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GUILLERMO VALENCIA

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Dependencia tecnológica

El colapso de Facebook, Instagram y WhatsApp la semana pasada desató un caos tecnológico a nivel mundial. Fueron millones los internautas que se vieron afectados por la interrupción masiva, pero también millones de dólares que se fueron como pérdidas por la falla de estas plataformas.

12 de octubre de 2021

En la mañana del 4 de octubre para Colombia, una gran cantidad de personas notamos un colapso en tres de las redes sociales más utilizadas en la actualidad. Una caída que, nuevamente, puso al descubierto nuestra enorme dependencia de la tecnología y que, en menos de 12 horas, representó una de las pérdidas multimillonarias más fuertes que ha experimentado Facebook al momento.

Por ahora, se estima que las tres plataformas, en conjunto, sobrepasan los 5.500 millones de usuarios a nivel mundial. Con una demanda tan alta, era cuestión de minutos para que se regara la noticia del fallo de Facebook y sus otros servicios y que, de repente, el mundo sufriera un jaque en una vida digital tan calibrada, que se ha vuelto una costumbre en nuestra rutina del día a día.

Una parte de la vida de varias personas se detuvo porque el espacio y el tiempo digital también lo hicieron. Las ataduras que hemos creado con las redes sociales son lo suficientemente fuertes como para que el costo fuese altísimo. Lo curioso es que algunas personas aseguraban tener un alivio temporal con la caída de estas redes, veían en lado positivo de esta desconexión y tenían un tiempo de reflexión sobre sí mismos bajo la situación… y lo expresaban a través de Twitter.

Por supuesto, fueron más los memes y burlas que surgieron alrededor de esta noticia, mientras todos esperaban, con ansias, alguna novedad sobre la solución que buscaba imparablemente el gigante tecnológico.

En la bolsa de valores, ese mismo lunes Facebook tuvo una caída de casi el 5% en el valor de sus acciones. Al momento, muchos expertos han asegurado que las pérdidas que tuvo Mark Zuckerberg se acercan a los US$ 7.000 millones de dólares en cuestión de horas. Un golpe que, en términos monetarios, ha sido el más fuerte que ha impactado al magnate.

No obstante, el hueco en el bolsillo de Zuckerberg se calcula como un tema aparte de las pérdidas de Facebook como empresa. Con base en los ingresos por US$ 29.000 millones de dólares del último trimestre, la revista Fortune señala que la compañía perdió US$ 99,75 millones de dólares en ingresos por el número de horas inactivas de publicidad. Habrá que esperar qué tan representativo puede ser este problema para un gigante del internet como lo es Facebook.

Bien podría demorar más de un año en recuperar sus pérdidas. Como hemos visto en recientes escándalos, también la compañía se ha visto en serios aprietos por la filtración de una serie de documentos, en los que se les acusa de poner su crecimiento empresarial por encima de la salud emocional de sus usuarios.

No olvidemos que la estrategia de suscripción anual fue un rotundo fracaso en aplicaciones como WhatsApp. Ahora es gratuito porque, según analistas de tecnología, el producto son los mismos usuarios. Cuando Facebook la compró, se sabía que era, por debajo, la compra de una de las bases de datos más grandes del mundo, y que ello alimentaría el plan de negocios de Facebook. Así se consolidó y tomó mucha más forma la idea de WhatsApp Business.

Pero más allá del conocimiento sobre el modelo de negocio de estos aplicativos, hay que reconocer que el tiempo que derrochamos en ellos es abismal. Hay muchísimos estudios que tratan de determinar cuánto tiempo pasamos en nuestros dispositivos móviles, en donde se tiene una amplia variedad que va de 3 horas y 22 minutos al día, otros llegar a estar 6 o 7 horas, y WhistleOut ha llegado a asegurar que, a lo largo de su vida, una persona puede pasar en su teléfono más de 76.000 horas (cerca de 8 años). Lo inquietante es que de esto depende su negocio, por esto es por lo que somos el producto.

Así, mientras Facebook se mantiene en la boca del lobo, las redes sociales aún nos consumen y alborotan, en muchos niveles, nuestros trastornos de ansiedad y de dependencia tecnológica. Incluso, cuando la dependencia llega a extremos, ya llegamos a hablar de nomofobia, es decir, el miedo totalmente irracional desatado por permanecer extensos periodos de tiempo sin usar un dispositivo móvil. Ya ha llegado a ser una enfermedad que demanda psicoterapia cognitiva y conductual.

El hecho de que nuestra vida circule en torno a un dispositivo tecnológico nos hace seres absortos en la virtualidad. No es raro que se frecuenten, cada vez más, escenas de encuentros con familiares o amigos que se ignoran constantemente por responder a una llamada, un mensaje, una nota de voz o a un comentario. Nos estamos perdiendo de los momentos al viento que nos da la vida.

La ilusión de la disponibilidad todo el tiempo y en cualquier lugar del mundo nos ha llevado a un punto en el que separarnos de un celular parece inconcebible, pero no hay opción cuando fallas como las de Facebook aparecen y, en simultáneo, los tics nerviosos. Así, al borde de mantenerle como un agujero negro, en donde nada puede escapar, se mantiene la controversia sobre el impacto multinivel que ha tenido el apagón de las redes sociales que cobró pérdidas millonarias y la paciencia de millones de usuarios en todo el mundo.

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