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TIEMBLAN LOS MERCADOS

La devaluación rusa y la situación venezolana llevaron los mercados mundiales a su peor crisis desde 1995.

21 de septiembre de 1998

El pasado viernes hubo una gran agitación en los mercados financieros internacionales. La devaluación de la moneda rusa, después de varios intentos de su gobierno por evitarla, desató una especie de 'efecto vodka' que estremeció los cimientos de las más impor-tantes bolsas de valores del mundo y produjo fuertes fluctuaciones cambiarias en varios países. Incluyendo a Colombia, donde la cotización del dólar estuvo cerca del techo de la banda cambiaria en varias ocasiones a lo largo del día. La gran mayoría de las bolsas europeas _encabezadas por las de Alemania y España, que sufrieron bajas superiores al 5 por ciento_ tuvieron pérdidas consideradas dramáticas por los analistas. Y algo similar sucedió en el resto del mundo, incluyendo a Wall Street, cuyas cotizaciones cayeron cerca del 3 por ciento al comienzo de la jornada. A lo largo del día los inversionistas se dedicaron a vender los papeles que tenían en mercados de alto rendimiento y hubo una verdadera estampida de dólares hacia los mercados de bonos de Estados Unidos y Europa Occidental, que se consideran seguros. El ambiente en los mercados fue peor, según los analistas, al que desató la crisis mexicana de hace cuatro años. "Esta crisis es mucho peor que la de 1995", aseguró en Londres un analista de mercados consultado por la agencia Reuters. Según el mismo experto, los márgenes de rendimiento están levemente por debajo de los topes vistos a finales de 1994 y comienzos de 1995, pero esta la vez la crisis tiene un mayor alcance internacional y la cantidad invertida en los mercados emergentes es mayor. A la devaluación rusa se sumaron el viernes crecientes rumores de una devaluación en Venezuela, lo que agudizó la caída de muchas bolsas, en particular de las latinoamericanas. Los precios de las acciones brasileñas sufrieron una caída estrepitosa, y lo mismo sucedió en México y Argentina. En México la bolsa cayó cerca del 8 por ciento y el peso se depreció en un 5 por ciento, colocándose a 9,81 por dólar y haciendo recordar a los mexicanos los peores momentos de la llamada 'crisis del tequila', que se desató el 20 de diciembre de 1994. En Colombia las bolsas también fueron arrastradas por la incertidumbre financiera mundial. En Bogotá, a pesar de que las negociaciones fueros escasas _del orden de 600.000 dólares únicamente_, el índice cayó en un 3,3 por ciento, y se situó en el nivel más bajo desde febrero de 1997. En Medellín la bolsa cayó en 2,9 por ciento. En general, fueron las caídas más pronunciadas desde las sufridas a finales de mayo, cuando las tasas de interés se dispararon. Pero no sólo sufrieron las bolsas. Como en otros países, la tasa de cambio también sufrió un fuerte remezón. El tipo de cambio registró una devaluación de 37 pesos, situándose en 1.429 pesos por dólar, a sólo nueve pesos del techo de la banda. Tan duro fue el remezón que el Banco de la República se vio obligado a expedir un comunicado diciendo que el problema respondía a "fenómenos originados en otras latitudes que vienen sacudiendo los mercados emergentes durante los últimos días, principalmente Rusia y Venezuela".
El origen del problema
La crisis rusa era previsible. Luego de semanas de rumores sobre una posible devaluación, el gobierno ruso se rindió a las crecientes presiones internas y externas y el miércoles de la semana pasada amplió la franja cambiaria _cuyo limite superior era de 6,3 rublos por dólar_ a 9,5 rublos por dólar. Al día siguiente los puestos de cambio de divisas de las calles de Moscú compraban dólares a casi siete rublos y los vendían a nueve o más. Pero el gobierno ruso no solo devaluó sino que declaró una moratoria de 90 días en el pago de todas las deudas contraídas con extranjeros, con el fin de salvar el sistema financiero, fuertemente endeudado en el exterior. Reestructuró, además, la deuda interna, suspendiendo el pago de los bonos del tesoro con vencimiento hasta diciembre de 1999. Era, según el gobierno, la única manera de hacer frente a una crisis incubada por años .Desde la caída del comunismo la marcha de la economía rusa hacia el mercado parecía irreversible. La apertura del país al mercado mundial, la privatización de las grandes fábricas y los recursos naturales, el surgimiento de un sector privado de propietarios y de una clase media, la aparición masiva de bienes occidentales, parecían indicar que el país se afianzaba y que lentamente empezaba el camino del crecimiento. Pero en la realidad lo que sucedió en los últimos ocho años fue un desangre de la economía y del país. En lo que va de la década se fugaron cerca de 300.000 millones de dólares, suficientes para renovar toda la industria rusa y ponerla a producir a pleno. A eso se suma un endeudamiento interno y externo que hace 10 años era casi inexistente y que hoy llega a los 200.000 millones de dólares, lo que hace de Rusia el principal deudor del mundo. De las cenizas del sistema soviético surgió una clase de 'nuevos rusos' que se enriqueció gracias a los negocios fabulosos que les permitía su condición de altos funcionarios del Estado. Según el economista sueco Anders Aslund _asesor del gobierno ruso_, en el año pico de 1992 los mejor ubicados se apropiaron de no menos del 75 por ciento del PIB. Si el Estado no quebró antes fue por los ingresos provenientes de la exportación de petróleo, las privatizaciones y el endeudamiento interno y externo. Pero varios hechos pusieron fin a la fiesta. La caída mundial de los precios del petróleo hizo perder al país más de 5.000 millones de dólares este año, reduciendo sus reservas de oro y divisas y privando al presupuesto de su principal contribuyente. Para dar solo un ejemplo, en julio el Estado ha debido recibir 672 millones de dólares de Lukoil, la principal petrolera del país, y sólo recibió 24,3 millones de dólares. A ello se sumó la crisis del sureste asiático. Los capitales golondrina empezaron a retirarse de los mercados emergentes, y Rusia fue la primera gran afectada. Los 17.000 millones de dólares que habían ingresado al país el año pasado, atraídos por las altas tasas de interés pagadas por los bonos del tesoro, huyeron con velocidad a principios de este año. La bolsa de valores entró en caída libre desde fines del año pasado y el sistema financiero empezó a tambalear. En tales circunstancias, el Fondo Monetario Internacional (FMI) decidió otorgar a Rusia un préstamo de 11.300 millones de dólares para impedir una devaluación del rublo. La primera parte, de 4.800 millones, fue recibida a cambio de la promesa del gobierno de aplicar un duro plan anticrisis. Pero menos de un mes después, ante la alarma de las capitales occidentales, el Banco Central se había gastado los 4.800 millones de dólares recibidos del FMI tratando de sostener el rublo y pagando los onerosos intereses de la deuda interna estatal. Como dijo a SEMANA Igor Bunin, director del Centro de Tecnología Política, la devaluación fue "un paso obligado realizado con gran retraso y muy mal hecho políticamente, puesto que era imposible continuar manteniendo el rublo. El FMI pensó que con medios técnicos podía estabilizar la moneda, pero no tomó en cuenta la pérdida de confianza en el gobierno. El factor sicológico fue el fundamental". El efecto domin_A la decisión de las autoridades rusas se sumó la incertidumbre sobre la situación económica venezolana. Las recientes noticias de que Venezuela admitiría más flexibilidad en el interior de la banda cambiaria fueron recibidas como un paso más hacia la inevitable caída del bolívar. Y eso, en una economía globalizada como la actual, tiene un efecto inmediato sobre todos los mercados. Inmediato en los mercados de valores y de mediano y largo plazo en el conjunto de la economía mundial (ver recuadro). La crisis del viernes demostró que nadie está exento de problemas. Pero hay unos países más expuestos que otros. En el corto plazo, las economías llamadas emergentes sufren por la fuga inmediata de capitales, la caída en el precio de las materias primas y el encarecimiento de los recursos internacionales. Pero en el mediano plazo la deflación y la recesión terminan afectando a todas las economías. En el caso de Colombia, en particular, los efectos pueden agravarse por la presencia de serios desequilibrios macroeconómicos. Como lo dijo Armando Montenegro en el último informe semanal de Anif _escrito antes de la devaluación rusa_, "los efectos de la crisis cogieron a la economía colombiana con los calzones abajo: con grandes déficits y muy propensa a contagiarse de los males de la economía mundial". Según Montenegro, "sin un fuerte ajuste fiscal y sin la recuperación plena de la confianza de la comunidad financiera internacional no habría manera de evitar que una nueva fase de la crisis mundial precipite la pérdida acelerada de las reservas y propicie el colapso de nuestro sistema cambiario".Lo grave es que la crisis parece estar llegando antes de lo previsto. Por ahora, el Banco de la República dijo en su comunicado que "seguirá listo a vender divisas en el evento de que la tasa de cambio alcanzara el techo de la banda cambiaria". El problema es que las reservas no son infinitas. Por eso, y mientras pasa el chaparrón, es fundamental que haya señales claras de las autoridades y del Congreso de la República sobre la presentación y aprobación del plan de ajuste del nuevo gobierno. Y rezar porque la crisis mundial sea menos profunda y duradera de lo que anunciaron los acontecimientos del viernes.