| Foto: Archivo Particular

MEMORIA

El último texto de Jaime Niño Díez

El ex ministro de educación, que falleció en días pasados, publicó desde un inicio en Semana Educación. Antes de partir envió este texto a la redacción, su deseo que fuera publicado. Acá un homenaje a su palabra.

16 de diciembre de 2016

¡NO ES TIEMPO PARA PELEAS!                                               

Ministerio y maestros debieran estar consagrados a conseguir una educación pública de mejor calidad, a construir las condiciones para que los niños y adolescentes logren su formación integral a través del desarrollo de sus competencias básicas cognitivas, socioafectivas y ciudadanas.

Hay fallas institucionales en la evaluación de los maestros, en el doble estatuto docente, en su remuneración y protección que son reconocidas y que deben resolverse para que todos se dediquen a su tarea central de lograr que sus estudiantes aprendan y se desarrollen.

Pero también el gobierno y, en especial el Ministerio, debe entender que las relaciones con los maestros no pueden mediatizarse y personalizarse, que no son de un gobierno o de un Ministro(a) con ellos, sino del Estado con ellos y que por tanto se les tiene que cumplir lo pactado en los tiempos acordados.

Ahora que se discute el Plan de Desarrollo en el Congreso, debieran incluirse los dineros de la justa nivelación salarial de los maestros, que se ha venido proponiendo para cerrar la brecha entre lo que ellos ganan y lo devengado por otros profesionales. No pueden continuar los desequilibrios, por ejemplo, entre las nivelaciones del poder judicial y la de los maestros.

No podemos seguir con la costumbre de llegar a acuerdos con ellos y luego “ponerles conejo”, o comenzar a regatearles los logros alcanzados porque el nuevo ministro(a) de Educación no comparte lo que se acordó, o porque prefiere gastarse el dinero en otras inversiones más rentables políticamente, o porque el ministro de Hacienda de turno resuelve que solo hay presupuesto para cumplirles “gota a gota.”

Por eso caemos siempre en el “terreno” del sindicato. Por eso las relaciones Estado-Maestros terminan siempre en una confrontación laboral-política, aprovechada por la “extrema izquierda” del momento, porque fácil y rápidamente se vuelve una confrontación de principios entre el gobierno que defiende el “derecho a la educación” de los estudiantes y el Sindicato que defiende “el derecho a la Protesta Social” y a sus reivindicaciones reconocidas.

Quienes hemos trabajado y trabajamos en la educación tenemos la obligación de esforzarnos por conseguir que los estudiantes y los maestros disfruten de bienestar y sean felices. Porque sabemos que allí en la escuela o se desarrolla un escenario de tensiones, frustraciones, amargura y resentimientos, donde se recrea el país del desencuentro, las confrontaciones, el abandono, las desigualdades y la violencia, o se construye un escenario de una escuela activa y práctica, centrada en los intereses y necesidades de sus estudiantes, con un ambiente sano y seguro, estimulante y creativo, agradable y alegre, de convivencia, de confianza, colaboración y afecto, de esfuerzo y de trabajo en equipo. Poniendo por encima la vida y los derechos humanos, donde nace el nuevo país capaz de construir la paz, de dirimir las diferencias y conflictos sin generar víctimas, de instituir una ética ciudadana de solidaridad, de proteger a los niños, de encaminarse al progreso y al bienestar colectivo.

Nuestra dirigencia tiene que entender que no puede continuar ignorando que los maestros son fundamentales para cualquier cambio en la educación pues nada ocurre o sucede en el aula sin su voluntad, que ellos son por consiguiente los “aliados naturales estratégicos” para una mejor educación, para fundamentar la democracia y construir institucionalidad y que debemos, por eso, sentarnos a establecer con ellos esa alianza como un Pacto de Estado eficaz y duradero.

Más aún, el Estado-Ministerio de Educación que debe mantener un espectro amplio de relaciones no solo con docentes sino también con rectores, investigadores y pedagogos para afinar cada vez mejor la dirección y prioridades en la conducción de la educación, debe preocuparse por tener buenas relaciones con los maestros a través de su sindicato, pero también por crear nuevos espacios de relación con ellos, como foros, seminarios y consultas locales, regionales y nacionales en los que conozca sus experiencias, innovaciones y sugerencias, además de examinar y evaluar con ellos la política pública en educación. Si el único espacio de relación con ellos es el sindicato, por su naturaleza y características institucionales, se estará siempre en un ámbito muy estrecho, en un punto de encuentro que puede llegar a ser controversial.

Los maestros saben que deben profundizar su profesionalismo, que deben seguir buscando mecanismos e instrumentos para su protesta que no afecten la educación de sus estudiantes, que deben someterse a la evaluación de su desempeño con propósitos de mejoramiento, que tienen un compromiso histórico decisivo con la niñez y la juventud del país para colaborarles en su formación, que tienen la oportunidad de ser los más importantes promotores de civilización en esta sociedad en la que se ha diluido el valor de la vida y de la dignidad humana.