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2 de octubre de 2016: el día que polarizó a Colombia | Foto: AFP

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2 de octubre de 2016: el día que se polarizó Colombia

Hace 5 años, el plebiscito dividió a los colombianos. Editorial.

2 de octubre de 2021

En agosto de 2012 el país conoció que el gobierno Santos venía adelantando acercamientos secretos con las FARC para lograr sentarse a la mesa de conversaciones. En los siguientes 4 años, tras instalar los diálogos con las FARC en La Habana, hubo de todo: viajes a Cuba, rompimientos, asesores por doquier, ron cubano, hamacas, largas jornadas, vuelos privados, declaraciones destempladas y provocadoras de los comandantes de las FARC, políticos colados que purgaron sus culpas y una prensa, en su mayoría sumisa y ciega, por los chorros de dinero que repartía en contratos y publicidad el gobierno Santos con el fin de dominar la narrativa de la paz.

El hombre más poderoso del país en ese momento era el presidente Juan Manuel Santos, quien manejó los acuerdos con las FARC como una obsesión personal. Por tanto, su vanidad se impuso sobre el interés nacional.

Santos prometió a lo largo del proceso de paz que las FARC no tendrían curules gratis en el Congreso y que no habría impunidad, sino que, por el contrario, pagarían por sus delitos de lesa humanidad. También se comprometió a que las víctimas serían el centro de los acuerdos y que habría verdad, justicia y reparación. Quizá la promesa más importante que hizo el mandatario fue que los ciudadanos tendrían la última palabra sobre lo pactado en La Habana con las FARC. “Terminada la negociación y concluido el acuerdo, queda en manos de ustedes, de todos los colombianos, decidir con su voto si apoyan este acuerdo histórico que pone fin a este largo conflicto entre hijos de una misma nación. Les prometí que ustedes tendrían la última palabra y así será”, dijo Santos en alocución presidencial en ese momento. Pero todo eso lo incumplió. En su afán de protagonismo se convirtió en un buldócer que arrasó con todo y lanzó el más fuerte ataque que ha padecido la democracia en Colombia en las últimas décadas.

Aunque con mejores formas, Santos hizo lo mismo que Donald Trump cuando perdió las elecciones en 2020 frente a Joe Biden. La diferencia es que en EE. UU. las instituciones le impidieron a Trump lograr su cometido y pasar por encima de la voluntad del pueblo estadounidense.

En Colombia, Santos no solo bajó el umbral y celebró con las Farc en Cartagena y frente al mundo ocho días antes del plebiscito, sino que tras el triunfo del No se valió del Congreso y el visto bueno de la Corte para poner en marcha el acuerdo firmado con las FARC en La Habana que fue rechazado mayoritariamente en las urnas por los ciudadanos. Santos arrodilló las instituciones y pasó por encima de la voluntad popular.

Este quiebre democrático polarizó al país y es el origen de la profunda división que hoy sufren los colombianos. Mientras tanto, ¿cuál fue la paz que llegó a Colombia? Es cierto que algunos entregaron las armas y se desmovilizaron, pero por ser permisivos con el narcotráfico, el país pasó de tener 40 mil hectáreas de coca sembradas, a nadar en ella, con más de 200 mil hectáreas en 2018. Esto se convirtió en el combustible para todas las violencias. El crimen organizado y la corrupción que hoy enfrenta Colombia así lo demuestran. La mayor paradoja es lo que sucedió con Iván Márquez, el exjefe negociador de las FARC, quien terminó en el gobierno Santos liderando las peligrosas disidencias de las FARC, al lado de otros excomandantes que también habían firmado “la paz”. Una organización dedicada al narcotráfico, con escondite en Venezuela y protegida por el régimen de Nicolás Maduro.

Santos firmó un acuerdo frágil y antidemocrático. Aunque el expresidente se esfuerza por decir lo contrario y asegurar que se trató de una paz “estable y duradera”, la realidad ha dejado al descubierto lo contrario.

Según la encuesta “Pulso País”, realizada por Datexco para La W, solo el 20 % de los colombianos considera que el acuerdo de La Habana, suscrito entre el presidente Juan Manuel Santos y las FARC, le trajo la paz a Colombia. El 75 %, en cambio, dijo que no llegó esa paz.

Mientras los colombianos sufren el impacto de un mal acuerdo al negociar con criminales y privilegiar la impunidad, Santos viaja por el mundo y gana miles de dólares contando en los círculos de intelectuales y políticos de izquierda su “magnífica” experiencia con las FARC. Una realidad que no existe, un mundo paralelo. La verdad es que Santos metió al país en camisa de once varas y ahora quiere que se reescriba la historia. ¿Qué habría pasado si el presidente hubiera sido Álvaro Uribe y en el plebiscito hubiera ganado el ‘sí' y el gobierno hubiera decidido imponer el ‘no’? Se hablaría de una dictadura, pero como fue Santos y ganó el ‘no’, la doble moral permitió una complicidad con la trampa a la democracia. Que quede claro: en Colombia no hay paz y lamentablemente aún quedan muchos capítulos de esta horrible historia por vivir y por contar. El país está en manos de las fuerzas del bien y las mayorías silenciosas que tarde o temprano ayudarán a que Colombia enderece.

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