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“Ni el país ni el gobierno pueden financiar por sécula seculórum las ineficiencias”, dijo el ministro de Agricultura, Rubén Darío Lizarralde. | Foto: Guillermo Torres

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Alta tensión en el sector agrario

La relación del ministro Lizarralde con la dirigencia gremial agropecuaria comenzó. ¿Qué está pasando?

5 de octubre de 2013

El ambiente está caldeado en el sector agropecuario. El nuevo ministro de Agricultura, Rubén Darío Lizarralde, lleva cuatro semanas en la cartera y no ha logrado bajar la temperatura que subió en el sector a raíz del pasado paro agrario.

Por el contrario, han surgido nuevas tensiones. Las relaciones entre el alto funcionario y la dirigencia gremial arrancaron mal y varias de sus declaraciones ya han generado malestar entre muchos productores. 

Lizarralde ha criticado a los gremios duramente: “No quiero oír quejas de los gremios. Quiero oír propuestas”, dijo en la Comisión Quinta del Senado. Luego en un foro en Barranquilla, señaló que los gremios van a tener que ocupar posiciones en las mesas de negociación con los campesinos, “tienen que poner la cara porque si no, como hasta hoy ha sucedido, son otros los que parecen disputándose una vocería”.

En la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), el gremio cúpula que congrega a 46 agrupaciones agropecuarias, estas palabras no podían haber caído peor. Las sintieron como un regaño del gobierno y una bofetada contra la institucionalidad.

Pero los sombrerazos del ministro también fueron para los cafeteros.  “No puede ser posible que sigan estimulando la siembra de café, salvo los especiales, cuando este producto en estos momentos se está convirtiendo en la ruina de muchos agricultores”, anotó en un evento. Y en alusión al apoyo que el gobierno les da, el ministro agregó que “ni el país ni el gobierno pueden financiar por sécula seculórum las ineficiencias”.

Esto provocó un gran disgusto en el gremio cafetero, al punto de que el gerente general de la Federación, Luis Genaro Muñoz, en un duro mensaje lo consideró como una “ligereza del alto funcionario”.

Hay que decir que algunas de estas críticas coinciden con las que había planteado el exministro Juan Camilo Restrepo Salazar, pero, en su momento, estas no habían generado tanto malestar en el sector. Como dijo un dirigente gremial, “es tal vez el tonito de Lizarralde lo que no ha gustado”. Para algunos, el ministro en lugar de llegar en una actitud de diálogo y deliberación llegó con ánimo de confrontación y a echarle más leña al fuego.

Lizarralde generó polémica desde su nombramiento como ministro. El modelo agrario que él lideró en Indupalma no convence a todo el mundo, a pesar de que en el sector de la palma se le considera un esquema exitoso de asociatividad. 

En un principio el ministro afirmó que quería replicar este modelo en el resto del país y eso no terminó por gustar, pues muchos piensan que no está probado que pueda funcionar con otros cultivos y en todos las regiones de Colombia. En los últimos días, Lizarralde ha reconocido que  el gobierno no va a adoptar exclusivamente esta estructura.

Otro escenario político de choque que ha tenido que lidiar es la embestida del senador Jorge Enrique Robledo, del Polo Democrático. El parlamentario ya le hizo un primer debate en el Congreso por una supuesta participación en la compra de terrenos baldíos en el Vichada, que Lizarralde ha desmentido tajantemente. Para este martes, el ministro deberá asistir a otro debate, esta vez sobre el tema de Indulpma y los proyectos asociativos que promovió como gerente de la empresa.

Los encontrones del jefe de la cartera agropecuaria en su primer mes en el despacho han llamado la atención, porque después de la tormenta que vivió el campo con el paro es urgente generar ciertos consensos  y acuerdos para que todos remen para el mismo lado. Para que esto suceda es fundamental que haya armonía y trazar las políticas donde quepan todos: campesinos,  pequeños y medianos agricultores, los gremios y el gobierno en cabeza del ministro del ramo.

Pero, más allá de su tono beligerante, ¿tiene razón el ministro en sus críticas y planteamientos? En primer lugar, es claro que el país necesita fortalecer su institucionalidad gremial. Esto es fundamental para evitar el caos que se armó en el pasado paro agropecuario, cuando los interlocutores en las mesas eran las llamadas ‘dignidades’, que son  productores no agremiados.

Esto dificultó las negociaciones porque detrás de muchos campesinos en dificultades se filtraron otros intereses, incluidos los políticos, los económicos y muchos que buscaron pescar en río revuelto.

Rafael Mejía, presidente de la SAC, afirma que no cabe duda de que en Colombia, como en los demás países de mundo, se requiere contar con unos gremios fortalecidos, serios y autónomos de la intervención del Estado, pero que de ninguna manera están para evitar paros. 

“Eso le corresponde al Estado consolidando una política para el sector con nuestro concurso. Es indudable que el campo necesita un resurgimiento del espíritu empresarial, un marco jurídico adecuado y los estímulos económicos necesarios que lo promuevan”.

En cuanto a la posición ministerial sobre el tema del café, hubo más de una sorpresa. Frente a las dificultades que está viviendo este sector, que congrega a más de 500.000 familias y que atraviesa una crisis por la revaluación y los bajos precios internacionales, el gobierno creó hace varios meses una comisión de expertos designada por el presidente de la República que presentará las conclusiones sobre lo que debe ser el futuro de la industria del café en Colombia.

A los cafeteros les cayó muy mal la crítica de que generen más valor y sean más productivos, porque precisamente eso es lo que, según el gremio, han logrado este año a pesar del contexto internacional.  Por ejemplo, la mayor producción que se está registrando en el país –este año se superarán los 10 millones de sacos– se debe a un aumento de la productividad. 

Esto tiene que ver con la renovación de la caficultura. Según Luis Genaro Muñoz, el 53 por ciento del parque cafetero está renovado, lo que permite usar mejor el suelo, tener más árboles por hectárea y lograr una mayor producción en variedades resistentes. El área cultivada ha crecido un 7 por ciento en los últimos cinco años, mientras que la producción lo ha hecho en más de un 25 por ciento. 

Ahora bien, el ministro dejó entrever que no es partidario de prolongar el PIC (Programa de Protección del Ingreso Cafetero) y ya se sabe que ese es un tema que le puede generar más de un dolor de cabeza. Los cafeteros esperan que el apoyo se extiende para 2014 y se sabe que es algo que ya tiene contemplado el Ministerio de Hacienda. Ahí se avecina un gran debate. 

En la última semana, el ministro Lizarralde ha tenido que apagar los conatos de incendio desatado por sus palabras. Se reunió por separado con los cafeteros y con la dirigencia gremial agropecuaria. Fueron reuniones tensas, que si bien ayudaron a poner las cartas sobre la mesa, no dejaron al sector completamente tranquilo.

Y es que lo que se avecina en esta cartera no será menos ruidoso. El ministro anunció que tiene listo el proyecto de ley sobre baldíos, que permitirá la acumulación de Unidades Agrícolas Familiares (UAF).

En un reciente foro explicó que según ese texto, cuando el sector privado inversionista, ya sea nacional o extranjero, acumule esas unidades, deberá obligatoriamente destinar un 20 por ciento de la extensión afectada a proyectos para pequeños y medianos propietarios.

Se sabe que esta propuesta ya causó sorpresa en el sector privado agropecuario. Lizarralde les advirtió a los gremios que no divulgará el proyecto antes de que llegue al Congreso. Esto tampoco sonó bien, porque los empresarios sienten que, al no socializarlo como ha ocurrido con otros proyectos de ley, el ministro no tiene ánimo de concertar.

Lizarralde también tiene el reto de lidiar con las dignidades agropecuarias para que se unan al pacto nacional agrario. Pero eso pasará, primero, por cumplir los acuerdos que se sellaron cuando terminó el paro. Y en este sentido, ya hay preocupación de algunos sectores que ven difícil llevar a la práctica todo lo que se consignó en el papel.

En síntesis, los grandes propósitos y las buenas ideas con que llegó el ministro Lizarralde para el sector agropecuario, incluido su fuerte carácter –que es una gran virtud en política–  se pueden enredar y empantanar aún más la situación del agro, si no logra bajar la tensión que existe entre todos los actores y los pone a remar para el mismo lado.