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Tarea a medias

Aún con la reforma tributaria el gobierno no termina el programa de ajuste económico. Balance.

15 de enero de 2001

A fines de 1999, ante la profundidad de la crisis y bajo el ojo vigilante del Fondo Monetario Internacional (FMI), el gobierno se comprometió con un estricto programa de reformas estructurales para equilibrar las finanzas públicas y enderezar el rumbo de la economía.Un año después ha llegado la hora de las primeras evaluaciones.

Entre las medidas pendientes para 2000 estaban la reforma tributaria, la pensional, las privatizaciones y la modificación de las transferencias del gobierno central a las regiones. El FMI y la comunidad financiera nacional e internacional estuvieron todo el año a la espera de que Colombia “hiciera la tarea”.

A dos semanas de acabar 2000 es evidente que el gobierno colombiano no fue el mejor alumno pero tampoco se rajó. En privatizaciones se aplazó Isagen pero salió Carbocol. La reforma pensional no se hizo pero avanzó la de las transferencias. Y la controvertida reforma tributaria mal que bien salió.

Esta última se discutió y aprobó en el Congreso sin mayores sorpresas. Es cierto que la versión definitiva no tiene nada que ver con la que Juan Manuel Santos había propuesto en septiembre. Pero es lo que siempre ocurre. El ministro de Hacienda de turno anuncia una reforma que busca eliminar exenciones, simplificar los impuestos y hasta bajar las tarifas. Pero al llegar al Congreso se transforma en todo lo contrario: más exenciones, tarifas más altas y una mayor complejidad del estatuto tributario. Al final se termina gravando aún más a un grupo cada vez más reducido de empresas y productos.

En esta ocasión el gobierno propuso incluir en el IVA numerosos productos nuevos y eliminar varias de las exenciones al impuesto de renta —como las rentas de las empresas editoriales, por ejemplo—. Sin embargo al pasar por las comisiones económicas del Congreso se mantuvieron todas las exenciones. Incluso en el caso del IVA se alargó la lista de productos que no pagan el tributo. En cambio las tarifas aumentaron: la del IVA aumentó del 15 al 16 por ciento y la del impuesto a las transacciones financieras pasó de 2 a 3 por mil.

“Es un adefesio. Claramente, no es la estructura tributaria que el país necesita para crecer en el largo plazo”, dice Juan José Echavarría, director de Fedesarrollo. Otros analistas también critican la reforma por ser recesiva, por las distorsiones que induce en los mercados, y por acudir a mecanismos poco ortodoxos como el nuevo impuesto a las importaciones y el 3 por mil —sin duda el más traumático de los nuevos tributos—.

Juan Manuel Santos se defiende diciendo que si bien algunas de estas críticas tienen validez, la opción que se eligió era la única viable políticamente. En su concepto lo más importante es el monto a recaudar: más de tres billones de pesos en 2001. Aunque hay quienes consideran que los cálculos oficiales de recaudo pueden ser un poco optimistas, de todas maneras es una cantidad importante de recursos.

La situación económica actual es tan frágil que, de no conseguir la plata por la vía de los impuestos, el gobierno sencillamente no tendría quién le preste para financiar el faltante. Por eso muchos se preguntan qué era peor. Hacer la reforma o no. Aunque todos los analistas la critican con dureza por la forma en que se hizo, algunos reconocen que de pronto era peor no hacerla.



Las otras

En todo caso la tributaria es apenas la primera de las medidas de fondo que se requieren para restaurar la estabilidad macroeconómica. Las otras no tendrán un efecto tan inmediato pero no por eso son menos importantes.

La reforma constitucional que busca modificar las transferencias a las regiones también es muy controvertida. Hay quienes la califican como un reversazo a la descentralización ya que se reduciría el porcentaje de los ingresos corrientes de la Nación que se transfiere a las entidades territoriales. Pero según el gobierno el objetivo no es reducir las transferencias sino ‘estabilizarlas’. El debate apenas comienza. Después de un proceso de concertación exitoso el proyecto terminó de cursar su primera ronda en el Congreso el martes pasado. En marzo próximo seguirá la discusión.

En cambio la reforma pensional sigue en veremos. En este caso la concertación no parece haber llevado a ninguna parte y los funcionarios del gobierno no se han puesto de acuerdo sobre el tipo de reforma que quieren hacer. El tema no deja de ser preocupante ya que, en caso de no hacer nada, a la vuelta de pocos años el gobierno estará gastando una porción significativa de su presupuesto en el pago de las mesadas a los jubilados.

Ahora que se han acabado las sesiones del Congreso el balance en materia económica no parece tan malo. Sobre todo si se tiene en cuenta que a mitad de año no se había hecho nada. Por esos días la convocatoria del referendo por parte del presidente Andrés Pastrana echó por la borda la agenda económica en el Congreso. La convocatoria de las mesas de concertación parecía dilatar eternamente las discusiones. Para rematar, durante los meses previos a las elecciones, la actividad legislativa estuvo paralizada. Pero por fortuna en el último trimestre las cosas avanzaron a buen ritmo.

No se hicieron todas las tareas, ni todas las que se hicieron quedaron bien hechas —la reforma tributaria deja mucho que desear—. Pero algo es algo. “Vale la pena que se hagan las reformas, aunque no queden bien. Así por lo menos se le da el mensaje a la gente y a los inversionistas de que las cosas se están moviendo”, dice Echavarría.

La semana pasada estuvieron los expertos del FMI de visita en Colombia. Quedaron contentos con unas cosas e insatisfechos con otras. Todo indica que el país pasó este año raspando en materia de reformas. Pero el mayor reto será 2001. No sólo por lo que se quedó sin hacer en 2000, sino por los dolorosos recortes necesarios para poder cumplir el fallo que ordena aumentar los salarios de los servidores públicos. El próximo año no habrá más petróleo para comprar tiempo y las medidas se tendrán que tomar contra reloj.