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Camilo Cuervo (Foto para columna)

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Las locuras del “mesías”: empleo público universal y sin oficio

Actualmente, sin contar las Fuerza Militares, se estima que en Colombia existen poco más de un millón de empleados públicos. La propuesta del progresismo implicaría triplicar esa cifra.

1 de abril de 2022

En las últimas semanas, después de conocer los vencedores de las consultas interpartidistas, hemos tenido acceso a algunos de los programas formales de los diversos candidatos presidenciales.

Me he tomado el trabajo de estudiar el programa del candidato “progresista” y, con preocupación, encuentro que se dicen tantas cosas para realizar en tan poco tiempo que incluso sería prudente desconfiar sobre las ocultas intenciones de perpetuarse en el poder.

Hay una serie de propuestas que están hechas para radicalizar el discurso populista y de lucha de clases, pero de fondo son planes irrealizables y el intento de implementarlos llevarían a la indefectible destrucción de lo que hemos construido como nación, para bien de todos, durante los últimos 30 años.

En ese programa, digno de la película más fantasiosa del mundo de Narnia, hay propuestas que son tan absurdas que rayan en lo cómico. En este espacio, durante las próximas semanas y a riesgo de ser atacado inmisericordemente por los fanáticos del candidato, me tomaré el trabajo de explicarlas y criticarlas en un ejercicio que considero sano en cualquier sistema democrático, como el que todavía disfrutamos.

Para empezar, el mesías progresista propone generar un sistema de empleo público universal en lo que ha dado en llamar la “política de empleo garantizado”. Según esa particular propuesta, todo colombiano que no pueda conseguir un trabajo en el sector privado podrá acudir al Estado para que lo contrate, con un salario mínimo, para laborar en oficios indeterminados.

La propuesta, palabras más, palabras menos, significaría que el desempleo desaparecerá en Colombia. Eso, de ser posible, sería el milagro económico más sorprendente de la historia de la humanidad, sin embargo, no indica de dónde sacará los recursos para pagar esas plazas de trabajo, pero tampoco es muy claro qué harán los nuevos y rutilantes empleados públicos.

Considerando que los desempleados actuales rondan los 2.5 millones de personas, la propuesta de “pleno empleo público”, costaría al menos 4 billones de pesos al mes (salarios más carga prestacional). Es decir, en tan solo un año, el gasto público para hacer posible esa promesa de campaña equivaldría a la sumatoria de todas las reformas tributarias de los últimos 30 años.

Si el ministro Carrasquilla se cayó por un proyecto de reforma para recaudar 30 billones de pesos en 4 años, sería irracional considerar la viabilidad, sin destruir el país, de una reforma fiscal para buscar los 200 billones que se requerirían en este caso. Solo al sacar las cuentas con esos números, el tema es absolutamente inviable.

Actualmente, sin contar las Fuerza Militares, se estima que en Colombia existen poco más de un millón de empleados públicos. La propuesta del progresismo implicaría triplicar esa cifra. Si hoy nos quejamos de tener un Estado paquidérmico e ineficiente, no quiero imaginar lo que significaría ampliarlo en esas absurdas proporciones sin ningún sentido o razón.

En cuanto a la finalidad incierta de esos nuevos empleados públicos, el texto literalmente propone que esas personas se destinarán a “obras de menor tamaño e impacto local, veredal o barrial en las que se contrate a las poblaciones que allí habiten, e implementará programas de convivencia ciudadana, que vinculen personal para realizar actividades orientadas a la reducción de la violencia y la delincuencia”.

Es decir, el candidato mesiánico pretende, adicionalmente, generar un sistema de contratación directa de pequeñas obras públicas sin ninguna planeación ni presupuesto o, en su defecto, crear asociaciones de convivencia ciudadana y reducción de la violencia en poblaciones rurales. Eso, aunque suene bonito, significa sin empacho, incentivar la generación de nefastos focos de corrupción local y crear “colectivos” armados al mejor estilo chavista. Peligroso desde donde se le mire. Muy peligroso.

Para fortuna de todos, las propuestas están ahí. No son especulaciones, ni diatribas de los contradictores del progresismo. Podremos decir cualquier cosa, menos que no fuimos advertidos de lo que nos podría pasar en ese hipotético gobierno. No hay peor sordo que el que no quiere oír, ni peor ciego que el que no quiere ver… en este caso, el tema se reduce a simplemente leer.

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