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UN CHALLENGER CARGADO DE ...

En un ambiente internacional de extrema dureza, Colombia obtiene la promesa de un préstamo por 1.700 millones de dólares.

6 de febrero de 1989

Hace solo unos años nadie hubiera podido creer que un año nuevo recibiera mejor, en materia económica, a Colombia que a Venezuela. Pero la verdad es que el 31 de diciembre pasado el ministro de Hacienda, Luis Fernando Alarcón, pudo lanzar al aire los voladores de fiesta, pocas horas después de haber logrado una cómoda refinanciación por 1.700 millones de dólares de la deuda externa colombiana. En contraste, su colega venezolano, Héctor Hurtado y el presidente Jaime Lusinchi, tuvieron que despedir el año y su quinquenio, bebiendo tragos amargos, debido al anuncio de la moratoria de la deuda y la confirmación de la desesperada situación económica en el país vecino (ver recuadro).
Esa circunstancia volvió a dejar en evidencia la buena conducta de la economía colombiana, en una región donde el resto de países están sumidos en graves problemas. Sin que eso quiera decir que en Colombia las cosas son color de rosa, lo cierto es que una vez despejado el frente del endeudamiento externo, al gobierno se le ha quitado un gran peso de encima.
"Eso da mucha tranquilidad", dijo el ministro de hacienda a SEMANA el miércoles pasado.
La calma, indudablemente, era necesaria. A pesar de que en los últimos años el sector externo de la economia se ha comportado bien, las amortizaciones que hay que pagar este año y el próximo son muy superiores a las de los años anteriores. De un total de 556 millones de dólares cancelado en 1987 a los bancos comerciales, se debe pasar a 1.070 millones en 1989 y a 980 millones de dólares en 1990.
Ese hecho le podía crear problemas de liquidez al país, en momentos en que se desea fortalecer la economía. Para evitar cualquier traumatismo, el equipo económico comenzó a explorar la posibilidad de conseguir un crédito por 1.850 millones de dólares, una suma equivalente a la que se le va a pagar a los bancos comerciales en este bienio. En términos generales, la idea era la de repetir lo ocurrido en 1985 con el préstamo "Jumbo" y en 1987 con el préstamo "Concorde", cuando la banca privada le entregó al país sendos paquetes por 1.000 millones de dólares. Tal como en esas oportunidades, la negociación se llevó a cabo con un comité consultivo de bancos que representan a la mayoria de las entidades que le han prestado dinero a Colombia.
No obstante, esta vez los parecidos terminaron ahí. Las discusiones sobre este nuevo crédito -aprobado "Challenger" -demostraron que ahora las cosas son a otro precio. Si en 1985 el esfuerzo se concentró en lograr el apoyo del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial para que garantizaran la buena conducta del pais, en 1988 la pelea se dio directamente entre los bancos y el gobierno.
La apertura formal de las conversaciones se hizo el 13 de octubre, poco después de que terminara la reunión conjunta del FMI y el BM en Berlín. Allí, los delegados colombianos habían recibido muestras de apoyo de los funcionarios de los siete grandes, quienes a primera vista respaldaban la petición de crédito del pais. Pero otra cosa era lo que pensaban los bancos. En los últimos meses el ambiente se había enrarecido debido a varios factores. El primero fue la experiencia del crédito "Concorde" en el cual la sindicación (nombre que se le da a la colocación del dinero por parte de cada banco) fue muy dificil y se presentó el problema de lo que en el argot especializado se conoce como free riders: bancos que debían contribuir partes pequeñas "se corrieron". De 170 instituciones que fueron invitadas, sólo 110 acabaron prestando y los bancos más grandes se vieron obligados a colocar 50 millones de dólares más de lo planeado, para redondear el préstamo en los 1.000 millones solicitados.
Ese clima de intensiones y rencores entre bancos se acentuó en negociaciones con otros países. Los japonedses se sintieron injustamente tratados en la negociación de un crédito para Brasil y en represalia hicieron que se rompiera un principio de acuerdo al que se había llegado con Filipinas.
En medio de semejante ambiente, comenzaron las conversaciones en el edificio del Chemical Bank en Nueva York, entre el comité de 13 bancos y la delegación colombiana compuesta por el director de crédito público, Luis Alvaro Sánchez, y por Luis Jorge Garay, un asesor del Ministerio de Hacienda quien desde 1984 es la eminencia gris en este tipo de negociaciones.
Apenas hechas las presentaciones de rigor, fue evidente que el proceso iba a ser largo. Para evitar pisar callos, los bancos definieron un "mínimo común denominador" con el cual quedaron todos contentos, pero que estaba muy lejos de las aspiraciones colombianas.
Por su parte, Garay y Sánchez entraron pisando duro. Al comienzo de cada reunión se leía una lista de diez principios "inflexibles" en los cuales se basaba la posición colombiana. Estos tenian que ver con el monto y plazo de la operación, asi como con el rechazo a cualquier intento de pignoración de ingresos de exportaciones o de mecanismos por el estilo. La estrategia fue adoptada bajo el convencimiento de que si el país comenzaba cediendo, los bancos ganaban la partida. Debido a ello, las confrontaciones y los roces fueron continuos, e incluso en más de una oportunidad los bancos trataron de romper la unidad del equipo colombiano y de personalizar las posiciones.
En todo el proceso hubo fechas realmente críticas. Ese fue el caso el 6 de noviembre cuando los bancos se plantaron en una cifra de 1.400 millones de dólares, 450 menos de los que queria inicialmente el gobierno colombiano. Las posiciones eran tan lejanas que al día siguiente los negociadores colombianos sugirieron que había que buscar otra fórmula intermedia entre la refinanciación y la reestructuración (la cual consiste en renegociar las condiciones de deudas ya adquiridas). Esa idea no fue aceptada por los bancos, los cuales prometieron seguir trabajando. Sin embargo, éstos ofrecieron básicamente lo mismo dos semanas más tarde cuando se presentó otra crisis. Ante la falta de avance, el gobierno colombiano propuso una cláusula que se utiliza en los contratos de restructuración y, aunque nadie mencionó la palabra, el mensaje fue claro para los abogados de los bancos.
Ese campanazo le sirvió al comité para que el 25 de noviembre se hiciera una oferta insinuando que se podrian reunir 1.600 millones de dólares. Sin embargo, el gobierno se plantó en 1.780 millones de dólares y una vez más las discusiones se empantanaron. En ese momento los bancos dijeron que si el gobierno no daba una señal de flexibilidad, no habia motivos para seguir hablando. Asi quedaron las cosas el 27 de noviembre, bajo un ambiente de tension extremo.
La negociacion se comenzo a enderezar el 9 de diciembre después de que el ministro de Hacienda visitara a varios presidentes de bancos, entre ellos a John Reed, del Citicorp. En ese momento, Alarcón envió el mensaje diciendo que si los bancos subian la oferta, Colombia estaba dispuesta a rebajar su demanda. Ese palancazo fue definitivo para que la discusión entrara en la recta final. Entre el 10 y el 24 de diciembre la discusión se dedicó a definir el monto -finalmente establecido en 1.700 millones de dólares- y las demás condiciones del crédito. Esa etapa se adelantó con un comité de referendum, compuesto por cinco bancos que habian recibido el mandato y las instrucciones de los otro ocho.
Como es costumbre en este tipo de negociaciones, la noche clave fue la última. En vista de los continuos tropiezos, los negociadores colombianos argumentaron a las cinco de la tarde del 23 de diciembre que lo mejor era aplazar todo hasta el 4 de enero, pero que para eso se necesitaba que los bancos permitieran el envío de un télex en el cual se aprobara que Colombia suspendiera el pago de sus amortizaciones hasta que se recibiera el crédito. Esa idea le permitía a Colombia jugar con dos bazas. Si los bancos aceptaban la propuesta del télex, quedaban comprometidos a llegar eventualmente a un acuerdo y eso les disminuia su posición negociadora. Si no, se veian obligados a negociar esa noche, lo cual también le convenia al país. Tres horas y media más tarde, los bancos aceptaron seguir con la reunión y a partir de ahi empezó la recta final.
El último momento crítico se presentó a las 4 de la mañana del 24 de diciembre, cuando uno de los abogados volvió a ponerle objeciones al trato. Esa nueva traba fue recibida airadamente por los negociadores colombianos, quienes estuvieron a punto de levantarse de la mesa. No obstante, al cabo de unos momentos el impasse se resolvió, aunque Colombia tuvo que aceptar que el plazo del crédito se redujera de 13 a 12.5 años. Dos horas más tarde, el acuerdo quedó sellado.
La parte final fue la de la corroboración del pacto por parte del comité en Pleno. A pesar de las trabas de rigor, la iniciativa salió adelante y gracias a eso el 30 de diciembre el ministro envió un télex a todos los bancos que le prestan a Colombia, anunciando el éxito de la negociación. A éste se le anexó un mensaje del comité consultivo en el cual "se requiere respetuosamente la cooperación de la comunidad financiera internacional para asegurar la terminación exitosa y a tiempo el paquete de financiamiento".

Todo eso, claro está, no asegura plenamente que el dinero llegue. En los próximos 90 dias deben comenzar a llegar diferentes télex a las oficinas del Chemical Bank, con los nombres y la cuantia aportada por los bancos interesados. Por ahora, existen asegurados 795 millones de dolares suscritos por los 13 bancos del comité consultivo (incluyendo 175 millones en bonos). A eso se le agregan unos 300 millones de dólares más que ya están "palabreados". La primera fecha de corte se hará el 15 de febrero cuando el gobierno confia que se hayan asegurado unos 1.300 millones de dólares. La consecución de los 400 millones restantes es la parte más dura del préstamo. Para salir adelante, el gobierno requiere que cada banco cumpla lo que prometió para que se termine la desconfianza de los últimos meses. Sólo asi se asegurará la vida del "Challenger". Si para el 30 de abril no se reúne la cantidad señalada, la situación se complicaría pues aqui se juega a la fórmula del todo o nada.
No obstante, la mayoria de los observadores son optimistas sobre el futuro del crédito. Aparte del apoyo del comité consultivo, las circunstancias políticas son favorables, pues James Baker, el próximo secretario de Estado norteamericano, escogió a Colombia hace tres años como pais modelo en su frustrada iniciativa para resolver el problema de la deuda del Tercer Mundo.
Adicionalmente, los conocedores están muy satisfechos por lo logrado hasta ahora. Las condiciones de este crédito son, de lejos, las mejores que se han obtenido, tanto en términos de costo total (1.12 puntos porcentuales sobre la tasa Libor), como de plazo (12 años y medio) y de eliminación de cualquier tipo de ataduras de corto o mediano plazo. Más aún, el éxito del gobierno confirma que, mientras se pueda, hay que evitar la reestructuración, pues ésta romperia con toda una tradición de relaciones "normales" con la banca internacional.
Pero tal vez lo más importante de todo radica en despejar el frente del endeudamiento externo y de la inversión pública (el crédito va a financiar los programas del gobierno) durante los proximos dos años. Aparte de los 1.700 millones de dólares, la suma conseguida debe servir como contrapartida de préstamos ya otorgados por el Banco Mundial y otras entidades multilaterales. Gracias a eso la cuantía total que debe entrar debe acercarse a los 3.000 millones de dólares en los próximos dos años.
Con ese panorama aclarado, el equipo económico puede dedicarle más tiempo a atender los problemas de orden interno, especialmente el del crecimiento de la inflación ocurrido el año pasado. A pesar de que sin duda habrá dificultades, se cree que cuando el "Challenger" quede guardado en el hangar, esta administración tendrá casi asegurado el cumplimiento de los buenos deseos manifestados el 31 de diciembre pasado.

LA CRISIS VENEZOLANA
El Bolívar desnudo
El anuncio llegó como un regalo de año nuevo para los 17 millones de venezolanos. Hablando ante la radio y la televisión, el presidente de la república, Jaime Lusinchi, le dijo a sus compatriotas en la noche del 31 de diciembre que Venezuela pararía el pago por amonización de parte de su deuda externa de 34 mil millones de dólares. Según el mandatario, la suspensión de pagos se iniciaria el 17 de enero, con el fin de presionar a los bancos comerciales para que acepten reestructurar en términos favorables una proporción importante de las obligaciones públicas y privadas.
La noticia, como es de suponer, causó conmoción en los medios internacionales. Aparte de tener la cuarta deuda más grande de America Latina, Venezuela era el único gran deudor que se habia comportado relativamente bien, al pagar cumplidamente la mayoría de los préstamos. Tanto, que muchos venezolanos se sintieron injustamente tratados por la banca internacional que se negó a prestarle dinero al país en 1988, a pesar de que éste ofrecía la pignoración de rentas futuras de petróleo.
Ese sentimiento popular fue aprovechado por Lusinchi para decretar la moratoria, en vísperas de cederle el mandato presidencial a su copartidario Carlos Andrés Pérez, el próximo 2 de febrero. No obstante, según los críticos del actual gobierno, el anuncio de moratoria tuvo más de escándalo que de realidad. "Es una farsa", le dijo a SEMANA un observador desde Caracas.
La principal crítica contra el anuncio de Lusinchi es la de que cobija una parte ínfima de la deuda. De hecho, Venezuela seguira pagando intereses cumplidamente y sólo pospondrá algunas amortizaciones por un valor total de 1.532 millones de dólares este año. Además, Pedro Tinoco, un asesor de Carlos Andrés Pérez sostuvo que la moratoria será sólo por un periodo de tres meses.
Esa declaración convenció a muchos de que el talante de la próxima administración no va a ser de beligerancia ante los bancos internacionales. Aunque en primera instancia se buscará una reestructuración, Pérez anunció el miércoles pasado una serie de medidas de "choque" para corregir varios de los serios problemas de la economia venezolana. Entre otras cosas, el mandatario electo dijo que habría unificación cambiaria para cerrar el diferencial que existe entre el precio del bolívar en el mercado oficial y en el mercado libre. La medida -que de tomarse debe contribuir para que disminuya el contrabando de productos hacia Colombia- es impopular y seguramente traería consigo aumentos sustanciales de precios en los artículos de primera necesidad.
Y esa no es la única receta. Pérez habló también de aumento en las tasas de interés, mayores precios de la gasolina, crecimiento en las tarifas de los servicios públicos y moderación salarial. A la salida de la reunión los empresarios se mostraron partidarios de las propuestas, mientras que los sindicalistas las criticaron duramente.
En cambio, no hubo desacuerdo sobre que en Venezuela hay que hacer algo. Con los precios del petróleo deprimidos y una balanza comercial desfavorable, la mayoría reconoce que ahora sí hay que apretarse el cinturón. A pesar de que en 1988 las ventas de crudo le reportaron al país cerca de 8 mil millones de dólares, ese dinero no alcanza para pagar deuda e importaciones al mismo tiempo.
La cosa es tan grave que no faltó quien señalara que Lusinchi no tenía un camino diferente al de la moratoria. El año pasado las reservas internacionales del país pasaron de 10.700 millones de dólares a 6.700 millones y las reservas operativas (las más líquidas) de 3.446 millones a 54 millones de dólares. Ese hecho llevó al Diario de Caracas a señalar ácidamente que Lusinchi cumplió con su promesa de pagar hasta el último centavo de la deuda, dejando las reservas operativas de su país casi en cero.