral de 48 a 40 horas sin reducir salarios. Para entender las implicaciones de estas propuestas es importante describir brevemente los factores que determinan el comportamiento de empresas e individuos en el mercado laboral. Las empresas necesitan contratar trabajadores para producir bienes y servicios. Es decir, generan demanda por trabajo. Cuánto trabajo demanden dependerá del costo del trabajo. Si el costo del trabajo _es decir, el salario de los trabajadores_ sube y la productividad laboral _es decir, lo que producen estos trabajadores_ no aumenta, los empleadores preferirán recurrir a otros factores de producción _por ejemplo, máquinas que reemplacen trabajadores_. Incluso en una economía abierta, como la colombiana, es factible que si los salarios no se ven compensados por la productividad los empresarios muevan sus recursos a países donde esta relación les sea más favorable. Por lo tanto la demanda de trabajo en una economía abierta dependerá de la relación costoproductividad entre el trabajo nacional, el capital y el trabajo del exterior.Del otro lado están los trabajadores. Estos tienen la alternativa de trabajar o de tomar tiempo libre. La disposición de un trabajador a laborar versus tomar tiempo libre dependerá en gran parte de la remuneración que pueda obtener por su trabajo. Evidentemente, aquí también jugarán otros factores como la riqueza del trabajador _en principio un trabajador más rico exigirá más para sacrificar su tiempo libre_, sus preferencias personales, etc. La relación entre esta oferta de trabajo y la demanda por trabajo en la economía determinarán cuántos empleos se generan y qué salarios se pagan.

La semana de 40 horas
La propuesta de la campaña de Serpa está basada en las iniciativas que actualmente están tomando ciertos países europeos. El ejemplo más sonado de una política de este tipo es el de Francia. El año pasado el partido socialista francés basó su plataforma electoral en una propuesta de rebajar la semana laboral de 39 a 35 horas sin reducir los salarios. Según sus proponentes, este esquema impulsaría la creación de nuevos empleos por cuanto las horas que dejarían de trabajar quienes están empleados en la actualidad tendrían que ser copadas por nuevos trabajadores. Además el nuevo gobierno garantizaría la estabilidad de los salarios. Esta propuesta de trabajar menos y ganar igual le sonó a muchos franceses y le permitió a los socialistas obtener un contundente triunfo electoral. Sin embargo este tipo de propuestas tienen una falla fundamental. Parten de la base, como lo dice el director de El Espectador, Rodrigo Pardo, en su editorial del pasado jueves, defendiendo la propuesta de Serpa, de que "para combatir el desempleo alguien tiene que meterse la mano al dril: los empresarios mediante el aumento de los costos laborales o los trabajadores mediante el descenso de los salarios. Porque al fin y al cabo de lo que se trata en el fondo es de distribuir un ponqué cuyo tamaño está definido". Bajo está óptica, si el ponqué es de un tamaño fijo, parecería tener sentido asignarle la mayor parte a los empleados, quienes probablemente están más necesitados que los empresarios. Esta visión contradice una realidad económica ineludible. En una economía de mercado el tamaño del 'ponqué' es una variable dinámica. Si el costo de emplear gente sube, afecta el costo de producir bienes y servicios, entonces, o las empresas usan más capital, lo cual genera más desempleo, o el tamaño del ponqué tiene que bajar _pues los empresarios estarán dispuestos a producir menos y demandar menos trabajo, lo que también genera más desempleo_. Alternativamente sólo si el costo del trabajo baja o si se aumenta la productividad _lo cuál no es factible a corto plazo_, el ponqué aumenta y se puede generar más empleo. Así, la única manera razonable de crear más puestos de trabajo reduciendo la jornada laboral es disminuyendo los salarios en un porcentaje equivalente. Hugo López, profesor de la Universidad de Antioquia y considerado por muchos como la máxima autoridad en materia laboral en el país, resume la situación diciendo que "una disminución de la semana laboral sin una correspondiente caída de los salarios aumenta el costo del trabajo. Aumentar el costo del trabajo no tiene sentido cuando hay desempleo, es decir, exceso de oferta de empleo". Los análisis de López apuntan a que la propuesta laboral de Serpa _según la planteó en el debate_ representa un costo para el país del 2,9 por ciento del producto interno bruto _3.000 millones de dólares_ y una disminución en la demanda de horas de trabajo urbanas del 5 por ciento. Si bien la demanda de trabajo cae, el resultado final en términos de desempleo depende de cómo evolucione la oferta. Si la gente que está empleada hoy decide trabajar las ocho horas 'extras' que contempla la propuesta, el desempleo subiría un 3 por ciento. Alternativamente, si deciden no trabajarlas, el desempleo caería un 3 por ciento. De todos modos esta sería una victoria pírrica, pues la caída en la desocupación implicaría una disminución de los ingresos de los colombianos del orden del 3 por ciento del PIB.Sin lugar a dudas una propuesta definitiva de reducción de la semana laboral debería tener varios matices y el equipo de Horacio Serpa es consciente de esto, según sostiene César González, su mano derecha en temas económicos. En Francia, por ejemplo, la propuesta del gobierno socialista _que cursa actualmente en el Congreso_ incluye subsidios del Estado para los generadores de empleo _transfiriendo el costo del programa a todos los contribuyentes_ y no garantiza que los salarios se mantengan en su nivel actual. Esta receta puede ser razonable en un país como Francia, donde el ingreso per capita supera los 20.000 dólares anuales. No obstante, en un país como Colombia, donde los trabajadores ya ganan poco y se verían obligados a sacrificar parte de sus ingresos para que otros colombianos puedan trabajar, no parece viable. Las exenciones tributariasLa propuesta de Andrés Pastrana tiene, al menos en teoría, varias ventajas sobre la de Serpa. Por una parte reduce el costo laboral para los empleadores. Esto, además de generar más empleos sin afectar en principio los salarios, debe contribuir a generar mayor inversión y por ende mayor crecimiento. En segundo término, no afecta la flexibilidad del mercado laboral. El restringir el horario de trabajo por una imposición del gobierno produce ineficiencias en la asignación de los recursos. Por algo Estados Unidos, con el mercado laboral más flexible del mundo industrializado, tiene hoy una tasa de desempleo del 4,3 por ciento _frente al 13,5 por ciento de Francia_ y, según Juan Luis Londoño, director de la revista Dinero, ha generado el 90 por ciento de los empleos creados en los países desarrollados en esta década. Sin embargo la propuesta de Pastrana tampoco es ninguna panacea. Para Hugo López "esta medida, a diferencia de la de Serpa, funciona en teoría pero tiene muchas dificultades prácticas y es difícil de administrar. Por ejemplo, puede ser susceptible al fraude, pues un empresario podría liquidar su empresa y abrir otra con el mismo número de empleados para aprovechar los beneficios tributarios sin crear nuevos empleos". Esto conduce a uno de los problemas centrales de la economía. Hasta ahora nadie se ha inventado una política económica que acabe con el desempleo de manera inequívoca. Por esto muchos economistas son partidarios de dejar que el mercado siga su curso con la menor cantidad de restricciones. Sin embargo esto no elimina la responsabilidad del gobierno en torno a este tema. Es fundamental que el gobierno propicie las condiciones para que la economía crezca lo más rápido posible, sólo así se logrará absorber a los cientos de miles de colombianos que ingresan a la fuerza laboral cada año. Otro frente en el que se puede trabajar es en el de la capacitación. El entrenamiento de los trabajadores aumenta la productividad, y este es el único mecanismo que garantiza que los salarios puedan crecer sostenidamente en términos reales en el largo plazo.