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GUILLERMO VALENCIA

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La epidemia de la inseguridad

En Colombia vivimos en la calle con miedo; también en nuestras casas, oficinas, negocios. Las cifras en materia de inseguridad no paran de empeorar y se empieza a notar con mucha más frecuencia la falta de actuación por parte de las autoridades en materia de prevención y corrección.

20 de septiembre de 2021

En un año que ha sido caótico, la inseguridad urbana es un tema del día a día. Robos, extorsiones y asesinatos se han vuelto casi una rutina y han aumentado de una forma alarmante en lo corrido del año. Parece ser que las ciudades capitales del país y gran parte de los municipios del territorio nacional están en manos de la criminalidad, en una magnitud en la que cualquier medida local o nacional parece ser ineficiente.

Se torna un poco inexplicable encontrarse con afirmaciones de algunas alcaldías que emanan una estabilización en las cifras de delitos, cuando la realidad es totalmente opuesta. Y aunque esto no es algo exclusivo de las ciudades capitalinas, Bogotá es una de las más afectadas.

De acuerdo con el más reciente boletín mensual de Indicadores de Seguridad y Convivencia de Bogotá, publicado en agosto de este año, el hurto a personas ha aumentado un 26,8 % frente a agosto del año pasado, siendo el mayor blanco las mujeres. No obstante, en lo corrido del año el hurto a vehículos, motos y celulares se ha visto afectado con aumentos del 8,2 %, el 41,8 % y el 18 %, respectivamente, y eso que se cuenta tan solo con las estadísticas oficiales de reportes, donde una gran cantidad de estos delitos no son denunciados.

De igual manera, las lesiones personales se han disparado en lo corrido del año, incrementándose un 41,3 %, y los homicidios en un 15,3 % durante el mismo periodo. Con ello ha crecido también un xenófobo y desacertado discurso para hacer señalamientos que intentan argumentar esta nueva ola de violencia en la ciudad contra extranjeros en el territorio nacional.

Lo cierto es que ahora la ciudadanía se siente desprotegida, insegura y al borde del colapso. En muchos barrios de la capital se ha recurrido a la instalación de sistemas de vigilancia que les permita tener un mayor control, o incluso se organizan diversos grupos de vecinos que intentan velar por la seguridad de sus zonas residenciales.

Así mismo, recientemente, en el programa Análisis UNAL, de la Radio UNAL, se emitió un fragmento en el que varios analistas dieron su percepción sobre la situación que relata día a día la ciudadanía, y lo que muestran en cifras los diversos boletines que, en ocasiones, buscan apaciguar la cruda realidad a través de las cifras.

La pregunta que todo mundo se hace es ¿qué está haciendo el Estado? Hasta en redes sociales se han disparado las publicaciones sobre diversos atracos y asesinatos, que revelan tanto el modus operandi, así como las localidades y zonas más afectadas, pero parecen divulgarse de una forma tan rápida y constante, casi al instante de que los actos vandálicos son perpetrados.

De igual manera, las cifras no lo revelan todo. Hay personas que no se atreven a denunciar o simplemente no lo hallan útil. En más de una ocasión, en atracos a plena luz del día, cientos de ladrones pueden llegar a ser capturados, aunque la mayoría de ellos no duran así mucho tiempo por diversos y estrambóticos vacíos legales.

Como citadinos sabemos perfectamente lo peligroso que es, incluso, sacar nuestro celular mientras nos movilizamos en la calle. Según la Encuesta de Percepción y Victimización de la Cámara de Comercio de Bogotá, el celular es el objeto más hurtado en la capital.

Por supuesto, todo ello hace parte de una recuperación que busca la economía ilegal. Algunos expertos afirman que es consecuencia de las cuarentenas prolongadas, el aumento del desempleo, el incremento de la migración, la falta de oportunidades, etc.

Por ello, se ha visto que, aunque las personas son bastantes críticas al respecto, un aumento de la fuerza policial es una medida que se queda corta. Además, vale recordar que muchos de ellos quedan involucrados en situaciones de vulnerabilidad y/o violación de derechos humanos. Así, desde ambos lados se hace necesario evaluar las medidas preventivas que busquen mermar estos casos delictivos.

Sin embargo, alejándonos de toda la serie de estigmatizaciones, las medidas de control igual son importantes, en especial cuando se habla de respuestas inmediatas. Ahora la respuesta de las autoridades, en general, es demasiado tardía. Desde hace un buen tiempo lo viene siendo y es algo que no es lo suficientemente evaluado. Y mientras las personas nos saturamos en medio de discusiones políticas, el crimen, cada vez más organizado, va sacando una mayor ventaja.

Por supuesto, las crisis en materia de seguridad entre lo urbano y lo rural no han de ser excluyentes. Ninguna región del país está exenta de esta clase de eventos. Lo que pasa es que ahora la delincuencia se ha extendido a lugares en los que antes no se evidenciaba con tanta frecuencia y violencia.

Así, la noción de seguridad, ahora en la ciudad, es cada vez más precaria. En medio de una ralentización de la lenta recuperación económica y la ansiedad que esto ha producido en las personas para salir día a día, es una creciente pandemia de inseguridad que no discrimina estratos, barrios ni horarios.

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