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Claudia Varela, columnista

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No te quedes detrás del escritorio

Los días últimamente no han brillado mucho. Es como si el cielo se uniera con el ambiente que nos ha abatido, el sol se ha apagado y la lluvia ha tornado opaca las tardes de estos días.

9 de mayo de 2021

El ánimo ha bajado por que la mayoría no entendemos que pasa en el país. Ya parece no ser importante que tenemos una pandemia y se están muriendo seres humanos en el mundo entero diariamente. Ahora tenemos que pensar en nuestra seguridad, en cómo movernos, en algunas ciudades como conseguir comida y en otras escuchar disparos desde un encierro obligado en casa.

Tomé aire y pensé en ver algo de noticias y quedé más triste y confundida, asi que decidí mirar mis redes para saludar amigos y sentir algo de solidaridad de otros que en teoría estaban sintiendo lo mismo que yo. Quedé peor. Parecía que el odio de lado y lado se tomaba las redes y como en una mala serie, no se podía saber bien quien tenía razón y cuál era el final.

Me sentí tibia, palabra que detesto. Si la tibieza era no admitir la violencia decidí ser tibia. Entendí que para no perder amigos debía quedarme callada. Ya estaba negociando un hábito fundamental en mi vida, decir lo que pienso. Pero no iba a sumarle a la lista del desastre de las calles que mis amigos me sacaran de sus grupos.

Pensé entonces que yo soy privilegiada y aun así me siento golpeada, por tanto, muchos otros deben sentirse igual. Empecé a hablar con muchas personas con una pregunta más sencilla pero que encontré empática y al final fue asertiva. ¿Cómo te sientes?

Decidí que eso era lo que iba a tratar de hacer para sentirme mejor. No puedo cansarme por que tengo hijos y es mi responsabilidad con ellos tratar de aportar para que el universo sea menos duro. Así que traté de contagiar de positivismo a otros.

Les pregunté a varios qué estaban haciendo para sentirse mejor y para aportar algo en este nivel de indolencia y violencia generalizada. Una respuesta me llamó mucho la atención. Alguien me dijo que estaba acompañando a los porteros de su edificio, les preguntaba cómo llegaban a sus casas y les estaba dando una donación para que su transporte fuera más seguro y no tuvieran que gastar más.

No se quejó. No habló mal de nadie. Solo dijo que estaba triste por la situación y que debía ayudar desde donde podía. No siempre hay que cambiar el mundo, me dijo, pero si logras hacer un cambio para una persona al menos, ya haces algo.

Me llené de buena energía y volví a ver las redes, pero con la intención de entender, de ver cuál es nuestro contexto por que al otro día debía explicar a mi casa matriz qué era lo que pasaba en el país y no quería dar un punto de vista sesgado. Quería ser objetiva y presentar los hechos, sin opinar, sin juzgar, sin tomar partido.

Vi que en muchas publicaciones decía de manera reiterativa “los buenos somos más”. Me quedé pensando que es “ser buenos” para cada uno y dado que ninguno de los que leí tenia un halo de santidad absoluto, entendí que el “ser bueno” se lee de acuerdo con los valores de cada quien.

Hay que salirse entonces para tratar de seguir liderando organizaciones en esta crisis de las propias creencias que limitan, de los prejuicios y del ego. Hay que entender el ambiente, pero no pensar, bajo ningún punto de vista, que la total realidad y la ultima palabra la tienes solo tu.

Un buen líder escucha, apoya, no juzga a pesar de que se vea afectado personalmente. Observé un caso donde la posición radical del líder hacia sentir mal a su equipo, pero no había forma de llevarle la contraria asi que todos se limitaban a callar.

A todos los líderes, por favor acompañen a los que puedan. Generen una cadena de solidaridad sin juzgar a otros por sus decisiones, no justifiquen ningún tipo de violencia y no politicen sus espacios de trabajo.

Acompañen por favor. Toquen vidas de manera positiva.

Un buen líder no se queda atascado detrás de su escritorio (Richard Branson)

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