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Camilo Cuervo (Foto para columna)

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Un país descuadernado

Escuchar a la nuera del presidente Petro confesando cómo su exesposo decidió enriquecerse abusando del poder de facto que le otorga ser el hijo del primer mandatario, produce asco.

4 de marzo de 2023

La semana que termina ha sido muy dura. Hemos visto imágenes y conocido circunstancias que nos hicieron devolver en el tiempo y que nos recordaron luctuosos momentos de nuestra historia. En solo 48 horas retornaron a nuestra mente las escenas de un Caguán sin Dios ni ley, pero también recordamos el famoso proceso 8000 que tanta vergüenza nos generó. La sensación es que el país se está desajustando… se está descuadernando a un ritmo inusitadamente rápido.

Observar el cuerpo degollado de uno de nuestros policías a manos de una turba presuntamente “campesina” que lo acribilló indefenso y cuando se encontraba en poder de la “guardia” de la que tanto se ha vanagloriado el Ministerio del Interior dolió mucho. Ver en llamas los campamentos de trabajo de miles de personas y dejar inoperativas las instalaciones petroleras de una empresa que le había apostado a generar empleo en una zona históricamente compleja, da mucho pesar.

Escuchar a la nuera del presidente Petro confesando cómo su exesposo decidió enriquecerse abusando del poder de facto que le otorga ser el hijo del primer mandatario, produce asco. Leer el comunicado de la Casa de Nariño en el que se lavan las manos y tiran a la hoguera al hijo y al hermano del presidente, aspirando a que la gente perdone y olvide lo que para ellos es un mero “impase”, no solo es preocupante, sino indignante. Vuelve la vieja excusa, la más inmoral de todas, de que todo lo malo, incluso lo que raya en lo delictivo, fue a espaldas del gobernante y que esa circunstancia lo exonera de cualquier responsabilidad política o legal.

Lo que viene podría ser mucho peor, según se ha conocido por los rumores que ya están develando los medios de comunicación. La sensación es fea. Las cosas no huelen ni se perciben bien. El cambio por el que muchos votaron no solo no llegó, sino que nos retrocedió a nuestras pesadillas históricas. Ya no es tan fácil culpar a los “ricos” o a los “uribistas” de lo que está pasando. Esta vez, la tragedia es toda del actual gobierno, el cual perdió su gobernabilidad y su capacidad moral en un abrir y cerrar de ojos.

Pues bien, esta semana no todo fue malo. Llegaron dos noticias que nos devuelven la confianza y la esperanza en que el país podría resistir los embates revolucionarios del gobierno del cambio.

De un lado, el Consejo de Estado suspendió el decreto por medio del cual el presidente se había abrogado las competencias de las comisiones reguladoras de los servicios públicos, lo cual implica que por ahora se aplaquen los temores de que los aspectos técnicos se remplacen por manejos políticos que no consultan la estabilidad y la calidad del servicio, sino el inmediatismo propio del populismo.

Y quizá la mejor noticia de los últimos años en la justicia constitucional es que la Corte Constitucional indicó que tienen la capacidad, en procura de defender la esencia de la Constitución, de suspender la aplicación de normas a la espera de evaluar su adecuación al texto constitucional. Eso que no es tan fácil de entender, a pesar de que suena lógico y aparentemente sencillo, es trascedente: en adelante, el Gobierno y el Congreso deberán ser mucho más rigurosos en la expedición de las leyes, porque la Corte podrá custodiar su constitucionalidad antes de que sus efectos puedan destruir instituciones y vulnerar derechos fundamentales de todos los colombianos.

Afortunadamente, los jueces, en especial los constitucionales, están entendiendo que serán los protagonistas en el propósito de salvaguardar nuestras instituciones y los derechos de todos los colombianos, no solo los que eligieron al actual gobierno.

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